martes, 26 de abril de 2016

NIÑO SIRIO (6)

NIÑO SIRIO (6)

Es un niño de menos de 7 años, eso adivino en su estampa; corriendo con otro bebé en brazos a esconderse de los dragones de metal.

El bebé llora desconsolado, el ruido de los dragones oculta su llanto, y en esas rocas que se hicieron cruz y estandarte, ahí se refugió el niño con su bebé en brazos, viendo hacia ese horizonte incierto, con la tarea grande de ser papá y mamá a temprana edad.

Pasó el ruido, un Jesús niño está doblado en medio de un camino que no se atreve a recorrer; cada una de sus lágrimas nos toca.

El hombre fabrica la guerra y los niños son los crucificados, pues hacen como los depredadores, que primero matan a la madre gorila, para soltar luego a su bebé que se abraza de su cuello.

Cada lágrima es una bala disparada al corazón, ¡triste, muy triste ver esto!, creí que moriría hallando la paz, que el hombre al fin encontraría un remanso y un motivo para su existencia; pero la lección no se aprende, lo intocable se vulnera, se viola, se manosea en la oscuridad, y los niños, el futuro del mundo, yacen en la tierra, sin oportunidad de florecer.

Se van a regar al cielo un huerto mejor con sus llantos, pero las esperanzas de los viejos, se quedan en sus pálidas cabezas, llenas de rencor.

Pienso que un día cercano es el más distante que conozco.

Mientras el hombre habite la tierra, la guerra será el mayor de sus motivos, porque la ambición de unos pocos, corroerá a otros, erosionará el corazón, pues la ambición y el deseo de poseer, a nadie es ajeno, todos hemos sido tocados por ese demonio que parece sangre negra en nuestro corazón de roca.

Luego vendrán con sus taladros y ahí mismo buscarán de nuestra propia hiel, para seguir fabricando muerte, sabiendo de antemano que la tenemos más que asegurada.

Raquel Rueda Bohórquez
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TRES NIÑAS (7)

A tres niñas peruanas que están sobre una roca. Llevan faldas negras con orillos rojos, pequeños abrigos de lana y labios de pimpollo. Una tiene cara de luna y un trozo de tela vieja abriga su pecho; la otra lleva en sus manos un girasol y la tercera, guarda sus manitos dentro de su abrigo. Me parecieron el sol iluminando un tanto y más, con ese precioso resplandor de pies desnudos y sonrisas locas.


TRES NIÑAS (7)

Parecen florcitas en el valle
Con sus trajes untados de tierra
Y sus pies besando laderas

Tocando espinas
Viviendo cual el viento
De aquí para allá
Con ese gran contento.

La gordita
Parece luna lunita
Iluminando los ojos del bosque
Donde anidan besitos de madre
Y abrazos consentidores de padre.

La segunda sostiene un girasol;
Está cambiando de sonrisa.
De bebé, está pasando a mujer;
Pero ella le sonríe a ese querer
Que entre rocas esperará
Verla crecer.

La más pequeña se parece a Salomé
Mi sobrina graciosa;
Tiene la sonrisa del girasol
Y el aroma de la rosa…

Pero el corazón se atrapa
Con la carita de luna,
Ella nos pega esa sonrisa
Y nos ilumina el corazón
Que se arruga
Ante tal hermosura.

Raquel Rueda Bohórquez
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EL CHICO DE LOS PLÁSTICOS (8)

Dora María es la vieja más coqueta que conozco,
Enamorando al chico de los plásticos,
¡Pero qué va!, ella los ama a todos.
Esto sí que es una dulce paloma.


EL CHICO DE LOS PLÁSTICOS (8)

El chico de los plásticos era un chico desempleado quien decidió vender de puerta en puerta cosas para cocina, ganchos, baldes y mucho más; luego lo veo en otro carro empujado por él mismo; ya no podía cargar en sus manos lo que la gente necesitaba.


La primera vez que lo vi por el barrio Paraíso,  tendría menos de 14 años, era delgado, muy bonito, así lo fui viendo año tras año, cantando música religiosa tan linda, motivado siempre por el bien, educado, culto, pues lo lleva en la sangre.

Sus oportunidades estaban en esas manos que se extendían, que no se iban a los grandes almacenes a regalar su dinero, sino que alentando a otros, esperaban siempre al chico de los plásticos.

Hoy pasó de nuevo y recordé su historia. Sonaba la misma melodía que antes cantaba, ahora suena y suena: “luché como soldado y a veces gané”, un vehículo rojo muy bonito, hasta diría que lo compró nuevo, pero no todos conocen de qué manera éste joven ha hecho dinero. 

Ahora más elegante; se ve que la motivación sigue ahí,  no se le ha crecido el moño, continúa igual de humilde y buena persona y  las manos continúan extendiéndose.

Así va el de las verduras con su pequeño carro de metal, así va el de los aguacates con esa vasija pesando en su cabeza, con la misma alegría de cada día. Es ahí en donde las manos que aguardan reciben de esas mismas bendiciones.


Es un ejemplo para muchos jóvenes, a quienes les da vergüenza trabajar y prefieren fumarse la vida en los rincones oscuros de los parques, o estar viendo por las ventanas a las niñas desnudas en sus alcobas, llenando sus mentes de cosas fútiles, así como otros tantos que llegan a la puerta a pedir dinero con inventillos raros; o tantas mujeres que prefieren pedir limosna porque se acostumbraron a la vida fácil.

Es ahí donde la patria la siento grande, y estoy feliz de vivir en medio de esta comunidad poco comunicativa, pero con un corazón inmenso, pues preferimos hacer mercado en la puerta, comprar al que se gana un centavo por cada lágrima, que dejar nuestro dinero en un gran almacén. 

Por eso, esperar la ronda del chico de los plásticos se ha vuelto un dulce descanso y compramos nada más lo necesario.

 Los vecinos están más motivados hacia la naturaleza, están sembrando plantas aquí o allá; ha de ser que ver a esos muchachos y a esas gentes que vienen y van, les ha llenado de miel el corazón.

Luchó como soldado, es verdad, y encontró a Dios en cada puerta abierta y en cada mano extendida.


Raquel Rueda Bohórquez
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