Tony. Mi
perrito Beagle chocolate.
TONY [36]
Hace unos años, obligada por las circunstancias y mi amor por los animales, me
llevó a iniciar un criadero de perros en mi casa, después en la finca, más de
10 años, lo que conlleva a sacrificio y nada de colaboración, y después tener
que entregar los niños en manos de no sé qué clase de personas, muchos serán
abusados, otros maltratados y muy pocos amados.
Entre las decisiones fuertes que he tenido que tomar a causa del mismo amor que
me llevó a criarlos y a la vez lucrarme con sus cachorros, hace unos días dije:
“¡ya no más!” y empecé a cumplirlo con muchas lágrimas, y con el dolor del
desprendimiento que da ver a tus mascotas asustadas ante un extraño, y con esas
miradas de tristeza en sus ojitos almendrados.
Algunas personas han sido malvadas con los cachorros que he dado en adopción,
otras los han amado y respetado; decidí que no quería equivocaciones y
escogería muy bien a las personas que se quedarían con mis muchachitos, con
todo el dolor de mi alma.
Me conforta decir: Si Anderson, un chico de 21 años que nos robó el infortunio,
se fue, y mi tesoro de madre, si se van todos y estamos haciendo cola, también
tengo que aceptar que no puedo mantenerlos en las condiciones que merecen de
espacio y libertad, y escribo queriendo también consolarme, pues sé lo que
siento en el momento de verlos marchar, y esa última mirada en nuestro propio
espejo, a través de una ventana, cuando sabemos que no los volveremos a ver.
Tony, ¡perdóname!, no ha sido fácil desprenderme de un ser que amo, pero lo
hice por ti, por las niñas para que no tengan más crías, lo hice porque tengo
un compromiso con la naturaleza y debo ser fiel a mis principios y promesas, debo cumplirlas porque Dios nos trajo a éste sitio a vivir dignamente
y te lo mereces mi perrito, mi ángel precioso.
Él se veía feliz en el patio con sus princesas, pero a veces le ladraba a la
luna y ese ladrido me llegaba al corazón, pues también lo hago, y esa ansiada
libertad ha llegado para ti, con la esperanza de volver a verte y saber
que estás mejor en ese gran espacio que te espera.
Dios te bendiga por haber llegado a mis manos y también, por aceptar que
alguien más te amará, y te hará ver la luz del sol y los verdores que yo no
pude darte.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 24/13