viernes, 18 de enero de 2013

A UN GALLO PURINO [40]


A UN GALLO PURINO [40]

Viendo ahora una nueva misiva
donde dices que ya no te importo,
que sólo soy una tonta ilusa,
y que de tus pantalones rotos
ni el mugre…


Ahora que me atacas con dobles estacas
y te subes alto desde otro gallinero,
te digo que mi canto es altanero
ya que por ti, sólo de risa muero.

Viejo zoquete don Navarrete:
De tu bigote rancio ni la comida pegada,
de tus orejas de gallo gaucho enrazado
veo sólo un pollo desplumado,

que canta muy fuerte
creyéndose macho con su caminao.

Deja tus arengas fuera del nido,
ya no empollarás más tus huevos.
Sola construí una fronda y conservé un olivo
y sin tu ayuda levantaré otro rancho
cerca de un arroyuelo
donde no creas que por ti  vivo.

Te dejo la vieja guitarra junto a mi gaita,
bailaré al son que me toque el destino,
pero contigo, ¡ni por el verraco le atino!


Un collar de perro me tenías al cuello
y sólo una dama fina se adorna de flores
que tú por ausente, dejaste libre el camino,
para que otro gallo más fino

viera mi jardín y donara sus amores,

para adornar con finura
mi grácil figura.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 18/13



LA MECEDORA DE MAMI [41]


Mi madre y mi padrino en Cartagena.

LA MECEDORA DE MAMI [41]

Soy ese trocito de mirlo que canta
que se eleva sobre las montañas
y de a poco, con una rama en su pico

silencia… calla…

Soy ese pedazo de ruina

que en medio de todo se levanta,
que arrima sus migajas de penas, las junta,
para formar con ellas una roca intocable
donde se esconda una perla
si te está recordando.

¡Qué poco parezco!…

Un pequeño gusano
arrastrado buscando una cárcel.
Olvidado se inflama se teje, se borda;
y en un instante, entre más ausente,
si más lejano del mundo parece,
alguien revienta un cerrojo
y ante tus ojos alertas es un hada brillante
que se embelesa ante todos los sueños,

 y danza…

Un poco de ti ha quedado en mí;
el verdor de las praderas pintadas en mis ojos,
las especias de tu amor desdeñado,
un espectro ha quedado que tiene tu sombra.
Fantaseo declamando un verso
creyendo que estarás a mi lado,

si mi voz te nombra.

Un guiñapo parezco sin ti,
una hoja al viento esperando su fin.
Altanera lluvia sobre mi calicanto
soberbios los rayos ante la miseria
y una flor blanca,

con tu olor me estremece,
adorada doncella de ojos tristes
cuando tu mecedora sin saber por qué,


se mece…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 18/13

¡QUIERO UN GUARAPO! [42]


Pichòn de Papayero.


¡QUIERO UN GUARAPO!  [42]

Compadre: ¡sírvame un guarapo de caña!
De la que se derrite en pailas gigantes
llega de pronto, y alivia endulzando las penas,
calmando el dolor que dejan los viajes
de aquéllos que marchan primero
sin poder siquiera regalar un beso,
ni esperar de nuestros labios decirles
que sin ellos, el jarrón está vacío,
y no abren las flores,

con el mismo encanto
en la primavera.

Quiero emborrachar mis lombrices;
que ellas comprendan de mi dolor interno,
que todas las cicatrices que tengo en el alma
empiecen a ver dos, o tres, o las veces que quieran.
Que se alimenten de éste dulce trago
en tanto dejo que salgan mis lágrimas,
que se atoran si los estoy pensando.

¡Déjelo ahí compañero!...acompáñeme si quieres,
pero por favor: no hables…
Quiero mi silencio conmigo, que estén ellos
que nunca han marchado…


Que escuchan mis versos, y escucho los suyos,
tomados de la mano, o riendo a carcajadas
como en los viejos tiempos.

¡Los veo tan cerca!, que hasta un beso puedo darles.
Tomo los viejos zapatos que tienen sus huellas,
el traje de sus fiestas, también olvidado,
su camisa a cuadros negros y blancos

que algún día usó mi muchacho,
y entre los recuerdos que han quedado
tomo su cadena donde estaba un Cristo
y una María que lo cuidaba.

¡Dóbleme el trago paisano!…
No importa si chillo tanto, que ya no me importe…
Que todos se den cuenta, que el corazón reventó en pedazos
porque es que al tenerlos; ¡cuánto los tuve olvidados!
y ahora que marcharon, mi vida sin ellos no es nada.

¡Venga compadre!, ¡tomémonos otro para recordarlos!...
Verás que en un rato, cuando el ure pida más agua,
los veremos levantar el totumo y tomar con nosotros,
con esas sonrisas que en nuestro corazón se quedaron.

Brindaremos por los días de sueños, y también de llanto,
por los milagros de la mesa con una libra de carne,
por las comadres y los primos que tanto amor nos dieron
y ante todo; por ellos, los que primero se fueron
sin antes decirles con un fuerte abrazo:

¡Cuánto los quiero!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 18/13