miércoles, 6 de septiembre de 2017

MADRE (1)

MADRE (1)


Entre los suplicios que he vivido;
el mayor fue ver partir a mi rosa galana,
la cabrita que atetó a tantos chivos
y de blanco vistió cierta mañana.

Puedo decir que nada tengo,
pues suyo era el amor que me bastaba
y entre versos dejó mudos sentimientos
como las olas que van y vienen de la nada.

A propósito del tiempo, a ti recurro
mi rosa blanca perfumada...
Tanta falta me haces, que no duermo,
y desfallezco por tu amor,
mi reina amada.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 6/13

¿EN DÓNDE ESTÁS? (2)

¿EN DÓNDE ESTÁS? (2)


¿En qué mar estás?, ¿en qué sombra?
Busco tu imagen entre una luz violeta,
y se destiñe con un nuevo día.

Vago entre jardines de añoranzas,
entre letras pálidas de un viejo diccionario
y desapareces entre las voces de niños,
junto a las sombras de mi propia huella.

¿En qué cielo azul?, ¿en qué luz te puedo hallar?
Amanecen mis ojos cansados de llorar,
y entre sueños corro a buscarte.

¿Eres acaso la sombra
que cubre mi ventana, al cerrar los ojos?
¿Eres el beso de la lluvia sobre los trigales?

Enmudezco de a poco,
tornan las tristezas y me duele todo.
Arrodillada, pocas veces busco una razón,
pero levanto el rostro
ante un mástil ensangrentado en la pared,
y sus llagas te recuerdan otra vez...

Dulce paloma: ¿anidas acaso entre los trigales
que danzan al viento y se estremecen al sol?
¿Una corte celestial te lleva en brazos
para que no te canses?

Te busco y te nombro a cada instante,
y el verdor de unos ojos te resucita
cuando el espejo me habla de ti,
de la inmensidad del valle,
y agradezco a Dios por el regalo de tu vida
para enojarme al rato por llevarte.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 9/13

AL BOSQUE (3)

AL BOSQUE (3)


Al caballero que se esconde entre verdes ramas,
le pedí un deseo:
Cayeron hojas doradas en otoño
y brotaron lirios en invierno...

Le supliqué que la lluvia cesara,
pero mis ojos se inundan cada mañana con su recuerdo.

A mi bosque amado le pedí una estrella:
Se encariñó tanto conmigo,
que me dejó dos rosas en el cielo
y cada atardecer las veo, semejan gorriones
y en cada noche las descubro,
 entre luces de colores.

Le pedí tanto, y tanto me ha dado,
que cada perla se convierte en un rosario
donde los besos, madrigales fueron,
y los amores, talles sobre troncos viejos.

Fue la brisa y el cantar del toche sobre los platanales,
y el nido tejido con gracia y hermosura,
un nicho abrigado
en donde caben todas las bellezas del alma.

El sudor de la madre tierra
es un olor confundido en todos los aromas
mezclados con la pena agridulce del labriego,
el canto de los grillos y el jilguero,
las pequeñas ranas, que entre las bromelias,
parecían pequeñas flores saltarinas.

El bosque de infinita gracia,
pleno de colores y tristezas, lloraba las vilezas
del púrpura que sobresale en la maleza,
de la paloma herida sin motivo,
esa lanza con doble filo,
esos gritos que se ocultaron entre los ojos de un búho,
que prefirió guardarse en su madriguera
y llorar un poco ante todo el desatino
que está llevando a la madre tierra al filo de la muerte,
pero río, porque el bosque, amado mío,
 reverdece de nuevo
y carga entre las rocas, las elegías del hombre.

Tomó el llanto de las orquídeas,
conoció del paso del caminante descalzo,
del musgo con su olor inconfundible,
de la humedad, el nacimiento de un riachuelo,
del gran caballero de muchos años,
vencido y agotado bajar por los cerros
para ser convertido en vástagos para lanzar al fuego...

Al bosque le debo lo que soy, lo que amo, lo que anhelo...
Tambores repican a lo lejos,
parecen almas solas que buscan consuelo.
Gritando vago cada día,
deseando un alma sola para que tropiece conmigo
pero ya estás aquí,
si la espuma de la cascada recorre los senderos
y los rayos tibios del astro rey bajan, sin confundirse,
y vuelve dorados mis sueños.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 10/13



SE FUE (4)

SE FUE (4)


Es verdad,
de nada sirve correr
si tenemos que frenar.

Salta el caballo,
se desboca ante el olor a hembra
y en su galanteo
olvida que es el dueño del cuartel
cuando sus ganas se empeñan.

Una a una
las potrancas invitan,
y él sigue siendo el rey
con una canción que la vida repite
y otro son que no bailaré.

Una lágrima, ¿para qué?
El amor no se obliga,
ha de ser mansa quebrada
y potente río.

Pero se fue sin voltear atrás.
Una maleta, un cojín;
ropa como para un mes,
un trabajo planeado
donde la Sierra será testigo
de que esto no inventé.

Salió sin decir adiós…
¡Ni siquiera un hasta luego!

Un candado se condena
a tener la boca cerrada,
y una dama se adorna
y  pintarrajea la cara.

Si puedes mirar a los ojos
y mentir con alegría:

¡Qué te vaya bien vidita mía!
¡Que llueva dinero y sonrisas,
que yo brindaré otro día!

Raquel Rueda Bohórquez
06-09-14




AL DESPERTAR (5)

AL DESPERTAR (5)

 ¡Qué tedio!, más no de poesía,
parece que se cansó el amor,
se agotó del no dar ni recibir,
del no regar ni abonar,
y se fue a buscar un techo
bajo el sol.

Los veo ahí planeando con mi piel.
¿Ya te sirvieron café, amor?
¡Ay mi cielito lindo, no la mereces!
¡Ven, que conmigo tendrás mujer!

Pero se cansó la piel de recibir migajas…
Sólo la montaña es sincera con las aves,
los árboles regalan trinos y hojas
gajos bondadosos en flores, frutos y semillas.

Y ahora, ¡para de correr!...
¿Pero hacia dónde voy?
Si tampoco tengo tu querer,
pero sí mucho quehacer,
la mente sigue trabajando.

Voy corriendo para que no escapen
las niñas letras, escondidas en ríos de sangre
que se vuelven flores congeladas
en la montaña blanca de tu indiferencia.

Raquel Rueda Bohórquez
06-09-14