martes, 22 de octubre de 2013

EL SERBIO 7 [42]


EL SERBIO 7 [42]

Para sorpresa de todos, aparece la abuela del Serbio, muy elegante, pero no se dejó quitar el sombrero viejo y sobre él le chantaron el tocado, llamaba al antioqueño para que la ayudara, él estaba arrinconado, muy enojado porque se le habían perdido los documentos, y por supuesto, sabía que la abuela los había tomado en un descuido.
Estando en escena la tía Dora, dijo que a ella no la pondrían de burlesco, me puse a buscar burlesco en el diccionario y parece que existe esa palabra, me dijo que dejara la bigüelería, pero tampoco sabía eso que significaba, parece que era vihuelería de vihuela, al rato le dio un mareo, dijo que se quería morir, y como toda una diva que soy, me fui para el patio (en la barca había patio),  a recoger el oro que el Serbio había lanzado desde el avión, para mi familia.
Fue un día de recibir y recibir gente, llegaron en una canoa que hizo traspaso a la barca, así de fácil, eso es lo bueno de las telebobelas porque todo es posible.
De Francia llegaron las flores, porque todo lo que viene de Francia es bueno, y aquí no faltaría nada de allá, mi amigo Domenico invitado de honor, mis compadres mexicanos Yabel y Benjamín, y así uno a uno se fueron haciendo al puesto, y  un poco liberados del estrés, se reunieron para variar, a echar cuentos verdes, y salir de la rutina de poesía que ya estaba un poco aburridora.
El antioqueño estaba en un rincón revisando la billetera, tenía cara de militar con diarrea y movía las manos frenéticamente, mientras la abuela lo miraba de soslayo con una sonrisa burlona, estaba un poco descuidado en sus labores, tal vez había perdido la lista de teléfonos de sus amiguitas, y el celular se le había embolatado entre tanto ruido.
Los padrinos llegaron haciendo mucha bulla, a ésta hora del paseo no podía retractarme y el matrimonio era un hecho, tendría que olvidar mi pasado, para iniciar una nueva vida que prometía, al lado de semejante macho que el destino me había puesto en bandeja de plata, y además con dinero, culto, suave… a mí poco me importaba el dinero, pero si tenía pues no era malo, finalmente ya había llevado mucho del bulto y ya estaba bueno.
Alguien leía un poema de los que compuse para mi amor,  y todos guardaron silencio…

PARA MI AMOR

Estaba lista para morder la fruta
Un antojo viejo de labios
De la seda de una piel desconocida
Del duro que se escondía en algún sitio
Unido al compás de su cintura...

Estaba preparada para él
Sin más atoro que mis ganas
Sin más impaciencia que un perfume
Donde las pocas fragancias de mi cuerpo
Eran de voz impronunciable, y de suspiros...

Sabía que era la torre buscada
Era ese sueño que se atoraba en las estrellas
El pasar de saliva cuando veía su imagen
Ese retrato de mentiras en mi blanca pared
Y éste agudo dolor de versos idos.

Pero me antojé...
Su espada estaba en mí
El temblor de siempre se apagó con un gemido
Las marionetas de la noche se escondieron;
Cuando luciérnagas, temblaban a mi oído.

El Serbio lo sabía,
Que un amor como el mío era imposible
Ninguna mujer ni en éste, ni otro estado,
Así las tuviera todas a sus pies...

Pero conmigo,
Había encontrado algo más que alivio,
La paz de unas manos como palomas
Que se deslizaban sin miedo por su ombligo
Y saboreaban toda la miel,
Que el engaño había consumido.



El antioqueño se levantó y aplaudió por largo tiempo.
Serbio pidió en el salón, que recortara mi cabello como en mi juventud, y decidieron pintarlo de negro, dizque para que pareciera más joven, pero su respuesta me dejó sin aliento, quedé como coroncoro en una roca, y no quise desprenderme más, su perfume... ¡su perfume!... olía a hierba fresca, a rosal, a lavandas... a pino silvestre...
Lo cierto fue que después de un vértigo, caí entre sus brazos, para morir en la fuente de su exquisita boca, que tenía sabor a vino seco... a poema sin escribir, a temblor de piernas...

La ceremonia era un hecho y tendría el final feliz que siempre había esperado, pero no confiaría mucho, siempre cuando una telebobela se pone buena, llega la malvada y daña todo, ésta vez sería diferente, porque la dejaría en 10 capítulos nada más…

En un acto total de amor el Serbio salió a mitad de la barca con un ramo de orquídeas, pues le dije que rosas rojas no, porque dañarían sus espinas mis pecositas manos, y él todo divino, sonrió, para aparecer al momento con las orquídeas de Colombia y estampar el más grandioso beso, que me dejó viendo estrellitas de colores. Le pedí  que no permitiera el ingreso a los criticones, y en la puerta dejamos a la abuela vigilante...

Todo era cuestión de 3 capítulos más, y sería una luna de miel inolvidable sin testigos, los dos solitos en nuestro camarote nupcial doble, música increíble y el resto… todo ese cúmulo de pasión guardado para un instante tan especial y único, la conjugación del verbo y la carne… sin pedos, sin botas con pecueca, sin el olor del patio con los 13 perros… y sin esos ladridos y garrapatas que a veces nos hacían tediosa la vida, ¡ah!,  y los más hermoso de todo… sin cocina, pues me había dicho que todos mis deseos se habían cumplido, y había eliminado la cocina de nuestra mansión, pues a unos pasos de ahí, había un bosque con un elegante hotel.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 22/13