jueves, 18 de abril de 2013

ROSAS BLANCAS [74]

ROSAS BLANCAS [74]


Tomada de tu mano 

soy ese bebé multiplicado,

zapatitos rosa y azules

candiles encendidos,
tu rosario…


Eres tú. mi rosa de vida,

la que tiñe de colores mis sueños.

Paloma triste, abrigadora:

¿En dónde estás,

que no escucho tu cantar?


Mi acolchado nidal,

pechos llenos de tibia leche,

voz del sinsonte en la ventana

allá donde estás,

¿le puedes escuchar?


Tus besos en mis pies…

Tus caricias en mis manos,

eres una niña, soy tu bebé,

aunque parecíamos ancianas…



Ya el dolor cedió,

los cables marcharon,
las agujas que hirieron tu frágil corazón,
los moretones en tus manos…


Ahora eres otra niña en otro cielo,

acabas de nacer 
a una nueva vida.


Todo es alegría en esa enorme casa.
Los empedrados… las rosas blancas
y tus manos de sembradora 
en otro huerto
donde también me amabas.


Ahora la vieja soy yo…

¿Quién tomará mi mano?

¿Será que en donde estás 
puedo alcanzarte?



Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 18/13 



A MARÍA [75]

A MARÍA [75]


Reina de corazones,

fuego interno que no se apaga;
alborada donde los gorriones anidan
y las garzas llegan a dejar sus amores.



En tu jardín hablan las flores,

el dolor se queda 
para convertirse en sinfonía.


A ti que ni un verso,

ni un poema,
pues todo lo eres,

madre amorosa,

reina consentida.


De mis ojos tal vez una lágrima

donde sales de vida 
nos convierte en lloronas.

De las perlas de tus ojos 
que el mar adora,
un rosario declamaré 
cada vez que pueda.



Y con la fe que me anima a continuar,

dejo mis cargas en tus manos,
toma mi dolor y desespero

y llévalos a volar.


Que se queden las rosas encendidas 

y habite en mi corazón
la paz de las palomas.


Ante tu amor
ser lámpara 
que no se apague,

con el anhelo de morir sin llorar

cantando por el sol 
sobre tus pies.


Ahí los brillos se quedan por siempre

volando plumas de colores,
mecidas por la brisa.


A ti mi orquídea,

posada con la humildad de las reinas
que sin corona habitan y suspiran,
tienen su luna llena 
parecida a un globo vivo,
en donde nacen 
y mueren los poetas.


Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 18/13


MI BARCA PEQUEÑA [76]

MI BARCA PEQUEÑA [76]

Subo a mi pequeña barca
y me voy a navegar.

Me encontró el nuevo día con los ojos abiertos,
tal vez si duermo, no despierte,
y mis pequeñas flores de loto
ocultas en el lodo,
no puedan mañana el sol divisar.

¡Qué placido es navegar en letras de colores!
¡Cómo cantan los grillos y las cigarras se enamoran!
La oruga abre su celda y decide volar ante mis ojos,
rompo las cadenas oxidadas de mi vida y le acompaño.

Mis letras se vuelven cenizas en el aire,
se pintan de dorados con destellos mágicos,
y sobre ellas, con mis remos,
continúo sin cansancio;
ya llegará la hora de caer
sobre una rosa blanca.

A lo lejos, aún sin timonero me conduzco.
Suelto los remos
y dejo que la corriente me lleve.

Divino sol:  ¡de nuevo me acaricias!
Despojada de todo voy,
y abandono mi desnudez
entre tus manos…

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 18/13

ANDERSON [77]

ANDERSON  [77]

Mi tesoro bello,
cada mirada te recuerda,
cada blanco,
cada azul,
cada lucero encendido.

Te recuerdan las flores vestidas de rojo,
los naranjales floridos,
te recuerda mi corazón
que se mantiene herido.

Y a cada paso,
 a cada vista por éste incierto camino,
me confundo sin razón,
pues quiero volar contigo. 

Raquel Rueda Bohórquez
18-4-13 





A MI PRINCESA [78]

A MI PRINCESA [78]

Fui al mar 

a buscar una caracola,
entre los escombros lanzados, 

hallé unas rosas.


Entre el arenal,
perlas de sal,
y en mi corazón 

una roca.

Fui al mar a buscar un color
y encontré granos de arena
que una ostra robó,
para calmar mis penas.

Y un collar más tarde
para rezar a María las dos,
pues tantas veces ahuyentada de tu amor
me hallaste otra vez dormida.

Pero aquí encontré esa flor
del eterno cariño por siempre,
la que pinta los párpados 

con gotas pálidas,
donde se queda la sal de la vida eterna
y el dolor quebrantando los huesos.

Levanto el ánimo de nuevo,
me encuentro de cara al sol
y una oración con fervor
ésta vez me halló despierta.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 17/13 

VOLANDO [79]


VOLANDO [79]

Cierro los ojos de nuevo;
esto se ha convertido en locura,
diviso del piano tus blancas manos,
y entre los cerros abiertos
cual navegante del cielo, te advierto…

Vuela… ¡vuela lejos!...
 Apartado de los hedores del mundo,
alejado de la vanidad y la indolencia.


Allá a lo lejos, sobre la cuesta, 

lo que espero
entre blancas nubes 

y azulados destellos.

Cierro los ojos y me consiento… ¡qué linda soy!...
¡Cómo lucen mis dorados ojos con las montañas
y mis blancas alas matizadas de negro
con mis deseos adornados de flores de colores,
donde la vida es más que los sueños!

Toma mi mano, cantor de los silencios…
Convierte mi pentagrama en alegría,
que suenen las teclas una vez más
y mi estallido sean gritos de amor,
cuando me arrodille a recibir tu mies

y se proclame en cánticos el desierto.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 17/13 

ROSA VIEJA [80]


ROSA VIEJA [80]

Se antojó la rosa vieja de juventud,
la vi de nuevo en su esquina,
en ese cruce que a otras encontró desnudas,
y a ella con frío.

En un huerto pródigo
las mariposas se desvanecen
dejando orugas silenciosas sobre las hojas,
con todos los sueños amanecidos.


La vi otra vez

con sus ojos puestos en el sol,
/vieja costumbre anhelar 
ser amante de un lucero.

Sí, el vencejo en primavera 

quebró sus alas al descuido,
le azotó la brisa, 

el huracán se volvió necio;
una llama se apagó 

a pesar de estar encendida,
y el astro dorado 

se robó todo sueño.

Marchó veloz,
fue una flecha disparada 
de no sé dónde,
dejando las pavesas para el río, 

para la brisa.

 Su negra cabellera de aquéllos tiempos
donde su innegable brillo 
lúcida le mantenía,
con esa nostálgica mirada 
danzando al sol de cada día.

La doncella no entendió
en qué momento la vida pasó.

¡Soñar!… ¡soñar!… ¡soñar!…
Nos toma la tarde con un café caliente en las manos,
 y éste verano que presiento fuerte,
se volverá invierno desolador
arruinando los plantíos,
derribando montañas
que ya no las sostienen 
ni los ancianos verdes.

Sus panzas 
serán llenas de una sangre blanca
que en otros tiempos era bendita,
pero que hoy, ¡triste vida de mi madre!,
mi negra llorará en cantares
y gemirá poesías de llanto,
para ser elegías siempre,
con el dolor acunando los cerros,
y madrigales de lodo 
bañarán nuevos senderos.

Se antojó la vieja en fantasías de colores,
mientras tanto,
dijo que levantaría su falda.

Sus quimeras, 

dulces recuerdos de amores 
en otros brazos,
tomaron a la vieja en su descuido
dejando sus manos ardientes 
sobre una lápida.

¡Cómo es de triste estar triste!…
¿Pero a quien se pueden robar las alegrías?
Dame un pedazo de tus sonrisas,
regálame un poco de tu corazón
pues el mío se empeña en estar sombrío.

Allá, por los años de mocedades
 que hoy me topan con su recuerdo,
con pensamientos  de otros poetas,
se empeña la niña en soñar.

¡Qué nadie le robe sus pensamientos!,
¡que la dejen volar con sus locuras!...

Díganle al ruiseñor 
que trine de nuevo.
Triste hembra se posa en un nido vacío,
y mañana, si la niebla la encuentra solitaria;
la verán con los ojos abiertos,
viendo hacia un lecho rocoso 
que otrora fue río.

Se fueron las rosas,
se marchitaron las begonias 
antes de primavera.

Sus brotes divinos nos halló despiertos,
las bocas se besaban, 
las manos se acariciaban,
y todos los sueños
 parecían completos sobre la mesa.

Que nadie averigüe  
por qué la vieja se empeña en estar triste…

El lucero de paso se llevó su alegría.
Que alguien la busque en esos cerros,
entre las montañas de Andalucía;  
por allá ha de estar ese consuelo,
sobre un lecho solitario y vacío.

Y cuando las bandadas lleguen de nuevo;
¡oh bendito cielo! 
Qué ahí esté el cantar de mis cantares,
el amor que en mi lecho, 
el amor que en mis fríos inviernos,
el celaje de todas las estaciones 
para que se quede conmigo
soñando entre naranjales, 
con la boca abierta,
con los ojos cerrados,
con las manos sedientas 
de caricias no brindadas,
y abandone 
sobre los arenales resecos de mi vida,
un poco de consuelo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 18/13