viernes, 5 de junio de 2020

NUBE VIAJERA

NUBE VIAJERA

Soy la partícula de ti 
escondida en el filo de un pétalo
esperando me asista la lluvia
con un beso. 

Quiero volver a tu corazón
más tu llama se apagó
y la mía  me enciende,
me abraza en melancolía...

Una margarita habló de tus rosas
dijo que tenían gracia para ti
la ensenada en su cintura 
y la danza tranquila
de la mariposa sobre las olas. 

Volver al árbol amigo
ya no es posible,
no han quedado ni sus raíces
para recordarlo.

Más algo hay en mí 
un poco de tu voz burlona
y un tanto de tus manos
que sonrojaban mis pómulos
hasta ser una amapola. 

Hay un alboroto lejano,
una rochela de pájaros que te nombra
y en mi pensamiento te quedas
como un sueño que no fue
sino el paso de una nube viajera
suspendiendo mi sombra. 

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 3/20




UN DÍA 3 DE JUNIO 2020

UN DÍA 3 DE JUNIO DE 2020

Han pasado varios días y meses desde la noticia de la pandemia y el duelo por mi hermano está fresco, pienso ahora en las personas que no pudieron despedir a sus seres amados y no se les dió la oportunidad de estar ahí en ese momento, en ese final trágico que nos deja con la boca seca y el alma rota.

Mucho ha sucedido, se piensa en tantas  cosas que es mejor no escribirlas, seguir viviendo el momento con iguales inquietudes y otras vasijas para sembrar esperanzas.

¿Quién puede cambiar el futuro?, tal vez no podamos unas tres águilas sueltas, pero todo tiende a verse peor después de días de angustia, trampa, mentira, desigualdad y  hambre.

A pesar de todo, la naturaleza nos continúa haciendo llamados de atención, pero a los poderosos no les importa, estamos encerrados en nuestras casas y los bosques lloran por las sierras que los abrazan y los viejos árboles se van como nosotros, los sabios del mundo se aniquilan sin piedad con un algo incomprensible para nuestra escasa inteligencia, se mata un árbol para sembrar un muerto...

Sólo le pido a Dios, como la vieja canción, que pueda estar aquí muchos años, quiero ver a mis primeras orquídeas abrir sus flores, salir a caminar con mi nieta y ver prosperar a mis hijos en el lugar que les toque, pero siendo felices, la vida no ha sido fácil para ellos, pero han tenido un manto sobre sus cabezas y unos padres que han estado siempre pendientes de sus pasos. 

Hoy sale mi hijo a la calle a un examen médico y siento algo de temor, no quiero que me traiga virus a la casa, nos cuidamos sin ser extremistas y tengo la convicción de que pronto pasará el ruido, nuestro cuerpo se acostumbrará a la nueva vida y los trabajos serán más virtuales que en la calle. 

Tenemos que acomodarnos a lo que viene, no será  fácil para los viejos, los jóvenes tienen corazas, al menos los colombianos, que hemos vivido en medio de tanta corrupción y desespero por salir adelante, pero ese paso adelante es un muro incontenible y ahora pienso que tal vez ha llegado la oportunidad de ver hacia la montaña verde, de aprender lo olvidado, de saber que una cucaracha es un ser vivo y que nosotros somos parte de la naturaleza aunque nos reservamos el derecho de ser malos, tal vez eso jamás cambie, porque cada circunstancia saca lo más fiero de las personas, es en éstos momentos de crisis donde nos damos cuenta que al alimentar a un elefante con una fruta que explotará en su vientre, el hombre ha perdido el camino. 

¿Será que algún día podemos caminar tranquilos por cualquier calle?, hasta miedo da salir a la puerta y adivinar el filo de una lengua o una mirada envidiosa que nos condena al silencio, y a vivir como pequeños animales asustados en nuestras propias cuevas.

Después de todo el pesimismo anterior siempre pienso en Dios, en ese gran hombre de luz que está en todo lugar y aún más que ayer, sé que Él es la naturaleza misma, es el viento frío que me acaricia, el trino del pájaro que pasa veloz, la paz soberana que tanto buscamos lejos teniéndola a nuestro alrededor. 

Vivo más tranquila los días, resuelvo todo estando ocupada, siempre haciendo algo, y cuando estoy muy cansada de no hacer nada, me reinvento con semillas nuevas, con poemas o versos que tal vez alguien leerá en algún momento. 

¿Para qué el desespero?, eso digo, pero hay gente afuera sin trabajo, sin oportunidades, un mundo de personas que sueñan con días mejores, y al no hallarlos, prefieren colgar un lazo al cuello y acabar con el afán.

¿Quién soy para censurar lo que otros hacen?, puedo tener una casa, una pensión, o no puedo tener nada de eso, pero un ser con hambre, un hombre con el estómago vacío es un ser muy triste, no quiero de eso para nadie, aunque sé que muchas aves regatean un fruto pues están encerrados en bolsas para que no picoteen, los venenos acaban con las abejas y el mundo se vuelve una jungla de cemento insostenible. 

Nos queda el verso de la tarde, el aroma a boñiga húmeda, nos queda llegar a la orilla del mar y advertir que dentro de él la vida bulle y toda esa vida está acosada por la basura que nosotros les dejamos. 

Nos queda cambiar nuestro entorno y transformarnos en seres más humanos porque hasta ahora somos cuencos vacíos, nos queda esperar otra tormenta, si no volvemos el rostro a la naturaleza y respetamos a cada ser que nos acompaña vendrá un karma poderoso, que tal vez no deje ni la sombra de nuestra presencia en el planeta. 

La cantaleta pasó, ahora escucho una melodía, me resucito, me transformo, me convierto en el ser que amo y regreso a la cima de la montaña con las alas abiertas y las garras llenas de ilusiones. 

Mi hijo al fin conseguirá un trabajo... rememoro en todo lo que lo ha luchado y en sus amigos que andan igual que él, con los bolsillos rotos y el corazón lleno de bondad y ansío un cambio real para todos, pues el hecho de vivir con el azote que la sociedad nos ha impuesto ya es una carga demasiado pesada.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 3/20