EL JAGÜEY (73)
Al iniciar el pequeño bosque
 
Un duro verano azota la pradera.
 
¡Qué reseca se veía la  parcela!
 
Ocres y amarillos y los robles 
 
Un lecho bajo su otrora sombra.
 
Los mirlos de pico dorado cantaban,
 
Una paloma, un toche, un canario,
 
Una blanca garza congelada. 
 
Y es que sentarme a observarlo todo
 
En el mutismo de mis blandas horas,
 
El verdor me llama, el corazón se inflama,
 
Las mariposas rondando son pequeñas hadas
 
Robando de las flores acíbar de amor.
 
Entre los espinos, casi bordeando un pequeño establo
 
Las pocas vacas hambrientas
 
Horadaban en el rastrojo, un poco de aliento.
 
A lo lejos, el borriquito correteando a una ternera
 
Jugando a ser niños por siempre,
 
Y yo ahí, maravillada de sus dulzuras
 
Enamorada de sus ojos brillantes y bellos.
 
Bajo las ramas de una enorme bonga
 
Que por éstos tiempos se tornan desnudas,
 
Pequeños copos de nieve son flores,
 
Desgajadas semillas, pequeñas lunas de madera.
 
Y allí, buscando un tanto de alivio a las penas
 
Tan lleno de dulzores entre verdes algas,
 
Un pequeño lago, labrado por manos de hombres
 
Recogió del viejo aguacero sus aguas.
 
Un remanso en medio de todo…
 
Oasis para las pequeñas avecillas negras,
 
Ahí esconden graciosos pichones, entre hojas
 
De azules colores y verdosos matices tornasolados.
 
Uno que otro salto se escucha,
 
Es el amor entre ranas y sapos.
 
Es que disfrutar  los
sonidos del monte
 
Nos hace olvidar dolores pasados.
 
Enmudecida ante tal belleza
 
Mis amados lotos de flores tan bellas,
 
Me regalan un recuerdo de manos abiertas
 
Y aquí no pude soportar mi tristeza,
 
Cuando a mi madre entregaba sus perlas.
 
Barranquilla, mayo 17/13.