TENGO
[132]
Hay
una sensación nueva,
otra
vez mi rostro pálido de luna
mecida
en un barullo extraño
que
de a poco me desvía.
De
a migajas me alejo hasta el mar
y te
busco en la penumbra,
en
el ocaso al desteñirse,
al
ocultarse en su laberinto
para
nunca más volver.
Un
vacío, un hambre...
El
silencio de un nuevo día,
la
misma silla vacía
y
el escapulario de María.
El
atardecer presiento
y
la soledad se agita al lado mío
siendo
mi única compañía.
Alondra
de paso, ¡regresa!...
Retorna
al viento que te hizo
y
navega en mi lago con voz pausada.
Canta
de nuevo esa vieja tonada
desde
tu cárcel bendita.
Tu
caminar tranquilo
tan
manso como tus ojos,
ahora
es cordero bordado en nubes blancas
que
con grises auroras busca el cielo
sin
tropiezo ni afán.
Tengo
cansancio en los ojos, en el cuerpo...
Me
duele el vacío del alma,
de
seres arrogantes dirigidos a su final
arropados
de aguas azules, bulliciosas...
Un
coralino fondo,
nido
de algas de colores,
peces
disfrazados de sonrisas
sin
ver al depredador
ya
no son parte de su esqueleto
pertenecen
a la luz de otro día
en
el lugar de los inicios.
Pies
desnudos buscan un remanso
con
los ojos bordados en estrellas
en
la mansedumbre de los tuyos.
Lago
dulce que espera las tristezas
y recoge
el dolor para que sea un diamante
brillando
a lo lejos,
siendo
la más dulce estrella.
Pero
al retornar al espacio
todo
es amarillo,
y con
lo salobre de la vida
entre
agónicos y viejos dolores resucitas,
vienes
y te alejas de nuevo
sin
una despedida...
Tengo,
¿qué tengo?...
Vacío
y tristeza que se diluyen
si
escucho el tambor del río
sonando
entre los guijarros
que
bajo la sombra de un árbol
musitan
su apacible esencia.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 13/13