Publicado pors en agosto 11, 2011 en 5:55pm
HILOS DE PLATA (30)
Cuando los hilos de plata no te inspiren ni tan sólo un suspiro,
y las manos viejas y arrugadas, no te inciten a una caricia,
ni las pecas de mis hombros, ni en mi rostro divises algo hermoso,
ni mis bellas piernas encuentres deseables.
Cuando al hablar te fastidies,
mi voz no semeja la voz de una alondra,
ni los ojos inspiren brillo hacia un abrazo cálido,
y mi sonrisa leve sobre labios resecos
no te inciten a un beso.
Si mis senos otrora bellos duros y levantados
no te animan a una caricia
o a un suave mordisco por sus flores rosa,
ni te atrevas a un desliz de tus manos
sobre mis duras y protuberantes nalgas.
Cuando tus ojos azules,
se posen sobre otros colores radiantes,
rojos perfumados, negros ondulantes, caderas gigantes,
adornadas con pechos inmensos rellenos de siliconas...
Ni una oración a declamar conmigo, ni con los tuyos,
y una salida a mirar el mar se convierta en un sacrificio
y tu mirada osca se pierda
robándome la calidez y el entusiasmo.
Si al verme desnuda,
tus ojos se extravían en otros cuerpos y otros sueños,
y el brillo que diviso en ellos
sean de ausencia por los míos,
y las piernas levantadas sobre tu regazo
ahuyentes con un golpe,
tras un quejido arrogante y soberbio.
Cuando al fin,
cansada de los sinsabores y el ácido de la vida,
la convivencia convertida en martirio y los besos en sueños
sólo empapada mi almohada de sales de mar,
imaginando en brazos perdidos en la inmensidad.
Los pies pequeños que antes acariciabas
y te parecían hermosos
no puedan caminar trayectos esperados
más su cansancio los pose
sobre el mismo envejecido sillón,
y mi voz te anuncie que ya todo acabó,
que tan sólo una mano que levante ánimos
y que posada sobre la enredadera de mi balcón olvidado
te recuerde, no habrá tiempo para retornos ni lágrimas...
Ellas quedaron esparcidas en mi tiempo,
aquél que voló con las gaviotas y se alejó
y nunca encontró un estanque para aliviar su sed de amor,
con sus alas extendidas al horizonte
se perdió en el infinito en búsqueda de todo lo que anhelaba
y tu desamor negó.
Cuando llegues a mi sitio,
si aún advertidos no cumplieron mis deseos
y te cueste comprar un ramo de orquídeas
para dejarlas tan sólo por cumplir,
¡no te afanes!, del cielo caerán estrellas brillantes
bajarán livianas y cándidas
y me entregarán besos de luciérnaga
sobre mi fría lápida.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 11/11