APRENDER
He aprendido de las aves
que hay tiempo para callar
y otro para cantar...
Vamos renovando el espíritu
en una carne que envejece
y un alma que tiene rubor,
igual que los lirios de la tarde.
La naturaleza me ha enseñado todo,
hasta que los árboles regalan flores
y pequeños frutos en días de hambre
y las palomas de la calle lo saben...
De un tiempo para acá
mi yo imprudente e impulsivo,
ha tenido tiempo para mejorar,
aunque mi sangre sea de cabra
y mi tenacidad de gavilán.
Evito responder ofensas
y recuerdo que parecía un toche
irritado ante cualquier provocación
que molestara su paz en el platanal.
Veo a los ojos de todos
y se parecen a los míos,
llevan un profundo lago
que apresa las angustias
que la peste trae.
Aparece el hombre renovado
pero con un miedo visible
a la presencia del otro,
su cambio es una risa de hiena
igual a la del envenenador
que espera que la víctima caiga
y sonríe ante su dolor.
¿Realmente cambiaremos?
¿Cuántas pestes han llegado
Y cuántas vendrán?
Recorro los viejos caminos
vuelve el demonio a los niños,
regresan quienes ordeñan amapolas
y con ellas apagan otras vidas.
Ríos de sangre bajan por la montaña,
los perros muestran su lealtad
igual que los malvados a su amo.
Regresamos al mismo camino
en donde los espinos se crecen,
tanto como las arenas en verano;
¡pero nada que cambiamos!...
Raquel Rueda Bohòrquez
16 04 21