ME GUSTARÍA
SER (23)
Me gustaría
vivir como Dandy, sin más abrigo que un trapo viejo, y esas ganas de vivir con
que arrastra su carreta. Llega al rincón del olor a viejo y orina en su
botella, ensucia en sus periódicos, arrastra su vida sencilla, y luego, deja
todo por ahí, nadie ve nada, ni siquiera a él que parece mimetizarse en su caja
de madera, con todos esos cartones, y viendo al cielo se queda dormido, ronca
como un perrito tranquilo y despierta a la misma hora, a vaciar el mismo orín
en vasija nueva, la misma miseria humana en otros periódicos y continúa la
marcha.
Alguien
entrega una vasija con agua, o él toca a una puerta, no todas se abren, a veces
también ladra un perro conocido, y otros quieren comérselo a trocitos porque
son perros bien vestidos de mejor cuadra y cuna, y no les agrada su olor a
pobreza, ¡quién creyera esto!, así es, hasta los perritos discriminan a la
gente, entre ellos mismos se atacan, cuidan cada esquina como propia, protegen
cada árbol para que nadie dañe su marca.
Me gustaría
vivir como el loco Víctor, de arriba hacia abajo, sin pensar en nada, bajo un
árbol cantando una que otra tonada, gastando el mendrugo que gana en el día, sin
esperar a que llegue la noche. Camine y camine, tiene marcado el Paraíso con su
nombre, cada árbol le reconoce y cada jardín le espera, es como un ave sin
nido, pero en cada jardín puede hallar un gajo, o un prado muy verde, arreglado
por sus manos, y darme el gusto como hace él, de recoger todo su dinero y
tirarlo por ahí como basura, ¿para qué entonces recibe dinero?, ¡bueno, para
saber que estoy ganando algo!, pero en verdad no lo necesito, siempre como,
tengo vestido, puedo descansar, si enfermo alguien me llevará al médico, y el
resto, pues mirar, vivir como hacen los pájaros, si tengo hambre hasta las hojas son alimento, si
no ya se hubieran muerto las vacas, y mira querida amiga, ¡qué gordas se ven
cuando llueve y el prado reverdece!, pero si no hay lluvias, pasan delgadas
como yo, más puedo trepar árboles todavía y comer frutos de aquí o de allá, sin
ser dueño de nada, ni tener el afán y la angustia de otros por tener cosas. ¿Si
ves mujer, por qué me gusta mi vida?, no estudié porque no quise, mi padre
tiene mucho dinero, pero no quiero su dinero, mis hermanos estudiaron en las
mejores universidades, ellos me quieren y yo a ellos, pero no deseo sus vidas,
prefiero mi libertad.
En esto me
di cuenta que por querer ser como otros, no soy ni yo misma, ¿qué deseo ser?, a
veces me pregunto, no obtengo respuesta, siempre quise ser alguien, una actriz
era mi primer sueño, una bailarina, veterinaria, dueña de un gran negocio y en
verdad lo fui, pero no todo en la vida es lo que soñamos, algo sucede, debe ser
que mi sueño es tocar teclas y escribir un poco de mi vida y la de otros. No sé
hacia donde correr, acaba de llegar el hombre que jamás está en la casa, pero
no, era Diego, el hijo de Olga que vive aquí en mi casa, su padre abandonó a su
familia por un sueño, era un sueño de piernas cortas y gordas y dientes de
hiena, por tan poco cambió a sus muchachos tan hermosos, pero era su gran
sueño. ¿Cuál será el mío en realidad?, puede ser el de una luciérnaga, alumbrar
el camino para que otros puedan pasar, o iluminar el mío, para que mi amor me
pueda hallar.
Jamás
conoceremos nuestro sueño, no podemos enterarnos si lo hemos alcanzado, o
si en este momento se está concretando,
sin embargo, vivir es el sueño más hermoso de todos, con todo lo que tengamos
que pasar, con cada amargo y cada sonrisa, al fin hallaremos ese atajo que
descubra una enorme playa y podamos correr felices y desnudos, sin más encima
que nuestra alma, sin más abrigo que nuestra soledad, pues nadie puede volar
acompañado, la vida y la muerte son únicas, son amigas en la soledad, nadie más
que yo me puedo amar, nadie más me puede consolar pues sé en dónde me duele,
conozco exacto el sitio de esa punzada en el corazón y me abrazo, ¡qué fuerte
soy!, estoy contenta con lo que soy, ahora ya no quiero parecerme a nadie, el
sueño más hermoso soy yo, nadie más puede vivir mi vida, soy única como una
gema perdida en medio del universo, tan perfecto y tan extraño para mí, que me
parece que estoy soñando que soy la estrella verde que necesita un árbol, es
verdad, soy una estrella para mi propio tronco tan joven y tan amado, 56
anillos, pero un árbol puede vivir miles de años en sus semillas, miles de
heridas en sus caminos y jamás se quejará por nada.
Creo que
continúo siendo mi propia voz, ¿de qué me vale tener la voz de un vencejo
olvidado?, ¿de qué parecer una hoja vencida?, mi voz tiene el timbre de un
tambor en la llanura, y el eco de un alma buscando mi propia sombra, la que
vive en éste sueño de la vida y en ese descansar de la muerte.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
diciembre 16/15