viernes, 11 de enero de 2013

MI PASTOR 3 [56]

MI PASTOR 3 [56]

Mi pastor amado:

cuánto tiempo abstraída en las cosas del mundo
sin pensar en ti,
ausente de tus ojos y tus llagas,
ni una oración con gusto,
ni dobladas mis rodillas
ante tu infinito amor.

Hoy, en mi soledad te advierto,

en mis tristezas descubrí que siempre estabas,
con ese aliento invisible,
ese amor imperturbable,
apacible y transparente.

No tengo palabras

para un perdón por todos mis olvidos.
Creía que el amor era un hombre,
unos huesos, los besos ardientes bajo una palmera,
donde el calor y la pasión consumieran mi vida,
pero no lo hubo, no existió en realidad…

Sueños vanos,

vagos,
pasajeros…
Promesas vestidas de mentira y engaño
mientras tú sin voz me deletreabas,

me llamabas por mi nombre.

Soy un gorrión que busca tu nido,

espero me sostengas pues tengo mucho frío,
mi nicho está vacío,

 marchó mi amiga del alma.

De a poco se desvanecen mis sueños;
presiento que voy muriendo.
Una estrella luminosa en los ojos de nadie
avista mi corazón

sobre una nave que te busca.

Mi  amor platónico,
es a ti a quien anhelo,

eres mi verdadero amor
me alientas y consuelas,

me abrazas y  das a beber de  tu vino,
un exquisito vino añejo de tantos siglos
que despreciaba por buscar vanas cosas.

Ya no deseo correr como antes,
me gusta estar aquí contigo,
mueves mi vida,

me animas cada segundo...

No quiero dormir,

un tinto me mantiene en vela
para extender un poco el tiempo,
ese reloj del destino que marca mis pasos
para disfrutar de mi juguete caro
mi más valioso tesoro, ¡amado mío!


Dulce niño herido y humillado,
amante incansable en días de sombras
mi gran esposo y compañero
que siempre estabas,

cuando otros se habían ido…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 11/13



TE BUSCO/A Mèlanie Blume [57]

TE BUSCO/ A Mélanie Blume [57]

Mi amado tesoro, te busco…
Escucho el trinar de las aves y ahí estás,
detallo los ojos de los dolidos y te veo,
el verdor de las palmeras me habla de ti.

Quiero un rostro tuyo, pero todo lo tiene,
esa nube pasajera que parece lejana,
un rayo de sol que busca un rincón perdido,
una estrella fugaz que parece que volara,
unos labios húmedos,

una lengua, un brillo,
un suspiro…

Busco mi motivo a la sombra, y ahí estás,
en el silencio, y lloro al encontrarte,
en el sinsonte trovador con sus alas abiertas,
en el chillido de la cigarra,

en el canto de la guacharaca.

Detallo el candor de sus miradas,

te veo cada segundo,
tu amor impreso en ellos

como una estampilla de colores.

Cada acto es de amor,

cada bendición de alguien que marchó
y hoy llega a extender su tibia mano, 
es un cantar de viento, un piano, una flauta.

¡Qué bello eres!

 He descubierto tu rostro en las cascadas,
tiene tu voz fantasía

que se nutre de blancas y negras
de soles, de pentagramas abiertos…

Si los veo morir ante mis ojos con heridas sangrantes,
creo que eres tú crucificado y duele mi piel como la tuya.
Quiero consolarte y no puedo, mis llagas son mínimas,
temo lastimarte con mis dedos

y espero una lágrima que sane
sobre mi soberbia figura,

menuda y altanera.

Palidezco ante el índigo del mar
una voz en el silencio grita,
vuela con la piel pintada de grasa negra,
y cae una vez más

sobre cualquier roca vencida,
levanta con su mirada al cielo
en búsqueda de ayuda.

En un segundo, mariposa de colores,
abres el cofre de una sepultura y se eleva,
le sostienes, le abrigas,
dejando al mundo tus sueños alados
para que  se nutran de tus mieles

cual  de versos dorados.
 
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 11/13


MI ALIMENTO [58]

MI ALIMENTO [58]

El frío invierno tan parecido a ti
callado, blanco, pausado…
Me alimento de sus congeladas aguas
de tus divinos ojos abiertos.
¡Menos mal no los cerré!…
Quedaron ahí, como un náufrago
que ha encontrado el azar en el camino.

Mi rosa divina, mi amor…
Cada día escucho el susurro de tu voz.
Esa mirada tibia es de un cachorro recién nacido.
Manos son aladas mariposas sobre mi cuello,
tu traje oloroso y perfumado,
tus pasos de niña,

mi niña tan amada.

Viendo tu sombra paso el día,
sintiendo tu voz cual perfume de rosa,
escucho sonar de campanas,
sé que eres tú el ángel que me visita
y marchas con una sonrisa cantarina
dejando tu aliento sobre mi estancia.

¡Qué hermoso sería saber de ti!
Tal vez en un capullo permaneces,
en el frío de tu última estancia perfumada
ausente del dolor causado,
ajena de la mezquindad del hombre
donde fuiste reina coronada
en el corazón de todos tus hijos,
y en el de todos los que te conocieron.


Invierno empeñado en mis ojos
llenará el insondable mar de mis tristezas,
pero pronto, si abre su celda la oruga,
estaré de visita por tu huerto,
y entre las dos construiremos un nido
al disolverse el blanco en la montaña,
y el verdor se arrope de todas las primaveras
con todos los sueños negados.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 11/13


CUANDO TE ESCUCHO [59]

CUANDO TE ESCUCHO [59]

Tu voz pasa por mi estancia,
veo tus manos desde el cielo
gran Músico de mi corazón,
espectáculo diario sobre las nubes viajeras,
oración que me despierta ante tu luz
con la magia de tus manos extendidas.

Suspiro ante tus melodías,
me transporto a un alar de ruiseñores,
cierro los ojos y navego
en esa claridad que  pone alas a mis sueños
y vuelo…

¡Qué mágico es el sonido de tu voz!
¿Qué manos han podido realizar tal magia?
Absorta estoy de tu dulzura,
eres el cantar del agua cristalina
que bajas por mis montañas

y me conmueves.

¡Oh divino amor de manos cálidas!
Así como caricias el piano, lo haces conmigo.
Muero de amor ante la delicia de tus sones,
creo verte volar, eres un cisne,
cierro una vez más los párpados
y con mi alma te persigo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 11/13



PARA TI [60]


Entre rosas.


PARA TI [60]



Me antojé en escribirte algo:
¿Cuánto tiempo hace que no veo tus negros ojos?
¡Hace tantos inviernos, y tantos veranos!,


Un comején devastador consumía mis entrañas,
poco a poco te fui dejando a la deriva, sí lo hiciste algún día,

me has dejado en el olvido, ¡durante tantos años!,
que perdí la cuenta.

No te niego, al principio creí morir…
Tus promesas perdidas en el tiempo,

con unos azahares que nunca fueron míos.
Soñaba como suelen hacerlo  las niñas,

con caballos blancos, besos en los labios,
dormida con los ojos abiertos,

abrazada a nuestros propios brazos.

Pasó el cuento del volcán, miles de personas marcharon
creían dormir y despertar escuchando el canto del gallo,
con el azadón dispuesto cerca de su cama,
las alpargatas esperando,

y un totumo lleno de chicha o guarapo…

¿Has olvidado que nos juntamos en lágrimas?
Nos dolieron las mismas guerras,

los mismos amigos que forzados marcharon
dejando un huerto donde otros desperdiciaron,

y se hartaron de sus cosas.
Un lago donde nos dimos tantos besos,

y nuestras piernas se entrelazaban
sintiendo el dulzor del sexo,

y ese calor tibio que parecía brotar de las entrañas.

¡Qué pronto se olvida todo!...
Qué veloz pasa el tiempo,

sin dejar siquiera nuestras huellas.
No quedó ni una sola de tus promesas,
volaron, como el golero del parque,
marcharon las golondrinas del camino
desaparecieron como el arroz,

el algodón, el buen amigo…

Quiero decirte que ya te olvidé…
Es seguro que todo quedó en el pasado,
un pasado que nunca regresará,
que como un pequeño insecto,

quedará atrapado en cualquier ámbar,

en cualquier rincón
adonde el lodazal despierta y canta el mirlo
y tus besos en mis labios me hicieron llorar.

¡Claro que te olvidé amor mío!
Debes estar seguro de eso,
lo tuyo fue frágil, pasajero;
lo mío, se lo llevó tu desdén
y las cenizas las esparzo por el viento;
¡ni una lágrima!, ni una sombra de tu rostro,
¡todo está perdido!

Marchó lo que más amaba;
voló el gorrión más consentido,
quedó una huella de sus manos en las mías
y el verdor de sus ojos tan divinos.

Ahora cierro la página de mi libro,
mi vida continúa sin ti,
aún no he muerto;
volverá la golondrina al nido
y el águila abrirá sus alas
a nuevos sueños.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 10/13