domingo, 3 de julio de 2016

ESTOY (42)

ESTOY (42)

Búscame en los ojos que han quedado,
Se parecen a mí, son mi esencia;
Así sabré que jamás me he ido,
Sino que contemplo desde aquí a mis flores,
A esos aromas que en mi corazón llevo.

Estoy aquí, en tu pensamiento.
Escucho un ruido a tambor,
Puedo ver su cascada, parece pavo real,
Ha esponjado sus blancas alas
Y con el sol vi de qué manera se crece el amor.

Búscame en la mariposa que pasa por tu lado,
En la libélula que sin pensar te visitó;
En el ave que cantó ésta mañana
Mientras en mí pensabas.

Estoy aquí, entre el ruido del bosque
Junto a los grillos, o un poco más arriba
Brillando cual luciérnaga en la noche,
O tocando un poco en la garganta del búho
Su tímida canción.

Estoy aquí, en medio de tus dedos,
Escribes para mí y te respondo en ellos
Que también te quiero,
Que mucho te extraño
Pero que alguna vez nos abrazaremos
Como la lluvia al reseco arenal
Y cantaremos alabanzas al caer,
Precipitándonos cual cascadas
Para llegar al mar.

Raquel Rueda Bohórquez
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A QUIEN NOS ODIA (43)

A QUIEN NOS ODIA (43)

No hay manera de matar el odio
Si este carcome por dentro sin razón
Llenando de su veneno una flama
Que nos quema al cerrar los ojos
Y nos ataca sin compasión.

A quien nos odia:
¿De qué manera se puede castigar más?
¿Qué puede ser más que la envidia?
¿Qué mal puede ser mayor que la ambición?

Pero de todos los venenos,
La envidia es soberana,
De ahí se pegan todos los vicios.

Es una cortesana traicionera,
La peor ramera que ejerce su función,
Contamina a otros y ríe de todos.

¿Escuchan esa carcajada?
Llega en sueños, tiene un muñeco con mi rostro
Apunta su alfiler a mi corazón;
Llaga todo mi cuerpo, me atormenta;

Pero la muy bandida,
No ha podido tocar lo intocable:

Mi alma, que pertenece a Dios.

Raquel Rueda Bohórquez
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SUENA GUITARRA (44)

SUENA GUITARRA (44)

Le escribo a esta tarde con sones de guitarra,
A tus ojos negros, a esa profunda mirada
 Que hace que sienta ganas de ti.

 Le escribo al viento, mi amor, para que lo atrapes...
Luego me iré despacio cual pluma de garza
O puño de nieve entre los dedos...

Le escribo al poeta que está detrás de la pantalla,
A tu pecho moreno, a tu mentón inquieto,
A tus dedos que tallan obras con lágrimas
Y escriben historias en la piel de las mujeres.

Le escribo al amor, ese es mi motivo,
A la lluvia que despeja la mirada,
A éste silencio de ahora que te mantiene a mi lado
Y en mi pensamiento te lleva...

Le escribo al temblor de amarte y no tenerte;
A ésta caricia de brisa que se eleva
Y me lleva a tu lado con el mismo sonido,
Y los mismos sueños que nos juntan,
Nos esparcen y nos vuelven poema.

Le escribo al paso del caminante con su guitarra vieja
 Y esos ideales pequeños que lleva en su morral vacío,
En su billetera llena de monedas,
En su corazón de joven
Con ganas de vivir y conocer el bosque.

Le escribo a mis ansias de vivir,
A tenerte entre mis brazos,
A viajar contigo, a caminar sobre la arena caliente
Recogiendo caracoles y ermitaños,
 Para correr luego detrás del cantar de las olas.

Le escribo a tu manera de ver la vida,
De sacar las espinas y borrar las heridas;
A la bendición que trae la noche que se presiente
 Y a éste día que pasó volando.

Le escribo a todo y a nada...
Más entre lo poco que he contado,
Se van los muchachos con esas sonrisas maravillosas
Con esas miradas brillantes,
Quieren andar por el mundo lanzando canciones al aire
Sin causar daño a nadie,
 Sin el afán de un palacio ni un circo de vanidades que nos encarcelan.


Llevan una bolsa pequeña llena ideales y metáforas,
 El músculo palpitando de esperanza al bajar del tren,
Después buscar un rincón para hacer sonar esas oraciones
Que se aferran del pecho, sus rosarios;
Sus armas de madera, sus ilusiones con olor a canela...

¡Suena guitarra!
Ahora que el paisaje se hace pequeño
En la mirada de los jóvenes.

Raquel Rueda Bohórquez
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EL INICIO DEL AMOR (45)

EL INICIO DEL AMOR (45)

Cuando el amor termina, ¿será que termina?, o debe ser que se transforma en otra cosa, lo cierto es que el amor bendice.

Escucho en el silencio una voz, tengo ganas de ir al mar, ¿quién irá conmigo?, no me gusta ir sola, necesito hablar con las olas y alejarme un poco de ésta casa que absorbe mi vida con lentitud.
En el mar hasta las sombras son vida, las olas nos conversan y cerramos los ojos, volamos y volamos, ese rumor sana toda herida. Caminar descalzos sobre la arena caliente santifica, adivinar a las aves cazando en picada, partiendo el mar en trocitos y luego salir triunfantes con un gran pez en el pico.
Esa gran mancha a lo lejos son miles de peces que huyen de un gran depredador, pero no lo sabemos, aquí o allá siempre hay peligro, pero en el mar la vida resucita al segundo, quedando perplejos ante tal belleza.

Soy la gaviota que se asusta por todo, tengo miedo a los sueños que me advierten de espadas, más en el mar el miedo de esfuma, es magia pura, ahí puedo hablar con el Rey, puedo escuchar cómo suspira y jadea con fuerza, parece un Titán, el magnífico ser que puede cambiar la tristeza por alegría y la muerte por vida.

El amor jamás termina, cada segundo inicia, es parecido a las olas, unas se van y otras regresan, todas llevan vida, están llenas de luz e inquietud, cada segundo corre, es una corriente que sube y baja, que se eleva, que ronca en el cielo y luego brota de la tierra.

Son miles de partículas que vuelan entre el viento y nacen en el aguacero de la mañana, después se llena todo de algo, un algo que escucho, un algo que musita un verso en mi corazón con sonido de tambor

Raquel Rueda Bohórquez
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