viernes, 21 de noviembre de 2014

AL VIENTO


AL VIENTO
Si tanto me odias 
¿Por qué razón me clavas el puñal de tus palabras?
Si tanto me desprecias, ¿para qué lees mis cosas?
Si tanto te afana lo mío, ¿para qué te desgastas?

Corre o vuela, pero déjame en paz, 
No sea que como yo alguna vez te quise
Termines amándome, 
De tanto odio que destilan tus palabras.

¿O es que me estás brindando de tu vino?
Porque si es así, ¡salud compadre!
Y por donde nos vinimos, vayámonos...

No vale la pena criticar tanto
¿De qué te sirve?, cuida las palabras
Porque un rabo de faisán tienes
Y mis palabras siempre fueron verdad
Y eso, bien lo sabes.

¡¡Toma tus aperos, monta a caballo y arre!!
Es inmensa la montaña 
Y el camino rocoso...

Sin embargo, 
¿Para qué pierdo el tiempo odiándote?
Ni te conozco, ni me conoces,
Pero la verdad está guardada
Y en ese sitio se queda.

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, noviembre 21/14
DIRIGIDO A NADIE... XD

¿Y FLOR DE LOTO?



¿Y FLOR DE LOTO?
Ella tiene un secreto que guarda en su cofre de oro, sólo al sol dirá sus versos perfumados, cuando al amanecer aparezca, y sus rayos toquen sus pétalos, como traje de novia en cualquier estación en el tiempo.
El secreto de la flor de loto, no es tanto su belleza, sino que a pesar de todo, decide ser una divinidad en medio de la podredumbre donde habita.
Belleza, soy flor de loto en este bosque gris, pero amo la vida... brillo y perfumo, es la esencia de mi ser... quiero ser como ella.
No hay mentira en su mirada, su brillo es de luciérnaga en la oscuridad, haciendo sus llamados de amor en un mundo que va como un errante ave, sin encontrar el camino, tan hallado por las joyas que vuelan a su alrededor.
Le ama un colibrí, se lo dice cada día, pero ella no lo escucha, aunque su perfume regale a los vientos, y entre versos y versos un reclamo a esa miel de su boca, sea su anhelo.
¡Si me arroparan las flores de la primavera!, ni siquiera tengo conciencia de lo que soy, navego en aguas oscuras, ni pestilencia ni hedor, porque me resguardo en mi cofre, me escondo en el nido donde la anaconda vuelve profundidad el lago, y las niñas diminutas se llevan el oro guardado, sin un permiso, porque todo lo mío es de ellas, que al pasar, riegan mi polen, un favor por un beso, un día por un sueño, una hora por una esperanza, y una eternidad esperando un lucero.
Y encuentro la sabiduría al fin, era el color en un ámbar, era la luz sobre mis verdes hojas, era el árbol que me cobijaba del ardiente sol del mediodía.
Y hallé mi camino, entre rojos encendidos de vida, verdes de bosque, y azules de infinitos amaneceres, lejos, muy lejos del dolor y del miedo.
Guardé los pensamientos buenos, donde nadie los pudiera dañar, y divisé a lo lejos las aves en vuelo, caminé entre espigas de trigo, fue moreno el sendero, fue pintado de flores escarlata, y al fin, cuando se apagó el cirio, y se quedaron mis ojos viendo sin ver, fue que al fin encontré el verdadero amor, en el cielo.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 21/14

Y LA NIEVE



Y LA NIEVE
Era una niña todavía, miles de copos de algodón se estrellaban y caían del cielo, era una lluvia blanca que llenaba mis bosques de ilusión, y corría, mi falda era de seda que danzaba con la brisa, todo lo tocaba con felicidad, en tanto el mundo se arropaba de blanca miel…
¿En dónde estás mi amor?, y te buscaba una y otra vez, corría alrededor de un árbol inmenso, las hojas secas se perdieron, los frutos y las flores, ahora todo era una nube inmensa por donde podía correr, y escuchaba el sonido de un bosque sin alas, sin aves y sin luz.
Los gorriones adivinaban mi desconcierto, y se dejaban mojar de pálidos vientos, se juntaban en un beso y se escondían en una oración.
Un siervo a la distancia me veía con curiosidad, ¿qué hará esa niña por ahí tan perdida?, si viniera a mi lado, la llevaría junto a los míos, pero al acercarse, más me alejaba, me asustaba tanta blancura, tanta agua seca que no me mojaba.
Un búho, como niño triste de ojos de luna, me vio desde gran altura, en ese pino que regaló su último gajo, para que sus garras se aferraran y pudiera contemplarle.
¿Qué pasará?, ya no cantan las aves, el mundo es una sábana, el bosque aguarda besos y besos de lágrimas blancas, y todo se vuelve espeso, frío, tembloroso…
Los potros parecen felices al regresar, también me ven y se conversan:¡ Brrr!… pobre niña, siempre tiene frío, ¿será que la atraemos a nuestro establo?, pero la niña yo, inicia a correr, hasta poner alas a los pies que se crecieron en el alma.
Las flores fueron arropadas, sin importar que temprano fuera el día, las hojas de todos los colores, las rocas, el mundo, y la vida se volvió una nevera por dentro, con pajaritos estacionados en los gajos, y sus colores fueron lo único que llenó ese mundo de nieve, con gorjeos repetidos y felices, ¿qué haremos ahora?, ninguno lo preguntó, el lago estaba quieto, la bruma se había estacionado, una cobija bajó del cielo, y se quedó en la dulzura del mundo.
Y cayeron los besos del cielo, el paraíso se volvió un blanco pañuelo, donde repetí tu nombre y te dije: te quiero... te quiero...
Temblaron las ramas ante leve suspiro del viento, una roca blanca en forma de niña hizo estación en el invierno, y sus manos en oración, guardaban una lágrima congelada entre sus párpados.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 21/14

ME DIJO...

Mis padres 

ME DIJO…
Me dijo que nada era para siempre, ni las hojas en los árboles, ni la lluvia en invierno, que hoy estamos con una sonrisa y al segundo, un arco iris al revés, que todo viene y pasa, lo único que permanece es un paisaje cambiante, que se renueva con cada estación.
Crucé la quebrada descalza, y las rocas no me herían, divisé la cascada caer cerca del Chicamocha, ¿había cascadas?, en el camino a San Vicente, sí, lo recuerdo, gajos y gajos de árboles llenos de flores, muchos colores, todos, una serpiente negra con visos dorados herida en la carretera, ¡dale duro!, ¡jajaja! que muera esa bestia, pero ella tan solo pasaba hacia un refugio, bien escondido bajo las rocas...
Seguimos... dijo que casi muero por una diarrea en el camino, usó toda la ropa de ella y mi padre llevada en la maleta, y un apodo muy feo me colocaron para reír de mí, y con él crecí... un huevo con caldo, la palidez de sus rostros, y sus brazos como enredaderas aferradas como si un solo tronco fueran.
Pero no morí esa vez, sino lentamente, para que pueda divisar más cosas en el camino, con sus rostros ardientes que se quedarán por siempre así, el horror en la montaña, en el atajo, ¿y las florecitas de la virgen?, hace mucho no las veo, creo que lloraré cuando regrese a mi tierra y huela de nuevo sus montañas, donde estuvimos tantas veces, en silencio, viendo pasar las nubes cargadas, y recogimos hormigas que devoramos con ansias.
Me dijo que el bus se iba por la montaña, que todos nos íbamos, rodaríamos por un precipicio de sueños dorados, y al ella decir: ¡Virgen Santísima favorécenos!, un salto se dio, y el vehículo de nuevo rodó por esas empinadas faldas, siempre dijo que nuestra vida era un milagro, y que ellos fueron muchos, antes y después de la aurora, mucho antes...
Me dijo... qué había muchas semillas, pero que no todas eran buenas, algunas el gorgojo las hería y otras, se untaban del vicio que traían las nuevas, que algunas veces se veían por fuera muy dulces, más sus frutos eran muy ácidos, pero en el fondo eran buenos, pues su acidez con azúcar mermaba, que otras nos enseñaban de la vida cuando con desdén eran tratadas, y caían en oscuros fosos, de donde brotaban inmensos árboles, que al buscar la salida crecían, y crecía, regalándole a todos una lección de fortaleza, venida de muy adentro del alma, y los otros árboles bajaban el rostro, cuando él los sobrepasaba, y de su sombra tomaban.
Día a día fue una lección poco aprendida, pero no mermaron esa calidez, que como una hoguera se expandía hacia todo lo que abarcaba sus mundos, campesinos a la vera del camino, niños que iban y venían kilómetros inimaginables con una libreta y un lápiz pegado del borrador, casi escribiendo con las uñas, y la ilusión de un mañana mejor.
¡¿Don Pedrito me lleva?! -mi viejo les respondía con esa mirada de sol, resplandeciendo siempre, donde habitaba el amor y se quedaba junto a él, envuelto en carcajadas, y ramos de uvas y regalos del bosque, con los que lo esperaban de vuelta sus padres.
¡Qué ilusión tan grande sentirlo llegar! , Káiser, nuestro greñudo perrito que le regaló un amigo en Bucaramanga sabía del sonido del motor, muchas cuadras abajo, era de admirar cuando pasaba la Cacica nuestra finca amada, era de aterrarnos que al pasar de la quebrada, sus orejas, su intención de amor en la puerta con el rabo como batiendo una bandera blanca, y luego, le olía al cruzar del cementerio viejo, y todos estábamos pendientes de eso, al llegar a la plaza, estaba cerca!, y agilizaba entonces con ladridos, ¡ya viene!, ¡está bien todo aquí!, regresa el rey a casa, y todos nosotros salíamos corriendo y nos abrazábamos de nuestro amor, y mi madre, con los brazos abiertos bendecía el segundo, ¡gracias Señor!, ¡al fin ha llegado mi amor!, ¿Cómo le fue mijo?, ¡todo bien, gracias a Dios!, respondía con un beso en la boca, ¡qué ardor!, cómo me llena de alegría recordar esos viejos momentos.
¡Ya Káiser, deje la bulla!, jajajaja… qué bonito era mi perrito, qué lindo era mi viejo, mi madre, y el ruido en la calle, el sonar del mirlo en la jaula, el toche, las gallinas en el corral, el jardín, el alar, las orquídeas…el sonar de las campanas de la iglesia mayor, los muchachitos saltando encima de la máquina de moler con sus besitos de plumas ocres y amarillas, gorrioncillos que llenaron de vida y amor nuestro huerto, la casita de cerca de la loma, en donde caminábamos con los pobres, y nos mirábamos con el mismo amor de siempre, compartiendo de nuestras migajas y abrazándonos en días de lluvia o de sol.
Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, noviembre 21/14

COMO EL ESCARABAJO

Imagen: Internet

COMO EL ESCARABAJO
¿Alguien desea saber cómo me siento ahora?
En verdad, y seguro que no es problema sino mío, en un túnel muy oscuro, siendo un escarabajo de esos que arman mojoncitos con el desecho de otros, pero la brisa lo empuja de nuevo hacia abajo, entonces tomo fuerzas, las fuerzas del escarabajo boñiguero para iniciar de nuevo, caer y recomenzar hacia esa luz que diviso al final... sorry, me siento abandonada, pero saco la migaja de optimismo del hueco donde he caído, y de nuevo armo mi baloncito de mierda para iniciar, ese abono lo necesitan unas plantas pequeñas que me servirán de refugio... ¿se puede sonreír?... y abro mis alas, parecen de cartón, pero aunque parezca increíble, debajo de esas alas hay otras, que me hacen volar de nuevo... y un recomenzar es mi ya... la luz está cerca... muy cerca de mí...
Se alejó… abro mis alas de lata, ¿son así?, de lata negra con visos de colores cuando le pega de frente el rey, y las de refuerzo parecen blancas mariposas buscando el olor de las rosas, más su destino tiene otro olor, donde el prodigio y la vergüenza no existen, y es él quien le regala al bosque el abono, es él tan mínimo y sucio ante los ojos de los demás, el fuerte, el valiente, que no se amedrenta con nada, cae y sube, sube y cae, levanta vuelo y regresa, feliz, tan feliz mi pequeño, que hasta pena me da quejarme tanto.
Al fin la luz, no esa luz que todos creen, me alejé en el instante, vivo el segundo pegada de una pared blanca, pero en la noche, cuando ya todo el día haya pasado y el escarabajo logre salir de su cueva, verá, que entre más oscuridad más luz, para divisar, al sentir en el ruego de las estrellas, la infinitud del ser, y la grandeza del amor más alto de todos.
¡Ya no más escarabajo!, para de correr, no persigas el viento, nada lograrás con el afán, descansa tan solo del ruido y pon atención a la música que viene con galas de reina, tan solo para ti, donde escondidos harán brotar pequeñas joyas negras como diamantes sin brillo, que serán tenidos en cuenta por el sol, cuando asome de nuevo por entre las peñas borrascosas de mi vida y esas alas de lata o cartón, sean de cristal volando entre flores y cañaverales.
Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, noviembre 21/14