jueves, 31 de octubre de 2013

ATRAPADO [1]


ATRAPADO [1]

Aquí en una gran olla prisionero,
agallas de pescado para que seas manso,
orín para volverte buey,
pelos de una suegra para que la veas negra,
pétalo de una flor para que me des tu amor.

¡Ya no grites!, deja de ser gallina…
¿No has sentido acaso en las noches ahogo?
Levanto tu cama con noble inquina
pues mi corazón al tuyo un consuelo
y mi boca pegada de la tuya, una rima.

De cabeza estás,
¿no sientes el filo de mis alfileres?
Bruja soy, ¿no lo habías adivinado acaso?
Siento esa rabia tuya al no poseerme,
y siento la mía ante un nuevo ocaso…
Retorna la noche,
el búho cantor me acompaña,
soy la vieja de las dulces mañas.
Mis manos se deslizan por tu cuello
aprisionan lo que es mío,
en tanto te ahogas con mis suspiros
pues imaginas que mi pasión duele,
pero duele más,
pedir tu amor  y no tenerte.

Ya eres mío, ¡qué rico huele tu piel!
¿Es pino silvestre tu perfume?
¿Son aromas del bosque conjugados?
Qué delicia estar, pero contigo…
Me arranco plumas para ser tu traje de invierno
y para éste verano que me ahoga,
tuyo es todo mi yo, desnudo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, octubre 31/13

SOÑANDO [2]

 SOÑANDO [2]

Desde que partiste,  a ese lugar que no sabemos si está más cerca de lo que imaginamos, no sabía de ti, pero hoy te soñé, viniste un momento, antes de un despertar apresurado, para ver si eras real.

Una camisa gris tallaba tu cuerpo hermoso de joven, esa mirada radiante de ángel, y un abrazo tan fuerte me hizo sentirte vivo entre nosotros. Tomé tu mano y la besé, y cuando embelesada en tu figura estaba, se abre la puerta de mi alcoba y desapareces en medio de lágrimas, y el corazón de nuevo pequeño, queriendo salir de ese nicho en donde se guarda.

Es la vida tan solo eso, un cerrar los ojos, un parpadeo en el instante, si las carcajadas muestran felicidad, pero si  más ilusionados estamos, el destino decide que no es aquí el sitio donde viviremos  por siempre, sino que tenemos que retornar a ese hogar que tanto nombraba mi madre, más allá del sol.

¡Mi Dios!, sé que me tienes una casa pequeña, tibia y abrigada con un enorme árbol cobijándola, allá es donde quiero ir, ¡qué preciosos jardines!, ¡cómo trinan los sinsontes sobre las palmeras!, todo es luz entre verdes intensos y azules maravillosos, aquí están todos los colores de la vida, los manantiales más claros que tus ojos, a éste sitio es donde iré también, si acaso, si recojo las flores en el camino, sino, tal vez deba esperar un poco más, a que los dolores tallen nuestros huesos, y la mirada se consuma en una súplica,  deseando volar.

Mi amor hermoso, estoy segura de que viniste a dar ese abrazo, lo sentí, tu mirada y la tibieza de tu cuerpo, tantos días queriendo llorar, pero hay un ahogo que aprisiona el pecho, una tristeza que se vuelve añeja con el tiempo, y es de admitir la voluntad de Dios y aceptar que todo viene y va, que fuiste un regalo precioso para todos los que tuvimos la dicha de conocerte.

Te quiero desde  aquí a esa casita donde estás.  Ahora puedo divisar un resedal  con sus pequeñas flores, y ese perfume que tanto me llevó a cierta casa de esquina; a esa curva llegaré algún día también, para un maravilloso reencuentro, y todo será alegría, la tristeza se esfumará con las brisas de la eterna primavera que espera por nosotros.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 31/13