EL
MONO Y LA GATA [68]
Un
monito y una gata abrazados,
tienen
dulce mirada,
pero
del mono, ¿sabemos sus andadas?
Inquieto
el mono, abrazaba a una pequeña gata que encontró abandonada en el bosque, con
su mirar inocente le decía: ¡no estés triste gata!, conmigo estarás a buen
resguardo, ¿si ves que mi vestido de plata, cobija tu piel con donaire?
Tanto
apretaba el mono a la gata, que ella se estaba fastidiando, ¡miauuuu!, ¡suéltame!,
pero el mono seguía sobe que sobe, coge que coge, y al fin, la gata sacó sus
uñas y las enredó en la panza del mono,¡miauuuuuuuuuu!, y el mono gritaba, y
saltaba de rama en rama asustado por la reacción de la gata.
¿Qué
te hice para que me hagas daño?, ¿acaso no quería protegerte?, ¡estabas tan
solita!, ¡mis caricias eran para consolarte nada más!, -decía el mono con cara
de mañoso asustado, pero la gata decidió correr y correr, pues escuchó un
conocido llamado.
¿En
dónde estabas?, ¿por qué razón te perdiste en el bosque, y no te quedaste con
tus hermanitos?, -decía la madre gata muy enojada.
-¡Miauuuu!,
-estaba jugando con una mariposa y empecé a perseguirla en el bosque, hasta que
salió ese mono y me dijo que me fuera con él a jugar bien escondidos, donde
nadie nos viera, entonces me fui con él, pero el mono me abrazaba y me tocaba,
decía que era para cuidarme, fue cuando me asusté y lo arañé.
Esto
pensaba la vieja Pacha en alto, tomaba un café tras otro, alimentaba a unas
ratas que tenían bonita cola, y escuchaba a su hijo interpretar Intermezzo 4 de
Luis A Calvo, y sentía que la vida le estaba devolviendo lo que le habían
hurtado, es verdad eso era, un poco de alegría no era tan mala.
El
día termina, ¿o inicia?, -preguntó la vieja, -ya no sé ni en donde comienza un
segundo y termina el otro, ¿tiene alguna importancia?, para quien está en lecho
de muerte puede ser que sí, para quien no desee sufrir más, imagino que cada
segundo importa, y con un recuerdo me doy cuenta que son las 10:35 pm de un 6
de julio de 2015, me gustan las fechas y los números, porque finalmente eso
seremos, un número en una fría lápida, si acaso, pero tampoco me importaría.
Hay
un desmayo que parece muerte, imagino que es así, no tenemos aliento ni para
recordar, y necesitamos la fuerza de una gota de rocío en la boca, siempre hay
sed, una inquietud que alarma como un
pájaro herido en medio de calientes rocas, pero al abrir de los ojos, sus
pequeños diamantes estáticos, no ven que arribaba en auxilio, una cascada en
forma de rocío que de la montaña bajaba, parecía una novia con su larga cola,
venía cantando por entre las rocas versitos alegres en medio de aromas, siempre
aromas a café tostado, que brotaban de muy adentro de la montaña, ¡flores
blancas!, sí, muchas flores blancas tienen su perfume, luego verdes y rojos, y
en estampida se va la vida, en medio de la risa del viento y el sonar de las
hojas.
Doña
Pachita camina lentamente ahora, recuerda cada cirio encendido, manos
temblorosas que se quedan en las suyas, dulce de brevas, colada de piña, besos
ardientes arropados de manos y caricias, y los ve todavía sonreír, se alejan,
abren la puerta de entrada, ¿no debería ser esa una sala de recibo?, pero
recordó que estaba frente a ese altar donde cantaban las palomas, y en sus
arrullos dormían cortas noches, para largos despertares, prisas y muchos
afanes.
Es
verdad, la cuesta dibujó pálidos hilos de plata en su cumbre, mis amados se
fueron, y me quedé aquí, siendo otra vieja en un mundo lisiado de gente
perversa y cínica, ¿no hay personas francas?,¡qué hipócritas son!, ¿quién puede
regalarle al sol un poco de lluvia?, se desvanecerá con solo pensarlo, Él no
necesita de una gota de rocío, somos nosotros su mar y su playa, y nosotros
esperamos mejor destino, sin saber que no hay destino, hay caminos que vamos
dejando y huellas que seguimos pisando…
¿Escuchas
cómo canta el mirlo en elevada rama?, ¡es tan hermoso!, siempre creo que es
ella y abro la puerta, ¡sigue cantando mi amor!, ¡qué tonadas!, parecen
sonajero de madre que va y viene, y en su divino cantar me consuela.
¿Y
el mono?, creo que se perdió de la gata, pero que siga haciendo morisquetas, en
tanto la vida se encarga de arrugarle un poco la jeta, es que por mico quería
comerse a la gata, y ella, muy ladina, pilló sus malas mañas, y se refugió
entre la tibia piel de una madre.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 6/15