EL DÍA
Qué no pase el día sin que agradezca a Dios por la nueva
oportunidad, por el madrigal y por la noche. Mañana no es mi preocupación, por
ahora dejo en sus manos la salud de mis seres amados y el techo rojo
acariciando el Magdalena al atardecer.
No habrá desperdicio hablando de los demás, menos queriendo
arreglar su existencia, ¿acaso no tenemos nuestro propio mundo revuelto? Hoy es
el día para reinventarme y dejar atrás todos los malos recuerdos, para atesorar
del sol su resplandor.
Un parpadeo y ya no seremos, ¿entonces porqué dañamos la
creación divina? ¿qué nos impulsa a destruir y maltratar a la naturaleza? Nos
creemos superiores a los animales y a las plantas porque ellas no tienen
perversidad como nosotros, ni siquiera podemos volar como los pájaros, ni nadar
como los peces, y nos creemos dueños hasta de la luz del sol.
Mañana no seremos ni siquiera un recuerdo porque habrá
pasado todo, y vendrán otras gentes con mentalidad y educación nuevas a poblar
este planeta que tanto hemos dañado.
Aún así tenemos tiempo para cambiar, para remendar los
trapos rotos, para abrazar la buena fe, para hincarnos ante la madre tierra y
suplicar perdón, un perdón lleno de ideas nuevas que sean acordes con lo que
tanto repetimos y poco practicamos.
Mi arrogancia de ayer es ahora una hoja seca perdida entre
la brisa de octubre, que caerá bajo un buen árbol, que florecerá junto a mí en
muchas estaciones en donde seré flor y fruto y volveré a volar una y otra vez tan
liviana y dócil como un cordero que acepta su destino.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 20/19