viernes, 11 de agosto de 2017

TE VEO/A Charles Baudelaire (39)

TE VEO/A Charles Baudelaire (39)

También te vi desnudo...
Plagio mi boca en la tuya
y me quedo en tu pecho
mirando a las estrellas
en tanto me amas y soy tu esclava.

Cada tanto de caricias locas,
vagos y tristes pasan por mi cuerpo,
y abandonan en la mesa unas monedas.

Lloro por mi condición de ramera
deseando ser para ti algo más
que una orquídea abierta a tus deseos.

¿Qué pasa por tu mente al verme?
Mis pupilas no te contemplan como anhelo,
no hay sonrojo en mis mejillas
porque lo pálido de mis estaciones
siempre serán invierno en la única joya
que tiene la gracia de verte y amarte.

Voy a la cúpula a donde aguarda tu lengua;
busco en el pecado que los hombres dictan,
favorecerme del infierno que fabrican,
y que por amar nos hacen prisioneros
sin haber cometido culpa alguna.

Raquel Rueda Bohórquez
11 08 17


MI BORRACHO FAVORITO/A Baudelaire (40)

MI BORRACHO FAVORITO/A Baudelaire (40)

¿Cómo tú, hombre indecente y borracho de cabello rojo,
con tu  estampa  de lujo y maravillosa,
pudiste amar a una prostituta tuerta,
y a mí que tengo los ojos como el valle más tierno,
ni un abrazo de amor, ni un ramo de rosas?

Te hago el amor en versos y luego me llaman loca...
¿Será que nos parecemos en lo tristes?
¿Será que la vida nos debe el vino
que se nos ofreció al nacer?

Eres mi borracho favorito…
Adoro tu desfachatez para querer
y me venzo en ti cual hoja de otoño,
me enredo en tu vida cual musgo en roca
y dejo que me hagas feliz con tu sed.

Soy agua entre tus dedos, toda mojada en ti
agitada tu potranca en celo
aguarda tus manos locas y pervertidas
buscando un poco de adviento entre mis pechos
y algo de lucidez en lo frágil de mi  boca.

¡Bendito tú qué sabes amar y no discriminas!
Alardeo de tus labios que saben tocar la intimidad sin herir,
y de tus miradas que prenden el pasto seco
que entre mis piernas te aguarda cada mañana
y se regocija en ti mi alma
cual  luz del sol sobre las montañas.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 11 08 17

TE AMO CHARLES (41)

TE AMO CHARLES (41)

Bajo el manto de tu cabello rojo
y tus manos ardientes tocando mi pequeño mundo,
vago en delirios que encienden la piel
y en tal incendio nos involucramos.

He perdido la visión del mundo,
me revuelco con el bardo de los gemidos
en donde tu nombre me sabe a gloria
y tu lengua musita un verso al oído.

Ronronea la gata y el gato le hace el amor,
me vuelvo cortesana en un poema,
llamo a tu espíritu vagabundo
y soy tuya en esta charca inmunda
donde el afecto se pierde 
y la verdad se oculta.

No hablas nada, pero me atrapa tu aroma,
huele a menta fresca tu boca,
me emborracho en tu carne y la pasión desborda,
revienta el corazón para juntarse con el tuyo
en un lago inmenso donde pierdo el pudo,r
y me condeno a la ventura de tus besos.

Raquel Rueda Bohórquez
11 08 17


TE ADIVINO (42)


Una ardilla se descuelga de un árbol
y entrega una roja flor a su amante.
¿Por qué razón este prodigio ante mis ojos?


TE ADIVINO (42)


Cada instante te adivino
en la música del viento entre las hojas
y en el sonido de tus lágrimas en el valle reseco,
en donde las espinas de los cardos nos muestran
que su corazón florece igual que el resto.

En cada pálido rostro te veo,
y comulgo contigo auras y poemas
que cada tanto llenan el vacío
que en la tormenta y en el rayo
nos despiertan hacia ti.

Es la flor encendida igual a la pálida,
no es el jardín hermoso si no están todas,
y en el paso raudo del colibrí, tus joyas advierto
brillando ante la majestad del astro entre sus alas.

Te adivino mi amado, penetrando mi corazón;
siento el aura de la paloma en el estrado de las penas
entre las garras de un gato pendenciero;
pero también, la razón de tal desespero
que calma con sus espadas su inquietud.

Y ahora, en el hombre que grita sus afanes:
¡Aguacates!, ¡aguacates!...
/hace poco un vehículo lo estrelló,

pero tuvo ánimo de levantarse y lo veo pasar,
con la misma sonrisa del ayer
llevando la carga sobre su cabeza
que valiente espera de la vida un revés.


Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, 11 08 17

¿ME CONOCES? (43)


¿ME CONOCES? (43)

Soy quien pinta el arco iris en tus ojos
y lo extiende por el río Magdalena.

Soy el aroma de las flores, la flor y la mies;
 el aire y el pulmón del mundo,
Soy el Rey pobre que busca abrigo en tu corazón.

¿Sabes quién empuja las nubes hacia tu bosque?
¿Conoces al dueño del universo y al Creador de sueños?
¿Sabes quién adoba el agua de tu río profundo?
¿Conoces el lugar en donde nace el manantial
y el lugar exacto donde se junta con el mar?

¡Soy el responsable de la nube y de la lluvia!
¿Quién eres que te proclamas Rey de mi parcela?
¿Quién te ordena levantar murallas y separar naciones?

¡Hombres, pobres hombres!, ¡pobres niños ingenuos!...
De la tierra te crees dueño, pero no tienes nada,
sólo me tienes a mí, pero me ignoras
hasta que la enfermedad y el dolor tocan tu carne,
ahí doblas las rodillas y me nombras.

Me proclamas en iglesias que piden dinero,
¿no es acaso tu corazón la iglesia en donde debo estar?
Rindes culto y pleitesía a seres tan humanos como tú,
pero el honor y la gloria es invisible a los ojos de los tontos.

¡Qué poco me conoces, pero qué engreído y soberbio eres!
¿Quién mueve tus párpados y da luz a tus ojos?
¿Quién agita el viento entre tu cabellera suelta?
¿Quién filtra el sonido en la garganta del ruiseñor?
Dime hombre de poca fe y demasiadas ansias:
¿Conoces el punto final de tu historia?

Soy todo lo que tus ojos ven,
la hoja que se vence y renace en la primavera,
la semilla que cae y se vuelve árbol,
el junco que se eleva y se convierte en hogar del peregrino,
el fruto que nutre al vagabundo que pasa,
el orillo del mar, la playa y su profundidad.

Soy todo lo que olvidas con demasiada premura,
pero aun así, te quiero, te espero y te aliento;
te doy el dolor para que me halles en tu olvido,
te doy la soledad para que te encuentres conmigo,
y el desamor, para que no olvides jamás
que soy el amor, 
la esencia de todo lo que ves y anhelas.

Raquel Rueda Bohórquez
11 08 17



ESTUVE AHÍ (44)

ESTUVE AHÍ (44)

Estuve ahí galopando en el silencio,
el instante aquel entre la noche y el amanecer
en que una gota de rocío se estampa en un pétalo,
y la abeja encuentra sus estambres, para probar su miel.

Pasó la bruma entre las hojas del platanal
y temblorosos los toches desnudos
abrieron los ojos para iniciar a llorar.

Estuve ahí, vi pasar el manto de las nubes grises
y el milagro sucedió en un parpadeo;
el sol llenó la cumbre de colores
y los pájaros locos iniciaron su rochela.

Fabriqué la oda entre los resecos pastizales,
hallé en la cúpula de un árbol
la enredadera más sublime,
 y me volví alondra;
me convertí en mariposa que frenó ante tus ojos
pero otra vez, una y otra vez
no te percatabas de mi presencia,

y me volví ausencia hasta que te dolió la carne;
me volví lluvia en tus ojos y escuché tus gritos,
y cuando pensabas que te había olvidado,
cargué contigo y todas tus penas.

Te zafé de las garras de la ambición, del afán,
para que pasearas tus ojos por el jardín olvidado
que siempre estuvo ante ti,
pero sólo te afanabas por lo vano.

Raquel Rueda Bohórquez
11 08 17