viernes, 15 de abril de 2016

CORTOS (37)

CORTOS (37)

1
El puesto de mando
Lo tiene el sol
Y de ahí no lo tumba
Sino la luna
Al anochecer.

2
A todo "Santo"
Le espera una muela
En el infierno.

3
Las mujeres virtuosas
Están en vía de extinción
Igual que los hombres fieles.

4
La fidelidad
Es un número par
Por tanto,
Tampoco existe.

5
Si quieres un amigo fiel
Cómprate un perro,
Pero si quieres
Un amigo morrongo
Busca una gata.

Ambos a su manera
Te harán sonreír
Y serán compañía más grata
Que un humano.

El perro lamerá tu mano,
El humano la morderá.

Raquel Rueda Bohórquez

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EN VOS (38)

EN VOS (38)

¿De qué sonrisas
Se adorna el rostro,
Si entre las ramas
Hay una flor,
Y entre los gajos
Canta un mirlo,
Que abre su pico
Con tal fervor?

¿De qué manera
El mundo aroma
En este círculo
Para dos,
 Si entre la aurora
Existe el aura
Que fabrica
Mi amor en vos?

Raquel Rueda Bohórquez

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A FIERRO (39)

A FIERRO (39)

El amor es un detenernos
A contemplar una flor
Y a imaginar que su aroma
Eres tú, o soy yo...

Enséñame el color de la vida,
Dame un abrazo
Y déjame volar con tus alas.

Tengo miedo del mundo cruel
Que me cerca y espina,
Y de la distancia mayor
Entre tu boca y la mía.

El amor es consonante
Verbo o sustantivo;
Una lágrima que rueda
En medio de un beso
Y nos halla pensando
Que estamos en el mar.

Dime que soy
Parte viva en tu pensamiento,
Que no es vano en ti soñar.

Más descorro la cortina de humo
Que entre un cigarro se forma;
Y todo se va entre el viento,
Así la canción vieja
Que tanto nombramos,
Pero que al recordarla
Llena de luz el adviento.

El amor es el cobre,
El hierro forjado;
Tus manos ajadas,
Tus ojos cerrados
Que ante la entrega
Guarda las tristezas,
Para que se plasmen
En el fuego gris
Que hace templar el alma.

 Raquel Rueda Bohórquez
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VOY (40)



Cierta vez, hallé una golondrina por ahí mientras caminaba, me sorprendió su belleza, todo era lindo en ella, hasta verla dormida.

VOY (40)

Voy hacia el espejo del mar;
Huyo del ruido de afuera
Y me concentro en mí.

Voy hacia ese camino silvestre
Que otros no han pisoteado.

Voy de aquí para allá;
Soy un ermitaño
Buscando las brisas salobres
Que vienen y van...

Voy hacia ese bosquecillo
Donde la nieve es cobija,
Luego en verano se llora
Y ríe de mí...

Voy hacia ti
Pero no me dejas,
Porque tienes un camino trazado,
Un huerto planeado;
Unas rosas por sembrar,
Unas semillas por regar...

Voy hacia el fin del camino
Más no sé en qué punto quedaré;
Luego me digo que no hay puntos,
Pero hay dos: nacer y morir.

Y retorno a tus ojos,
Me vuelvo golondrina azul.

Extiendo mis alas,
Te busco y te hallo
Donde nacen las flores del campo
Y se agitan los sueños,
Entre los manantiales que brotan,
Y los riachuelos que se crecen.

Raquel Rueda Bohórquez
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¿QUÉ SERÁ EL AMOR? (41)



¿QUÉ SERÁ EL AMOR? (41)

Amor, es ver a la distancia y reconocerte feliz, no sentir celos ni envidia por lo que la vida te ha dado, pues bien merecías ese trozo de felicidad que para muchos es negado.

Amor es saber que te sueño de vez en cuando, y en este raro espejo, algo me dice que a veces también me recuerdas; entonces la tristeza se aleja y el espejo me regala una sonrisa nueva.

Amor es asomar y sentir dolor por la muerte de un árbol; es una lenta agonía. He visto la manera en que han sacado la tierra hasta sus raíces y luego con un machete las han herido; al rato veré sus hojas caer y caer y no habrá castigo, porque se aprendió a matar y a ocultar el delito, de tal manera que nos volvemos cómplices por aquello de la corrupción. Si denuncio, habrá un enemigo, después los veré recibir la paga en vez de condena y el condenado seré yo, ¡por sapo!

Amor es la planta que ha crecido porque la brisa dejó su semilla en ese rincón, o sacudió a una flor que se vencía y esparció a su antojo su vida, para multiplicarla en cada trozo de huerto que sobresale de algún muro de cemento.

Es dejarla ahí, pasar y ver, descubrir que el hombre no podrá destruir la obra divina jamás, que la tierra reclamará lo suyo, que no merecemos pisar este paraíso santo, porque lo estamos destruyendo, en vez de disfrutarlo y cultivarlo para el bien común.

¿Qué será el amor?, es una pregunta que tenemos que hacernos, porque el amor nos grita desde adentro y nos reclama por nuestra indiferencia, ante todos los hechos que atentan contra nuestra madre tierra, y cada uno de sus árboles y sus testigos, adornados de pétalos y plumas de colores, de cada valle en donde se esconden los depredadores a morir fusilados, porque no pueden matar el hambre, esa hambre que nosotros lanzamos a la basura, porque tragamos más de lo que podemos devorar.

Cebamos la vida de seres inocentes para seguir abarcando bosques y pantanos, y nada nos llenará; la ambición es una maldición que pasará de generación en generación. Si no ponemos freno ahora, ella nos devorará; es un dragón de muchas cabezas, y sus cabezas son fuego que se expande y toca a muchos, que continuarán con ésta tarea sin remordimiento alguno.

Amor, amor, amor: ¡Asísteme ahora!, ¡ven a mí!, lléname de tus besos y permite corregir mis errores. Que siembre muchos árboles, que siempre abone, en donde la furia del hombre cultiva cemento para el hambre del mañana.

Raquel Rueda Bohórquez
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ROSA BLANCA (42)


ROSA BLANCA (42)


La vida fue un baile para ella, fue una canción, la radio sonando, una oración brotando, un poema recitado por sus labios.

Este día festejábamos la vida, y ella en medio de todo. Nuestro jardín jamás fue tan hermoso, era nuestra cometa y todo hilo se prendía de ella.

Ahora no sé hacia dónde volar, pero se presenta una hoja blanca; han de ser sus pétalos extendidos, debe ser que todavía me alienta, ya no hay queja ni reclamo, no hay visitas a contar lo mismo de siempre, otras espinas reclamaban su carne, una condena sin merecer que nos librará de otros males, porque así es la rosa blanca, se fue sin el hilo encendido de sus venas hacia el sol que la llamaba y que con sus ojos cada día buscaba...

Me dijo que publicara mis escritos, que entregara mis flores al mundo, no importaba lo que sucediera, pero que entregara todo. Esa frase la tengo aquí, como una sentencia que se cumple cada día.

Fue la promesa que bailaba al viento que le tocara, unas veces fue herida por dagas cercanas, su tristeza nos abarcaba a todos, y en ese rincón de las gallinas gordas, en medio de toda su riqueza de blancas mañanas con caldos de cebolla, la vi muchas veces llorar.

 A las rosas blancas no se les notan las gotas de rocío, bien las saben disimular porque se mimetizan entre sus pétalos, más ahí se copiaba el paisaje con todo su follaje, y ella en medio, arrodillada orando y pidiendo fuerzas a ese Dios que llenaba su boca de alabanzas y sus ojos de perlas.

Ahora te veo y te siento aparecer; eres la promesa de un amor que como un pendiente estaba de lado, en ese jardín ausente; más ahora, eres mi presente. En medio de ti no había pobreza, porque decías que todas las flores eran justas para el huerto, y cada trigal tenía la misión de un pan, ya sea entre el viento o sobre una mesa.

Al paso de una nube gris, al correr de la vigilia con tantas flores que tenías que sostener, fuiste el milagro vivo en casa, tú mi rosa blanca, que de tanto parir flores a tu huerto, te fuiste sin calcio en tus brazos y sin lágrimas en tus ojos.
 
No hay pregunta que no hayas respondido, ni respuesta que no hayas acertado; eras la metáfora donde el color sobresalía, en ti se inventaron todas las gamas, para que tu jardín fuera, en medio de tanta ortiga, la bendición o la pena que te tocaban.

En un rato, si mis flores se ajustan a sus jardines, seré libre para volar contigo, más es la voluntad grande la que rige, y ahí estarás amada rosa blanca, ahí seguirás tocando mi corazón con tus dedos y aliviando mis penas con tus recuerdos. Esos recuerdos que iluminan las miradas y acercan a las aves a su nidal, así fue mi rosal, y así la flor que perfumó con toda la esencia que llevaba dentro de sí.

Se llevó un crucifijo envejecido, su rosario y muchas rosas blancas, que fueron su corona. Las espinas se habían ido para siempre, sus manos fueron las violetas que le faltaban por recoger.

Adorna como siempre esa casita vieja de mis ensueños; ahí estás con un delantal antiguo, es gris, muy largo, parece hecho de nube y topacio, pero esa cálida sonrisa y sus ojos que no han dejado de ver, recitan versos por donde pasa, perfuma cada aurora y cada anochecer, sin importar el tiempo de la espera...


Raquel Rueda Bohórquez
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LA VOZ DE LAS ROSAS (43)

María 

LA VOZ DE LAS ROSAS (43)

Ese día me sentía incompleta, parecía una hoja en blanco, mientras veía todas sus miradas inquietas, tapando sus cabelleras raídas con casitas de algodón.

Ahora el tiempo y la vida me tienen aquí de nuevo; los rosales se crecieron y las rosas ahora perfuman aquí o allá. Guardo las espinas, porque cada una es la historia de la vida, es la hoja que todavía no escribimos. Serán ellas quienes recuerden al tiempo, que somos ese raro perfume en casa prestada que corre y corre tras un sueño de amor, pero el sueño se esfuma, se esconde bajo las rocas,  brota luego, grita y se levanta altanero para morir entre los encajes dorados de una esquina, donde la mar comienza o termina...

Había de todo color: negras espigadas, blancas cansadas, amarillas, rosadas y rojas encantadas; cada una con su misión en el jardín, con la inquietud que tocaba a sus pétalos  con el acontecer del sol pegando fuerte y la brisa sacudiendo cada fibra guardada en su interior.

Un colibrí azul pasó, un abejorro de plata, una avispa escarlata, una hormiga veloz, y entre la ortiga que golpeaba fuerte y la cizaña que se esparcía, cada rosa fue testigo de una lágrima que desde el cielo caía.

Rosa mía, blanca rosa: de tu rosal prendido quedé, de cada verde olivo de tus ojos y de cada girasol formado en tu pupila, que me enseñaron que la vida tiene un amargo que se endulza en el atardecer y se alivia en la oración.

Fueron mis retoños, esa fuerza que me empujó hacia el ermitaño que llevo dentro. No escogió el sol un color para lucirse, todas fueron sometidas a su fuego y talladas a su antojo; así la boca se perfumó y los labios se fueron secando con el tiempo, más una rosa hizo estación en el jarrón de cristal colocado a María, ella se ha secado, pero todos sus pétalos se juntaron, luego la tomé, creí que estaba muerta, pero las rosas jamás mueren, porque aún después siguen perfumándole metáforas al poeta.

Hizo nido en mi rosal un colibrí, pero en el camino cambió su esencia, se volvió pájaro espino y luego se alejó de mis fragancias. Los brotes abrieron solos, se fueron resintiendo con la fuerza del viento, y el sol curtió al vencejo y avivó el fuego en las luciérnagas.

Cantan aromas las mañanas, recitan versos las palomas; una historia de hojas se arruma en un rincón del tiempo, serán leídas y no comprenderán de nada, pues el rosal estuvo ahí, siempre una flor dejó, un brote resucitó, una esperanza se abrió paso y las flores abiertas pidiendo un beso, fueron desnudos colibríes, que en su nicho acolchado, parecían niños sin madre, más en su vestirse de colores plata y oro, la vida cobró sentido en el rosal y fueron más que amor para recitar.

La voz de las rosas es un cantar de cantares que nos acerca un poco,  nos suspira profundo al oído, que la vida es aroma y visión, es el amor que asoma en medio de hojas verdes y nos sorprende luego, al perfumar con pasión, sin importar para quién serán sus pétalos, ni a quién corresponderán sus espinas.

Raquel Rueda Bohórquez
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