domingo, 22 de diciembre de 2013

EL POLLITO DIFERENTE [43]

Imagen: Internet

 EL POLLITO DIFERENTE [43]

Había un chico que siempre andaba con la cara sucia, a él no le importaba sino jugar, correr, volar… pero en medio de su desenfreno tuvo algún día que frenar… 

Sentado sobre una banca de madera, bajo cualquier árbol, el desgreñado chico de ojos azules, ¿o eran verdes?, tal vez de los dos colores tenía, a veces lo detallaba, con su rostro lleno de barros y moretones que él mismo se hacía,  y esa mirada, siempre fija en algo, fisgoneando entre las hendijas de las puertas, o subido sobre un gran árbol, viendo, siempre viendo…

Me entretuve un momento a escuchar alguna vez sus quejas, ahora recuerdo que eran demasiadas, vivía dolido con el mundo, apartado de todos, y entonces recordé el cuento del pollo diferente en una camada, a quien todos picoteaban, por no parecerse a ellos, y éste chico semejaba ese pollito de cuello pelado, que nació en medio de una gran camada.

Yo era una gallina copetona, no sabía qué era lo que deseaba, pues nunca estuve contenta con nada, estaba como él, buscando algo, ese algo de felicidad, de tranquilidad, pero en medio de tantas noticias de horror con las que fuimos creciendo, tal vez nos acostumbramos a las risas de otros, a las patadas injustas y a creernos víctima, era eso, simplemente nos creíamos víctima en medio del ruedo de la vida,  mientras escuchábamos la gritería de la gente que tomaba vino, en tanto el torero se entregaba a la tarea de clavar lanzas para herir más al toro…

Al pasar los años, en ese pequeño descanso de a veces; el chico cara sucia me preguntó: ¿Qué hago?, todo me sale mal, todos me odian, y no puedo agradar a nadie con nada, ¡soy un loco que vive tan inconforme! Mire las heridas, detalle los golpes que no se han borrado de mi piel,  las bofetadas que he recibido… creo que soy un joven resentido con el mundo, a veces quiero odiarlos a todos, quisiera destruir a los que me han hecho daño y no me han permitido siquiera hablar, ¿mi rebeldía a quién se la achaco?, vivo enojado conmigo, quisiera el camino más llano, pero siempre me toca el que tiene más espinas y rocas, y por ahí me lanzo, y me lanzan,  por ahí persigo al viento, y él me estrella contra una pared invisible, y llego aquí de nuevo, sin saber hacia dónde correr…

Yo no sabía qué responder, sólo dije como nos decía nuestro padre cuando nos veía inconformes con lo que él podía darnos y exigíamos más: “ahí está carretera”… y ante la respuesta, quedábamos mudos… pues él tenía razón, ahí estaba el camino incierto que cada uno, en cualquier instante de la vida, debía tomar…

Lo vi arreglar la maleta –una caja de cartón- y la llenó con su poca ropa vieja, después del último escándalo armado con la escopeta de mi padre.

¡¡Hijueputas!!... ¡llamen a la policía y sabrán de lo que soy capaz!!... mi padre estaba sentado al lado de mi madre, callados… y todos arrinconados muy asustados, nadie se atrevía a decir nada, recuerdo a mi tía Severa y a Dora, haciendo muecas cada vez que las mirábamos, y nosotros le decíamos a Dora que no dejaba de gesticular: ¡¡Cállese la jeta!! No diga nada… está endemoniado y puede cometer alguna locura.

No recuerdo el motivo, tal vez algún reclamo, pues todo lo que sucedía se le echaba la culpa al pollo piropo, y ese día estalló, recuerdo un empujón a mi padre, porque él le reclamó algo, y de ahí corrió a buscar la escopeta…

Pero al fin entregó el arma, bajó la guardia y como un niño empezó a llorar…

Al pasar el tiempo, cada detalle es recordado, con cada una de sus historias de vida, donde nunca descansó, sus ojos no tenían ese brillo del ayer, había perdido de a poco la visión, lo vi tantas veces debajo de las llantas de los carros, y un sentimiento de culpa, como de todo lo que dejamos de hacer por él, aparece.

Lo escuchaba muchas veces, pero él siempre gritaba, maldecía…
Si lo hubiéramos dejado maldecir, gritar, vociferar…tal vez hubiese sacado todo ese veneno que una sociedad injusta le dio.

Nadie le hablaba, fueron varios días que impusimos silencio, nadie lo miraba… pero él me llamó, lo recuerdo tanto, que no aguanté más y me senté con él un momento… ese último momento, y lo vi salir con la caja de cartón, a buscar futuro en Barranquilla, al lado nuestro primo Isnardo, un futuro que nunca fue, y que de nuevo lo estrelló contra la misma pared, y la pared le cayó encima, sobre sus esperanzas y sueños…

¡Ya nada importa!… el tiempo pasó factura y nos pasará a cada uno, por todo lo bueno o malo que hayamos hecho, eso decía mi madre, y a mi reina todo se lo creo.

Se llenó de tanta azúcar, sus comidas rápidas de coca cola con pan y dulce, acabaron con su vida, sus pocas alegrías, y el pollito se fue a buscar una mejor pradera, esa que a todos nos tocará en cualquier instante, cerca de la gallinita de los huevos de oro, que siempre lloró escondida en cualquier rincón, y también me preguntaba a veces: ¿En qué fallé?... quise que todo fuera lo mejor, ¡pero eran tantos!… lo amaba más que a todos, pero en algo me equivoqué, y ahora no puedo hacer nada, sólo tomar el rosario y orar por él.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 22/13