lunes, 7 de octubre de 2013

PALABRITAS DE AMOR [104]

PALABRITAS DE AMOR [104]

No tengas piedad
si me acerco a tu boca,
ni la tengas
si me tomas en tus brazos.

Ni lo pienses más de una vez,
pues tanto como me deseas,
te anhelo.

Calma mi temblor,
sin miedos,
ya que ante tu amor,
el miedo estorba.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre/13



DUERME NIÑA [105]

DUERME NIÑA [105]

Duerme mi niña, duerme,
que entre las espumas del mar,
una gaviota...
Entre las nubes no habrá duende,
ni habrá derrota.

Duerme entre el perfume de las flores…
¡Qué dulces se ven tus alas!
¿Será un cisne el que viene,
entre los rayos de plata?

Duerme que nada duele
cuando se cierran los ojos.

Un mirlo en cantar se entretiene,
una niña para de sufrir.

Hay un alivio al no verte
ya que el dolor se termina.
Tu recuerdo será perenne,
entre los lirios del bosque...

Serás rocío en mis ojos,
estrella en el firmamento,
y antes que termine tu cuento
de hadas y niñas felices,
estarás perfumando,
entre las flores y el viento.

Duerme,
duerme mi niña bonita...

Hay un camino muy suave,
viste tus alas azules,
¡que ha terminado tu viaje!...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 5/13





GOLONDRINA [106]

GOLONDRINA [106]

Y yo,
golondrina de alas tornasoladas,
tan simple viajera,
¡tan del montón!,
¡pero tan llena de brillo!.

Eso seremos en medio del inmenso azul,
pequeños puntos negros.

Pero ante la luz del sol,
diamantinas plumas,
ojos pequeños,
seguras joyas
que en tejer un nido se entretienen,
y en bordar amores en los picos
se afanan.

Eso seremos…
Aves de paso
como la melodía de mi princesa.
Hilos de colores
 que no se niegan ante la luz,
y desaparecen en cualquier oscuridad.

Has regresado un instante,
admiro tu obra en un rincón del tiempo...

Tres pajecitos desnudos se llenan de joyas,
y como tú,
en la estación indicada;

levantan vuelo,
junto con otra bandada...

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, octubre 5/13

AQUÍ VOY [107]

AQUÍ VOY [107]

¡Déjame ir!,
no me llores porque me detengo a verte.

Permite que remonte a la montaña más azul,
hacia un camino de todos los celestes...

No me atajes, aquí nada duele...
No arde mi piel ni me atormenta el delirio,
no hay fantasmas que me acosen,
sólo la brisa...

Permite que me acerque al iris de sus ojos...
¡Son tan blancas sus manos!

Un poco más arriba, el verbo tiene aroma,
un aroma que roba mis lágrimas
y las convierte en manantiales.

Déjame ir... ¡estoy cansada!
Más arriba de todo hay una madre y un padre,
tengo una casita dorada llena de  aves
de todos los pájaros de colores
que ayer regresaron...

Estaré por ahí, rondando tu casa,
seré una blanca paloma, una garza.

O pueda ser que en cualquier primavera
sea una mariposa de variados colores,
o tal vez  una golondrina, armando un nido
cerca de tu ventana.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 5/13



TAYRONA 2 [108]

TAYRONA 2 [108]

El Tayrona es un parque protegido, pero más que eso es un negocio de un francés, a quien dieron concesión para 4 playas, eso fue lo que nos dijeron los nativos. Cuando viene lo hace en helicóptero, a llevarse todo el dinero, algo que debiera ser explotado por, y para los indígenas que habitan la zona y los nativos, que son quienes cuidan el lugar.

Nos dijeron que los indígenas están derribando árboles que tienen miles de años ahí, para hacer sus casas, que algunos llegaron hace poco y no son de la zona, pero que nadie puede meterse con ellos, que les han enviado notas del gobierno para que no continúen, pero a ellos parece que no les preocupa, eso fue lo que nos dijeron, pero la selva siempre ha estado ahí con ellos, y ha sobrevivido, tal vez ahora no sabemos cómo sea.

Hay horario para entrar a nuestra casa, cobran la entrada, inician desde las 8 am, dicen que para protegernos de las serpientes, hay policía en caballos argentinos que son enormes, y el resto son restaurantes sin tanto lujo, palmeras, alquiler de colchones y casitas plásticas en medio de la espesura, en una planicie sembrada de palmeras.

Una caminata que inicia por senderos en medio de la espesura de la selva, sin tantas aves y animales, pues me dio la impresión de que marcharon hacia otro sitio, pero el estiércol de los monos y el canto de los loros era lo que más escuchaba, creí que me encontraría con muchos animalitos, pero estaban todos durmiendo en otra montaña.

Pero tropecé con mariposas, una dorada se posó en mi hombro, una azul gigante salió de la espesura, quise verla pero se perdió tan veloz como apareció, para cuando no la buscaba, aparece ante mis ojos, con ese azul tan brillante, intenso y bello, pensé que los azules me persiguen, es el color que a Dios más le gusta, estoy segura, y me he vuelto muy amiga de mi Señor.

Subidas, bajadas, rocas, senderos nuevos en madera en algunos pasos, y finalmente, llegar a cada sitio y ver esos colores tan hermosos, transparentes, un mar tan claro como un espejo, enormes rocas, dos islas pequeñas, imaginé mi isla, a donde iré con mi amor soñado,  será éste el sitio escogido, arriba de la roca más alta, porque ahí estaban, una sobre otra, contando una historia, algo sucedió, tal vez bajaron del cielo en alguna época, hicieron estación en el mar y formaron una isla, para que todos viéramos que en este sitio, había algo más que aguas que sabían besar y cantar, sino una presencia más allá de lo que imaginamos.

Observé a varios extranjeros viendo al horizonte, ocupados en pensar, quién sabe qué sueños pasarían por sus mentes, estaban igual que yo, creyendo tal vez que era otro sueño dentro de cada sueño, un paraíso perdido, donde no muchos pueden llegar.

Tantos años y nunca había ido al Tayrona, fue un maravilloso regalo, un viaje donde creí que mi corazón se salía y que tal vez no aguantaría, pero sí, aguanté el viaje, y como nos dejaron rezagados los más jóvenes, planeamos con mi hermano Pedro, de regreso, hacerles la jugada, y alquiló dos caballos.

Un espectáculo maravilloso llegar al mar, los cangrejos de paso tan hermosos, fabricando en el camino muchos huecos, y asomaban sus caritas de chismosos, para ocultarse de nuevo y dejarnos pasar.

La gracia de ver todos esos chicos jóvenes y bellos disfrutando de esas playas, al finalizar la espesura de la selva, como un regalo de Dios para el caminante, fue lo más bello de todo.

Los ancianos no podrían llegar ahí, esa parte me entristeció un poco, mi madre nunca vio ese mar, ni esas islas, ni las rocas tan enormes, ni los verdes tan intensos… tal vez ahora estaría por ahí sin que la viéramos con nosotros, acompañándonos, porque nada malo sucedió, fue un viaje sin rasguños, todo llano a pesar de los miedos.

Nunca había visto esos colores, cuando alguien vaya a ese sitio sabrá de qué colores les hablo, de esos azules del mar y del cielo, donde todos llegan buscando un poco de paz y  consuelo.

Hay una playa antes de llegar a la playa más bonita, a donde nadie debe bañarse, pues más de 200 personas se han ahogado ahí, se ve el agua de un azul diferente, pero es por la profundidad de las mismas, iniciando desde la orilla, esa me asustó un poco, pues es un paso obligado para llegar al paraíso. Después quisimos ir a la playa nudista, pero nos gustó más donde estábamos y regresamos.

A las 4.30 el recorrido a caballo, subimos ilusionados creyendo que les haríamos burla a quienes se fueron a pie, pero fue la aventura más tremenda, por unos caminos de herradura, donde los pobres animalitos luchaban con sus vidas por regresarnos bien al mundo de cemento; estuve a punto de caer, empinadas zonas llenas de roca y barro, serpientes mapaná al paso, oraciones, bendiciones al chico que tenía que subir y bajar cada día con sus caballos, y la gente que hacía éste recorrido.

Ya de noche llegamos, todo estaba oscuro y nos reíamos a carcajadas porque no podíamos creer que llegamos sin un rasguño, en el camino nos encontramos con dos indígenas vestidos de blanco, /su atuendo, descalzos en medio de la selva y con paso firme en la oscuridad.  Sí, son ángeles, porque caminar así, sin miedo a los peligros de la selva, sin armas y descalzos, parecían flotar, y con un saludo desaparecían de nuevo.

El chico que nos conducía mató tres mapaná que le salieron a mi angelito blanco, se detuvo de repente y sabía que algo malo pasaba, y no una, sino tres, el chico las mató, me dio pesar pero dijo que si no las mataba, ellas podrían matar al caballo y a nosotros, pues su veneno es terrible.

Regresamos a casa bien, felices, dejamos todo el cansancio que llevábamos y creí que amanecería con dolor en el cuerpo, pero todo se quedó allá, como por arte de magia, el estrés, el agotamiento, la tristeza, en un solo día, en unas pocas horas la selva de los Tayronas me devolvió la felicidad, y la isla me espera, porque allá estaba para mí, en otra historia que contaré más adelante, es un sueño que diviso entre la espesura azul y verde de las sombras que me siguen.

A mi hermano Pedro y cuñada, gracias por el regalo, por la experiencia maravillosa de la caminata y por el susto del regreso, para finalmente comprender que dos ángeles nos llevaban sobre sus lomos, sin importar sus propias llagas de cada día, mientras alguien guiaba el camino, tan pequeño y fuerte, como los mismos potros.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 7/13


TOMÉMONOS UN TINTO [109]

TOMÉMONOS UN TINTO [109]

Tengo la manía de tomar café caliente,  diviso manos sudorosas, señoras que van y vienen con ollas donde todo se  quema, y al paso del tiempo los olores llenan la estancia de esperanzas y barrigas llenas.

Descubro el perfume del café, aroma de las blancas flores de los cafetales, el lecho de sábanas que ofrendan una oración bajo sus gajos de pequeñas perlas verdes,  el tiempo las cubre de dorados, de amarillos, de rojos vivos como la sangre, para entregarse a las manos curtidas de las mujeres y los hombres, que con amor los toman como regalos vivos de sus plantaciones.

Viene ahora esa boca abierta de metal que parece tragar las semillas rojas,  al instante un bulto de abono, y las joyas perladas con dulce sabor, se llevan al sol para el secado...

La molienda del día aromatizando la estancia, las ruanas colgadas, la piedra para afilar el machete, el totumo, las alpargatas, el sombrero de palma...

¡Qué bellos recuerdos del campo!, el despasado, el escoger las grandes para que sean llevadas al extranjero, las mejores para otros, mientras las pequeñas se quedan en casa, las diminutas que guardaron su vida para quienes abonaron el terreno, y con ese olor bendito de las bocas llenas, sentimos un beso de amante escondido bajo la ruana, ¡llega el café!, con ese aroma a campesino, con ese dulzor de manos curtidas acariciando el rostro de sus damas, a calmar los calores del día, en tanto en la cocina se revuelven los niños, para que se vuelvan diamantes negros, quienes bendecirán cada día, las labores arduas del campo con un te quiero.

¡Mirémonos a los ojos!, acaricia las manos, continuemos arrancándole diamantes al campo, para que retorne la magia de la vida sencilla y simple, ahí la felicidad tiene color a café sembrado y sabor a tinto caliente.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 7/13






PENSANDO EN TI [110]

PENSANDO EN TI [110]

¿Quién dijo que estoy llorando?
Espero en el mural del tiempo
esa palabra tuya,
correr a tu lado
atrapar mi mariposa azul,
y perderme en tus brazos.

Ayer vi dos, ¡maravillosas y gigantes!,
al querer alcanzarlas volaron
hacia la montaña más alta del mundo.

Será allí donde estaré contigo,
cerca del sol y las estrellas,
y lejos del mundanal ruido.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 7/13



DERECHO DE AUTOR [111]


DERECHO DE AUTOR [111]

Cada segundo nos regala un paisaje diferente,
su  palabra suya penetra como brisa fresca,
la voz del bosque son sus letras...

Entre ramas de colores la vida pinta una violeta,
un gorrión busca un motivo y empieza a trinar;
una garza blanca se entrega a un manantial
y los árboles mudan sus hojas,
como las aves sus plumas,
en tanto, el autor de cada obra
envía sólo rayos tibios de luz
que penetran cada rincón del tiempo.

Unos van y vienen,
cada quien con sus angustias y afanes
entregando lo que su corazón tiene...

Unos derraman hiel sobre las flores,
mientras otros sus perfumes.
Cada segundo el paisaje es cambiante,
el cielo se torna de azules,
para en un parpadeo,
ser como una primavera que persigue un bosque
para transformar un cerro,
y regalar vida a un desierto.

¿En dónde estará la firma de tan mágico pintor?
¿En dónde estampa la huella el dueño de todo?

En esto me ocupo, mientras regalo unas letras,
en esto pasa mi vida, en tanto bordo sueños en la arena
y las olas, tan vivas y alegres, las borran,
para que sólo aparezca la firma de su autor,
en el cielo…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 7/13