lunes, 9 de junio de 2014

LUNA DE JUNIO

LUNA DE JUNIO

6 de junio de 2014 a la(s) 11:46
¿Me darías de tu elixir?
Intento sobrevivir
aliento mío, mi sol
abrazada de una espora
protegida en tu amor.

¿Vendrías a mí?
Pétalos para ti
miel mi corazón
para mi amado colibrí.

No tardes,
esperar no es válido
cuando el sol temprano
y la brisa mañanera
agita mis pétalos
que siempre te esperan.

Ven, poema mío
amor mío en ti soñando
desde la aurora
hasta el ocaso.

Y llega  la noche
serena y mágica
luna de junio,
¿lo has invitado?
dile que a las 10 pm
te estoy  mirando
y todo el día
lo estoy pensando.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 6/14

Imagen: Internet
Cuando llegue el amor, una sombra pasará  por mi árbol, pero no estaré aquí, sino sobre las aguas de un lago, llena de gracia, para ser poesía y motivo. Luz en la oscuridad de un ave de paso será una razón, para que me veas de cuando en cuando, de vez en vez...
Cuando llegue el amor, una sombra pasará por mi árbol, pero no estaré aquí, sino sobre las aguas de un lago, llena de gracia, para ser poesía y motivo, luz en la oscuridad de un ave de paso, será una razón, para que me veas de cuando en cuando, de vez en vez...

MADRES L2R

MADRES L2R


El mar estaba ahí,
con el sol de lleno
tocando cada fibra
cada hilo moreno.

Y la madre
como una flor oscura
con sus pechos plenos
aprisa,
siendo una hoja
mecida por la brisa,
movió en el corazón un arpa
y en los labios, una sonrisa.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 7/14


RECOGIENDO FLORES

RECOGIENDO FLORES L2R


Aquí estoy recogiendo flores
las espinas fueron parte
y las rocas, enseñar su arte.

Con cuidado hemos de caminar
para no enredarnos,
con certeza veremos mañana
que lloverán briznas del cielo
y nuevos pétalos perfumarán,
aunque estemos lastimados.

Una tras otra, con diferentes aromas
atraerán moscas o ranas, aves o abejas
llegarán gorriones y colibríes
mariposas negras, blancas, galanas.

Y al rato, cuando el sol de la tarde
insista en ampollar la piel,
una brisa suave, un cambio de luna
tal vez un huracán devastará todo
pero habrán sido esparcidas semillas,
que volverán una tarde prodigiosa
llena de encanto, siendo primavera
otra vez aunque duela la piel
y de nuevo heridos estemos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/14
Alexander Averin


LLUVIA

LLUVIA

Bajo esa lluvia
para apagar la sed,
el fuego.

Estar un tanto
alguna vez
en un sueño
y ver las aguas correr.

Lluvia de abrazos
como sábanas
sobre la piel.

¿Qué otra desearé?,
quien me debe amar huye
y el precipicio está cerca
cuando se aleja el ruido
y la soledad regresa.

Por eso me atengo a él,
a ese aguacero de amor
que tanto espero.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 7/14

LA ROCA Y EL SABIO (CUENTO)

LA ROCA Y EL SABIO

9 de junio de 2014 a la(s) 13:56
El sabio decidió que sería sombra, y pasó sobre la roca sin dañarla, sintiendo ella sólo el frescor de un olivo, o el transitar de un águila, uno que otro pétalo caía, sin lastimarle, alguien encendió el fuego sobre ella, pero nunca renegó, estaba ahí porque su destino era  ese, pero también conoció el amor, y grano a grano de la arena que la formó, se componía  de miles de amores que se esparcieron en el viento, y que poco a poco se juntaron, para hacer de ella lo que era en éste momento, una pequeña roca  a la vera del camino.

Estuvieron miles de años hablando con el sabio, conversaban sobre los musgos, contaban de las orquídeas que nacían en cualquier rincón, aferradas de sus blancas raíces a cualquier tronco que encontraban, y él dejaba la mochila, su collar, la pulsera que le regaló una gaviota,  y sin hablar, acariciaba a la roca, y le musitaba al oído muchos versos y cuentos, que poco a poco la convencieron de que él y ella eran uno solo.

Enamorada al fin, ella quiso volar, y le decía: oye sabio, ¿por qué no haces que yo sea una libélula?, así podría estar contigo, pasaríamos los dos por muchas veredas, y entre los cantares del bosque sería posible el amor ¿no lo crees?

El sabio no respondió, siguió siendo sombra sobre la roca, iba y venía, dejaba la carga que llevaba y la roca soportaba todo su peso, ¡lo amaba tanto!, se había dado cuenta que el saber no está en hablar mucho, se parecían los dos, aunque la roca a ratos un poco parlanchina, al paso de la brisa su voz asustaba, susurraba o besaba, era suave y no sentía dolor, la voz de la brisa como una sábana limpia, le decía siempre que tuviera paciencia, para que alguna vez pudiera parecerse al sabio.

¿Paciencia?, ¡estás loca brisa!, ¿no me ves aquí año tras año, siglo tras siglo, ¿siendo sólo una gris roca?,¿me has escuchado alguna vez quejándome de mi suerte?...

Y la brisa le azotó con fuerza: ¡Siiiiiiii!, ahora te quejas, aprende del sabio mujer, él camina y camina, se quita las sandalias cuando entra al templo, que es el bosque más puro, y  luego viene hacia ti, y  reposado simplemente entona cantos de flautas y sones de guitarra, ¿te das cuenta que su rostro siempre es feliz?, nunca verás a un sabio triste, así que debes aprender un poco más, hoy cuando el sol te de fuerte en el rostro, simplemente soporta, y cuando el frío forme una cabellera blanca sobre tu cien, aprende de él a ser paciente, y al anochecer  sentirás la tibieza de la luna, y sabrás que el sabio nunca se ha ido de tu lado, porque él y tú, son uno solo.

Roca no dijo nada, y  aprendió a callar, ¡es tan difícil hacer silencio!, pero ella dejó que todos los ruidos pasaran sobre ella, que los golpes no le dolieran, que los afanes y prisas de los demás no la perturbaran, y al fin, el sabio comprendió que lo que sabía, era gracias a la roca, y que su sabiduría venía del fondo, muy dentro  de ella, en  donde lágrimas se convierten en joyas, que el hombre roba a golpes y talla para su provecho, pero esto nunca le quitó la sabiduría que para los dos, venía de la sombra del olivo.  Así de sencillo. Se  recostó el sabio, acarició a la roca y los dos, se quedaron dormidos por una eternidad.

Olvidó que  llevaba un libro y quedó su recuerdo ahí, para que todos los que pasaran lo vieran, su título: EL SABIO, y el olivo leyó cada una de sus páginas, las gritó a todos para que aprendieran a vivir.
Una libélula pasó y se posó sobre el libro: ¡qué rara sensación tengo!, alguna vez soñé que un sabio se había enamorado de mí, pero al pasar por aquí, encuentro un título, un libro viejo,  un pensamiento… ¿será que estoy loca?, raro…muy raro… y además me pareció escuchar una risa muy bonita, una gaviota me dijo que un sabio vivió hace muchos siglos aquí, y se enamoró de una roca, y que en las noches de luna llena, se ve su imagen oscura, señalando al cielo, advirtió que tenía tantos poderes,  que con solo levantar las manos, podía  tocar el sol, y servirlo en una cuchara de bronce, para que de a poco probáramos de esa gran sabiduría dorada.

La libélula se quedó sobre la roca un instante y fue fortuna para todo el que la vea pasar ante sus ojos.

¿Sabio o loco?, no lo sé, pero una página se escribió, para que muchos la leyeran, una sombra oscura de un hombre que aprende, sobre una  gris roca, sólo eso.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 9 junio/14


¿Y qué fue de la gaviota?, la verdad no lo sé, dijo la libélula,lo cierto es que me alimento de sol,del mismo que el sabio y la roca toman.
¿Y qué fue de la gaviota?, 
la verdad no lo sé, dijo la libélula,
lo cierto es que me alimento de sol,
del mismo que el sabio y la roca toman.

HABÍA UN SOL (CUENTO)

HABÍA UN SOL (Cuento) L3R

9 de junio de 2014 a la(s) 9:05
Había una vez un caballero llamado Sol, amigo de la  vieja Luna, cierto día Sol estaba tibio, y  Luna ardía, las estrellas habían desaparecido, y todo se había despejado, pero Sol seguía oculto por días y días; nubes azules  brillantes ocultaban su belleza,  esto inquietó mucho a  Luna que dijo: tal vez si pinto mi rostro de blanco, pueda ser que si pareciera  que un astro de paso mordió mi frente... o si algún día me antojo en estar tan dorada como él, pueda fijarse en mí.

Pero no, Sol pasaba y pasaba, veranos, inviernos, primaveras, y  Luna estaba triste, porque él nunca le hablaba de amor, y se quedó prendida del cielo esperando  una mirada, un te quiero, un poema al menos, pero Sol estaba muy entretenido, y pensó que  Luna era muy necia y la olvidaría.

Luna se dio cuenta, y se contentó con estar desde la distancia viéndolo, tan solo aparecer, y regalar cucharadas de su brillo, para que ella se contentara al menos.

Lo vio bajo un árbol, jugando con una cámara a pintar sueños sobre mesas transparentes, lo adivinó entre los gajos secos de un árbol inexistente, cerca de un lago, sobre el mar, mientras ella corría y corría, pero nunca llegaba un amanecer  para estar junto a él.

Sol calló, ¿hasta cuándo?, -pensó Luna.

Me gustaría saber de un día, donde me diga que seremos uno, en cualquier mañana o cualquier atardecer, y que nos veremos desde una casa de madera, como los mejores amantes, los más fieles amigos, y los más dulces hermanos.

Sol se dio cuenta entonces, y encendió su mirada, tenía el rostro sonriente, y Luna se puso llena, se embarazó de su amor, y un mundo de poemas, parieron entre los dos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 9 junio/14



En una casita cerca del sol, vivieron los amantes por muchos años, y dicen que los encontraron abrazados bajo un roble, en un castillo donde había flores prohibidas que perfumaban mucho más que las demás.
En una casita cerca del sol, vivieron los amantes por muchos años, y dicen que los encontraron abrazados bajo un roble, en un castillo donde había flores prohibidas, que perfumaban mucho más que las demás.

EL POETA Y LA MORSA

EL POETA Y LA MORSA

9 de junio de 2014 a la(s) 16:05
Había una vez una morsa que dormía en una roca blanca, cerca del mar, y lo níveo  de su piel se parecía al de la  roca... el poeta pasó sus ojos y exclamó: ¡jajajajaja! ¿De semejante morsa creen que me enamoraré?, y no volvió a enviar música linda a la morsa, motivo por el cual ella empezó a sentirse muy triste y desmotivada, y decidió que algún día sería una guitarra, sólo para él...

Pero pasó el tiempo, y la morsa seguía siendo morsa, y el poeta ni siquiera volteó a verla, ella  dejó de comer, la grasa acumulada le sirvió para muchos inviernos, veranos, primaveras,  más no se convertía en una guitarra que era lo que ella deseaba.

¡El poeta no se enamorará de mí nunca!, ¡soy una gorda, pesada y maluca!,  ¡¡buaaaaaaaaaaaaaa!!
-lloraba la morsa  y se quejaba de su mala suerte.

Un carroñero pasaba por ahí y le pregunta: ¿Por qué lloras hermosa?, ¿cuál es la razón para que estés tan dolida?

-La morsa le contó su historia de vida, y le dijo que se había enamorado de un poeta, pero que él nunca se fijaría en ella, por su condición de fofa y gorda, además de blanca, que no tenía pies para correr ni manos para abrazar, ¿cómo haría para llegar a él,  y que se diera cuenta de que aparte de ser morsa, también tenía capacidad para amar?...

¿Para qué te afanas porque te amen?-dijo el carroñero-  Debes iniciar por amarte cómo eres, nadie será como tú, porque eres única, como cada pétalo de flor y cada espina de un cardo, pero nadie podrá nadar como tú, ni aguantar el invierno como lo haces, eres una creación de la providencia, y no debe preocuparte lo que otros piensen de ti, sino lo que realmente eres interiormente.

-¡Si, pero yo lo amo a él, no quiero a otro!, ¿cómo haría para que él se fijara en mí?

No tienes que hacer nada, si es para ti, él vendrá sin darse cuenta siquiera de que no eras una roca en su camino, sino que se acaba de estrellar  con el amor verdadero, no pretendas aparentar lo que no eres, morsa o flor, roca o espina, hoja o gota de rocío, cada uno de nosotros estamos aquí por algo y para algo, muchos no encontrarán el amor, porque viven angustiados  buscándolo, pues  el amor no se fabrica, el amor es todo lo que ven tus ojos, el arenal que soporta tú peso, cada ola que besa tu piel, y la inmensidad del mar… todo lo que ven tus ojos es el amor, ¿para qué buscas lejos, lo que está  ante tus ojos?

La morsa no dijo nada, se quedó viendo al carroñero: ¿Cómo puedes hablar así, siendo un carroñero?, tienes que alimentarte de lo hediondo, de lo que apesta, ¡y  hablas con tal nobleza!, ¿dime cuál es la clave para ser como tú?

El carroñero abrió sus alas ante el sol, se dio un baño de luz y le dijo: acepta, simplemente acepta que no puedes ser como los demás, que debes ser tú misma, cuando te des cuenta de lo grande y maravillosa que eres, dejarás de compararte con otros, y de vivir pensando que los demás son mejores que tú, sólo así podrás encontrar la felicidad, que no está en el poeta, sino en ti misma.

El carroñero se elevó con las brisas marinas sin voltear atrás, feliz de ser  lo que era, y la morsa se vio hermosa al fin, y se lanzó a lo profundo del mar, olvidándose del poeta  y sus propios afanes.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/14


 Imagen: Internet
Algún día se congelarán las aguas y el poeta pasará con su cámara, ahí estaré con él, sin renegar  más.
Algún día se congelarán las aguas, y el poeta pasará con su cámara, 
ahí estaré con él, sin renegar más.

EL POETA

EL POETA

Mi poeta amado, ¿qué haces?
¿sentado esperando flores amarillas
de todas las señoras que te aman?

Sobre la mesa, tu esposa,
a un costado, tu ángel rosa
la estrella de David, ¿o es la tuya?
tu blanca pared llena de sueños y esperanzas
y sobre tus piernas, tu gaviota.

Cada rincón tiene algo de tu vida
amores que van y vienen junto al frío
a los cambios de estación
las salidas viendo caer blanca lluvia
dejando caminos de eternidad a tu paso
huellas del caminante que ayer no sonreía.

El bardo querido viendo siempre hacia el norte
declamando su propia poesía,
elaborando sus propios pinceles
y delineando cuerpos de mujer,
estalactitas de colores para lograr un sueño.

¿Me has visto acaso?
¿No tengo lugar en tu pared?
Quisiera al menos ser parte de tu iris
que enciende mi corazón tantas veces
y al dormir conmigo se queda.

Y ahora, que sólo tú sabes de mis locuras
deseo sigas sonriendo, sigas brillando,
con esa luz tuya tan bonita
que hasta me dan ganas de volar
y arrinconarme por ahí como un gorrión,
viéndote ir y venir por ese camino de la vida
tan perseguido lejano y deseado.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/14