Aquí
estabas,
Pero
te han eliminado:
¡Jamás
de mi corazón!
Mi
dulce perrita
De
ojos de miel.
OJOS DE SHEILA (8)
Llega la noche con su listón de seda,
Y otros ruidos pasan por la carretera.
Recurro al rincón de mi cama;
Abrazo fuerte la almohada y desaparezco,
Para soñar que estás a mi lado.
Una pupila fue mi espejo,
Ahí me sentí amada, y ante todo;
Una presencia divina estuvo en mi camino,
¡Y ni cuenta me daba!
Nadie gruñe a su manera,
Ni se ven sus ojos por mi rivera.
Parece que hoy,
El zica me tiene con los dedos martirizados
Y no paro de recordar la miel,
Que ante mi caminar espera;
Y ante mi soledad me acompañaba.
¡Pero se fue pronto!
Hubo un esperar a ese instante,
Y oré, como se ora por cualquier humano:
Un padrenuestro, un abrazo,
Y volver el rostro hacia tu dulce lago.
Abiertos quedaron
Hacia un bosque inmenso,
Libre y sereno...
Se fue la niña tierna que sólo amó
Y nada esperó de nadie.
Se fue y me dejó el poema de sus ojos
Con una imagen para ella amada,
Y para mí querida.
¡Nos juntamos muchas veces!
Nos abrazamos tantas,
Que no tuvimos que perdonarnos,
Ni castigarnos por ninguna clase de abandono;
Pues ella cuidó de mí como pudo,
Y también lo hice a mi manera.
Se fue casi sin abrir la flor del campo,
Igual que mi potrillo dorado.
Ya me estoy acostumbrando
A que la vida tiene dueño,
Y vendrá por sus hijos,
Sin importar si llueve o truena;
Si tenemos mucho afán
O estamos cansados.
Pero no deja de doler
La marcha de un ser amado;
Tenga dos o cuatro patas,
Tenga plumas, o sólo veamos sus perlas
Brillar con más intensidad,
En ese instante del irse para siempre;
En el momento del juntarse
Por alguna razón
Con las estrellas del cielo.
Raquel Rueda Bohórquez
28 3 16