jueves, 29 de septiembre de 2011

DESDE MI VENTANA (1)


Sentí tu mirada ajena a la mía, mientras sentado en el computador, desvestías todas las películas porno que encontrabas, te vi abrazado a "Madame Petite", después te vi sonriente malicioso mirando a tu esposa como quien no nace nada malo, mientras te llevabas las manos sobre tus piernas tratando de ocultar algo levantado, te vi el rostro un poco encendido, los ojos brillaban, pero ese brillo no era para mí, era para todas esas diosas hermosas gracias a las siliconas ¿y por qué no?, a la magia de los cirujanos.

La esposa se alejó ingenua; "¡qué buen hombre!", decía, "es el mejor esposo que una mujer ha podido tener", y sin detenerse, inició sus oficios cotidianos, tantas veces repetidos, que no hay historia sobre ellos, y el "viejo mañoso" seguía en el computador, lo escuché cuando gimió de placer y yo un poco avergonzada sonreí, también era un poco "mañosa", pero él creía que su cándida esposa, sólo escribía dulces poemas con sabor a miel y que sus avecillas que le encantaban cuando estaban posadas una sobre otra, no era más que su necesidad de sexo y de amor que ocultaba a medias, porque ya todos sus amigos la conocían.

Seguí soñando, todo era un revuelto, mejor dicho un sancocho y aquí no estaba invitado Andrés porque descubriría todos mis secretos, sólo invitaría a Yabel, Daniel, Luis, Jorge, Kike, Benjamín,  a Ignacio no, porque últimamente estaba alejado de Dios y yo era una "Santa", y a Tato tampoco porque no respondía cuando le hacía un comentario a sus escritos. Ellos se sentaron a esperar a ver en qué terminaba mi sueño, los vi agarrados de la mano y al igual que tú,  fueron desapareciendo de a uno y todos se encerraban, los unos en los baños de donde casi nunca salían  y los otros siempre buscando el computador en horas  en que las esposas estaban agotadas, mientras ellos sonreían de placer con las caras coloradas.

Eran otras "Madame Petite", me dije con una gran carcajada que casi despierta a mis vecinos:¡¡uleros, uleros, uleros!! y salí a hurtadillas sin que el viejo "mañoso me viera". 

Cerré la ventana con mucho cuidado, para que él estuviera convencido de que estaba durmiendo. Le eché seguro por dentro para que durmiera en otro cuarto y me escabullí ...

La noche estaba estrellada y la luna como un gran globo hermoso sostenido por no sé quién, me miraba con su único ojo que abarcaba todo,  bañando de luz tímida y suave las montañas, con la frontera de mis ojos sobre ellas, cada vez más feliz.

Me senté de nuevo ahí, la brisa era fresca, tenía sabor a salubridad, me sequé los ojos de nuevo mientras observé que aún en la noche, los alcatraces se veían a lo lejos y que las gaviotas de mis sueños volaban con tal intensidad, que sus anhelos alcanzarían en su errante viaje.

Escuché aquél grito de amor que nunca he olvidado, bajaba desde una gran montaña y sus alas extendidas casi abarcaban el mar, era un gigante y en un momento sentí que me observaba, también lo miré y sus ojos eran de un negro intenso, sentí sus rayos penetrar en mi corazón y desperté.  

Estaba ahí de nuevo, y en el ambiente presentí que habías llegado en la noche mientras con mi cuerpo desnudo te esperaba, habías consumado tus anhelos y los míos volaron contigo, mientras respondía a tu grito agudo de águila, con mis piernas entreabiertas y una gran sonrisa de placer.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre  29/11