Bienvenidos a mi blog, una experiencia de sanación, proyectándonos hacia el planeta verde, y el respeto que debemos al derecho de existir de los seres que nos acompañan en éste corto viaje por la vida.
Gracias por ser parte de mi pequeña historia
REGISTRADO DNDA REGISTRO AUTOR COLOMBIA
Tal vez aparente que no ha pasado nada, pero sí, no imaginas la tristeza, a pesar de que lo sabía, pero íntimamente esperaba otra historia, pues inicié a colocar tu plato en mi mesa, imaginé pasando mis manos por tu cuello, y colgarme de él cual enredadera por el bosque.
Me gustaría decir que nada sucedió, pero ni te creas, fueron días maravillosos donde creí que mi vida cambiaría, que sin importar si mi lecho fuera de cartón o de hojas secas, valdría la pena si estabas a mi lado.
Y ahora, sólo lluvia de nuevo, como mi canción favorita, y verte de lejos, amando lo tuyo, en tanto yo, doblo las rodillas y ruego, para que aparezca en mi cielo azul, de nuevo tu estrella.
Ese día está aquí, ¡estaba tan triste y dolida!, odiaba al mundo y sentía
que él me devolvía el doble de rabia en los seres que deberían amar la fortuna
de ser amado, aunque suene redundante, luna enlunada de azahares, de brotes frescos
y blancos del limonar, de vespertinos sueños en calores abrigados soñando
versos de mar y yo pensando en tu boca, soñando en tu piel, siendo parte de las
rosas de tu jardín.
Apareciste como un rocío en mi
ventana, -qué pasará?, volví la mirada y
hallé un refugio en tus versos, busqué una estrella dorada para calmar día a
día la sed infinita de amor, y continué, con respuestas que parecían para mí,
en música y poesía, y me perdí, en ese lago azul profundo de las letras.
Fue culpable el rocío, las blancas palomas congeladas que bajaban del
cielo, y como yo, se escurrían por los dedos para ocultar flores rojas de mi
ventana.
Creí que era el amor, me disfracé de garza blanca, para mimetizarme en tu
corazón, usé a las gaviotas que
alimentabas, a las figuras que armabas, al
colmillo gigante, a la abuelita arrodillada, al escapulario en el cuello
de una madre y su rostro perenne donde el poeta soñaba, pero esos sueños eran
distantes a los míos…!qué idiota soy!, ¡qué torpe!, busqué una página en blanco,
porque ayer todo era así, pálido como si
la muerte estuviera borracha y esquivara el camino hacia mi sombra.
Nada parece tener sentido, camino y camino en círculo, hay un embudo de
cristal que no permite que vuele, como
una abeja perdida de su colmena busco mi flor, y ella se aleja, por entre
borrascosas nubes, donde mil figuras transforman mi vida, cuando asoma el
sembrador de sueños y dirige su cayado
hacia todas las ovejas negras y desgreñadas, donde estoy corriendo aprisa, llegando siempre al mismo risco, y al
pretender saltar, despierto con la misma
humedad en los ojos, y ese desaliento
nuevo, donde la tristeza busca el nido donde duermen mis niñas, y en un pequeño manantial
se queda.
Le echo la culpa a la soledad y al abandono, han de ser ellos, porque siempre me golpeo contra la misma roca y no
aprendo la lección, siempre mis ojos miran hacia el lugar equivocado, la estrella
reventó en mil pedazos, dejando una estela
de fuego y cenizas esparcidas en el alar de mis fantasías.
Te veo adivinar un nuevo otoño, la cámara, la silla vacía pegada de la nieve, el caminante entre
las hojas secas del mismo camino, limpio
con cualquier trapo sucio de la cocina mi rostro, ¡que se quemen los guisos de
hoy, como ayer!, pero no, vienen mis hijos, mis pequeños luceros por quienes me
levanto temprano, y los veo como en mi propio ayer, tan llenos de sueños,
corriendo y corriendo y repitiendo las carreras cada día, pero al llegar la
noche, todo es música, mi muchacho
interpreta a los grandes, poco a poco, se
vuelve un pequeño genio para mí, hace en poco tiempo lo que a muchos les
llevaría siglos aprender, me llama para
que escuche lo que compone, !me falta mucho madre!, debo practicar miles
de horas hasta que mis dedos con la mirada perdida conozcan de blancas y
negras, de silencios y espacios alargados, así
ha de ser, atrapando lo que viento trae, para regalar una sonrisa a
otros, y complacer el alma danzarina que está por ahí anhelante de lo mismo que
todos.
Y llegará el día en que me olvide de ti, para pensar en Él y comulgar
alivio y paz, en una tarde de lluvia, sintiendo el viento pasar…
Si lo que percibimos como amor no doliera, como ver el paisaje y contemplar a una madre con sus cachorros. ¡Pero duele!, y más, no sentirse amado, por eso decidí que me amaré por encima del paisaje y sobre tus ojos negros, empalagada de la miel de tus caricias, aunque sea tan solo un sueño sin estrellas, con la luna y su aureola de arco iris me contento.
Si no doliera la indiferencia, el abuso y la traición, ¡pero hieren!, ¡y de qué manera!, que hasta quisiéramos devolver en trozos el alma y empacar la rabia con un cuchillo filoso, para herir al otro, y reír como quienes ven a un toro en el ruedo, ante el púrpura que brota de sendas y terribles heridas, causadas por otros, y su afán por defenderse de los demonios que lo castigan, sin haber cometido delito alguno, como un nazareno que grita con los ojos para que su alma flote hacia el profundo ponto azul, lejano y anhelado.
Pero no… se ha de olvidar a quien nos trata con desprecio, a ese que vive a nuestro lado pero sólo patea y relincha, echando en cara lo poco que trae a casa y el mínimo amor que deja, pero arrinconado en pocilgas de mala muerte donde se inflan globos de colores, y se repite de puta, porque la siguiente también está buena.
Y ahora?... qué hago?...
El mundo seguirá girando sin importar mis quejas, el sol saldrá temprano y el gallo cantará una vez más, cuando escuche un replique en su galpón, y el vuelo del halcón merodeando a sus chicas.
Continuaré escribiendo que hoy pocas hojas cayeron, que el vecino siempre se preocupa por ellas, -no tiene más qué hacer- mecerse en su silla, y contar los segundos con la mirada perdida en otros lares, buscando cualquier ocupación que le diga que está vivo, que no ha muerto a pesar de sus achaques, y que puede tomar la escoba y volar con las hojas secas que caen en mi rincón.
Cantares de mi corazón para el amor, el bien más exquisito, el vino más costoso, ni a punta de agua salada que desborda como cascada del mar llamado inmensidad, oculto en una playa lejana guardada en lo más profundo del pensamiento, puedo hallarlo, aunque descubra una y mil razones, su brillo no es para mí, creo que debo buscarlo aquí, en el estuche oculto donde mi alma se guarda y no mirar más, cerrar los ojos y apreciar mi yo, como el único ser que nunca me dañaría y que estaría dispuesto a quererme como soy.
Ayer operaron de la cabeza a Esperanza, una terrible enfermedad que no logrará tomar su alma, pues tiene el alma fuerte de una gaviota, nos dijeron que había despertado, que está aquí de nuevo, y nos sometemos de rodillas a la voluntad divina.
Me afecta la luna mucho, me siento pálida y llorona, y siempre he pedido fortaleza, camino resentida, dolida con el mundo, como si hubiesen robado mi capacidad, y partido en trozos el corazón para lanzarlo a los puercos, pero hay una fuerza interior, algo que me pide avanzar como tu gaviota hacia la tormenta, y regresar sin un ala rota siquiera.
Anoche dije que habría miles de estrellas en el cielo, pero fue mentira, había una luna inmensa con una aureola de arco iris que la rodeaba, y desde la reja de mi madre, antes del rosario que hacemos en familia los lunes, pensé que parecía una hoja buscando su árbol, y él estaba tan lejos, que la luna, era el foco que iluminaba el portal donde estaba el roble que me había cobijado durante tantos años, y que ahora tendría que estar con todas sus flores violeta y un lecho como una sábana florida a sus pies, en tanto yo, ¡claro que sí!, imaginando la vida y la muerte como la película que se repite una y otra vez, en negro y blanco.
Tenía una estrella, muchas aparecen, pero sólo ella me importaba, y me di cuenta que no tengo nada, que el cielo estaba despejado y todas habían huido, pero a cambio, pude observar el cielo azul más intenso de todos, borrados todos los colores negros, y la noche parecía un día, tanto que a las 10.30 pm cuando espero a Carolina en la estación del bus, estaba mimetizada con el paisaje y ella dijo que no me veía, que era una sombra como una pequeña garza blanca pegada de un árbol.
No quiero páginas, no quiero cartones, me siento muy sola a pesar de tanta compañía, no deseo responder más mensajes, estoy cansada de todo, pero esto se resolverá cuando la luna sea mordida un poco, pues mis estados de ánimo tienen que ver mucho con ella, y con mi estrella que ya no habita mi cielo azul.
Carolina ya salió a su trabajo, muy ilusionada, terminando trámites para la contratación con el Banco, se que llegará lejos, mi aguerrida gaviota sabe luchar, también caía sobre mis brazos muchas veces, sin esperanza de nada, y esa noche estábamos ahí, abrazadas en la cama, festejando cuando más sin fe se encontraba, y en un segundo su historia cambió.
Así ha de ser, esperaré el día y la noche, escucharé el mismo ruido de las aves prisioneras del vecino que se parecen a mí, viendo desde sus cárceles el cielo, sin poder abrir sus alas y encontrar esa libertad tan anhelada.
Kevin salió temprano para el Colombo, donde cambia trabajo por clase de inglés, no tenía para los buses, pero él va y viene a pie, con su mirada perdida y su pensamiento en un teclado que vuelve al revés.
Verónica duerme, sueña con el mismo moreno, y espera continuar el próximo semestre porque éste, hay escasez de abundancia.