¡DE QUÉ
MANERA! (51)
Sí, pobre de
mi madre
Con tantas
violetas en sus manos
Siendo un
ángel.
¡De qué
manera la espinaron!
¡Con cuánta
saña
Clavaron en
su pecho tal espada!
Pero se fue
llena de flores...
Recogió
malvas y rosas;
Claveles y
margaritas,
Niños y
mariposas;
Besos y
abrazos…
¡Con cuánto
desamor fue tratada!
Pero gracias
a quienes la tocaron.
Cumplieron
su misión a carta cabal
Los que
sabían que no debía ser herida,
Y que era
una santa que se iba en silencio
Sin repicar,
ni renegar.
¡Cuántas
sombras pasaron!
¡Cuántas
arrugaron el rostro!
Pero
gracias, /dice ahora,
Porque a
pesar de todo,
Humedecieron
sus dedos
Y pasaron
gotas de lluvia por mi boca.
¡Hoy me
siento cansada!, /dijo un día.
Creo que mi
tarea concluye /arrinconó su libro.
Dejó en su
mesita de madera la biblia
Leída tantas
veces y puesta en práctica cada día,
Y sabía que
sí, porque no declamó más su poesía.
Amar y amar,
sin esperar nada;
Entregar y
entregar, sin recompensa.
Así fue
ella, y ese día estuvo inquieta...
Miraba sin
mirar, reía sin reír,
Pidió un
aderezo pequeño de aspirina;
Pellizcó una
mano con cariño/a escondidas,
Pidió los
tesoros que sus nietos habían regalado:
La pulsera
de Vero, la de Alejandra
La de Caro,
y las abrazó como si fuera a ellas.
Pasó su
mirada por la estancia;
Reparó en
German y Dorita,
Le gustó ese
silencio, esa media luz.
Amaba su
alcoba y su camita de madera,
¡Ahí sí!,
ahora sí me voy…
Oculté mis
ojos un segundo, ¡no fue más!...
Al
despertar, los suyos habían cerrado.
Todo era
frío,
Todo había
pasado
Como espuma
de mar sobre la arena.
¡Así se
fue!,
Sin un
suspiro siquiera,
El ser que
más he amado…
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
diciembre 5/15