sábado, 6 de abril de 2013

MANOS DIVINAS [127]


MANOS DIVINAS [127]

Manos de niña buena,
así son las de mi madre,
así marcharon, 

sólo caricias
amasando de la vida sueños,
atesorando dolores
y pocas alegrías.

Manos suaves, laboriosas;
ni un segundo quietas,
cual velero en el mar
agitando las olas
y calmando tempestades.

Manos queridas de mi vieja,
sopas de amor llenas,
cariños sin recompensa,
lágrimas viendo brotar una cayena.

Y así, cual  violetas negras,
¡qué triste pago de la vida!,
¡así marcharon las dulces manos
de mi madre querida!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 6/13



BENDITA CEBOLLA [128]

Atardecer, Sonia Rueda B. Colombia.

BENDITA CEBOLLA [128]

Bendita luna de Miguel,
el poeta que la vio prendida del cielo
y que apaciguó el hambre de los pobres,
en ese mañana que se convierte en hoy
cada segundo.

Bendita sal y luna que se juntaron
para llenar tripas vacías
 y poner corazones contentos
llenos de amor y oraciones aprendidas,
bajo el abrazo mañanero del sinsonte cantor.

¡Bendita sal de la vida!
Sin ella hubiese sido imposible aprender
que el salobre dolor fue alegría y sazón
donde a ratos, pocas veces,
sentimos hambre de amor,
como en aquéllos tiempos;
esos viejos tiempos que se tallaron a fuerza de llorar
y se convirtieron en obras grandes.

Bendita arepa donde el amarillo fue oro,
manos que bendijeron y amasaron con cariño,
volvieron tibias las mañanas
y dulces los atardeceres,
para soñar con días de lluvia fresca,
cultivos amañados al sol
y bordados en madreselvas.

Benditos gorriones que llenaron de dulzura el hogar
y con los mendrugos se contentaron…
Cuántos, ¡qué dolor!,
de sus manjares forman basureros
y de sus vanidades olvido…

Bendita cebolla que se agrandó para ser fuerza,
para ser energía y llenar las mentes de estrellas,
con ese algo que llevan por dentro
que a ratos nos vuelve sabios arañadores
en medio de tristezas,
y otras cuantas, poetas llorones,
robándole versos al recuerdo.

¡Bendita madre!... ¡bendita!...
Sus 17 gorriones volaron, y ella se quedó sola,
viajó temprano hacia la torta de oro soñada
y se quedó por siempre volando
hacia el ocaso diseñado para las águilas.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 6/13



¡TENGO HAMBRE! [129]


¡TENGO HAMBRE! [129]

Este grito amañado se escucha en cada rincón
hambre de amor, de respeto, de consuelo, de piedad…
Un hambre que se convirtió en arenal,
en éste olvidado suelo.

El caminante se despoja de sus harapos
deja su rancho a cualquiera, quien llena de palmeras
donde sus ojos hambrientos creen cosechar mañanas,
y divisar cantares sobre playas ajenas.

¡Corre!, toma la cacerola vieja y la gallina clueca,
que no te roben el perro, la gata, ni la oveja,
que al menos te quede un poco de lana
para abrigar tus inviernos.

Tengo hambre de justicia,
pero se quedó en el olvido,
donde pareciera que sin Dios vivimos
olvidados de nuestro motivo
sobreviviendo sobre un nido de serpientes.

¡Arrincónate!...
Bajan del cielo guirnaldas de colores,
desnudos correremos sin nada
dejando nuestros tesoros a otros
quienes los lanzarán al fuego.

Con sus odios y cadenas de ambición
formarán grandes orquestas
y sus fiestas serán sangre y horror.

A pesar de todo,
florecerán lirios blancos,
estarán sobre todos los olvidados,
aquéllos que se quedaron dormidos
o los que quisieron abrir nuevas sendas
y con sus pesadillas
tallaron otros caminos.

Toma el jarrón con tus lágrimas y cultiva una orquídea,
florecerá cualquier tarde, la verás con tus ojos,
y una sonrisa llegará,
cuando el colibrí de verdes alas
retorne sobre sus flores y divise de las estrellas
ese sueño, donde el hambre se calmó
con una nueva guerra.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 5/13

¿EN DÓNDE ESTOY? [130]

¿EN DÓNDE ESTOY? [130]

Queda el desaliento de hoy,
sin Internet nadie leerá mis versos
ni podré saborear la dulzura de otros,
o el sabor a mar de las nostalgias de cada día, 
que a nadie son ajenas.

¿En dónde estoy que no veo esa sombra
tuya tan oscura como las noches,
tan brillante, al sonreír con tus perlas blancas;
y tus  brazos que acariciar quieren
pero que marchan con el adiós de la tarde?

Y en éste aposento de nuevo
donde todo es nítido y blanco.
Magia de la vida, soles risueños;
amores ardientes que van y vienen
y de mi cabeza hacen tostadas.

Pero de nuevo me encuentro tan triste como ayer,
con ese complejo de querer ser alguien
pero nada soy…

¡Arriba ya mi amor!
Llega en esa barca azul,
toma la vieja flor que se quedó en el ayer,
colócala en cualquier rincón
donde las telarañas del olvido le amañen
entre suspiros y penas
y sonidos de diapasón.

¿En dónde estoy?
Búscame en la caracola del mar,
allá en su corazón lleno de suspiros estoy,
en la roca silente que se deja besar
que espera con calma el beso de las olas
y se deja amar del caminante
que en su ladera encuentra sosiego.

¡Cántale a la brisa tus sueños!
Aquí voy, la soledad de nuevo mi amiga.
¡Espántate golero aquí no hay hedores!
Quisiera que tomaras frutas frescas
y no la pestilencia que te ha tocado,
para ser aborrecido del hombre.

Estoy aquí, alguien dijo: ¡pódales!
Recorta de tus poemas los versos,
que sea leve, que sea plano y ligero…

Pero me atengo a mis dedos
que son frágiles y dóciles,
y dejan de a poco mis huellas
adosadas en cualquier parte
donde no estaré mañana.

Pegadas de la brisa del norte;
con alas abiertas del alcatraz de paso,
con ahínco sobre las rocas tal vez;
arañando del espacio la suerte
y del águila su velocidad.

Navego ha de ser
entre la pena de no verte y saberte ajeno
en éste rincón de mi patria olvidado
donde la miseria nos toma de nuevo,
y las esperanzas se las roba la tarde.

¡Arrincóname!, ¡no sé en dónde estoy!...
Ven a mi lecho, ahí navegan mis sueños,
quítate el traje de la hipocresía y desnúdate conmigo
sé placer en mi huerto, 
para yo serlo en el tuyo.

Implacable pégate de mi traje desteñido…
Aráñale a mi vida ese pedazo de cielo escondido
en las perlas garzas de tus ojos,
en ese negro de tu piel,
o en el tibio remanso de tus labios,
que cual soneto sin aprender busco.

Un poema sin declamar añoro
perdido ese impulso tuyo, 
tropezado en la roca donde te miro a lo lejos
para contemplarme en tu iris.

Y retornas con la lluvia en primavera,
te marchas con todos mis otoños,
para dejar mi vida en invierno.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 5/13

CANTAR SOBRE LAS DUNAS/ A Mari Berta [131]


CANTAR SOBRE LAS DUNAS/ A Mari Berta González [131]

Bello caminar sobre el oro y no desearlo.
Ver hacia los diamantes y no tomarlos.
Escoger las dunas para amarnos
y perdernos en el ardiente sol 
sin soñar, sin reír,
solo cantar...

Qué bello descubrir que no tengo oasis...
Eres tú ese manantial en mi corazón
al que mis pies dirigen
siendo sueño y tesoro a la vez.

Cantar de cantares amado mío...
Tibio arenal donde quedan mis penas.
Se vuelven perlas de sal cada amanecer
y estrella luminosa si el ocaso marcha
en busca de su novia luna.

Queda mi huella al pasar,
una cicatriz de lágrimas, mi amor,
que borras con tu calor del día
para hacer brillar cada momento
y dejar un beso de brisa 
que tiene sabor a mar.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 6/13