domingo, 20 de octubre de 2013

EL SERBIO 6 [53]

Publicado por Raquel en 06:10
Domingo, 20 de octubre de 2013

EL SERBIO 6 [53]

Desperté en medio del sol fuerte sobre mi rostro, y una gritería en la barca, parece que hubo huracán y vientos muy agresivos, pero la verdad no sentí nada, según me contó el antioqueño, me tuvieron que llevar en brazos a mi camarote, porque me había quedado dormida sobre la mesa, y mi mor el Serbio sin pena alguna me sacó de ahí toitica gomitada, me limpió, me desnudó, me bañó, me perfumó, me… bueno eso todavía no, según el tipo descarado estuvo ahí todo el tiempo viendo mis gorditos y riendo de buena gana, mientras le colaboraba al Serbio y me dejaban como un angelito de nuevo, para salir sin hacer ruido alguno y pasar luego semejante susto, con olas de hasta 20 metros de altura, ¿y eso cuándo?, ¡no te lo puedo creer!, decía en medio del asombro y el dolor de cabeza por el guayabo tan verraco con que había despertado, menos mal sucedieron las cosas así, porque si no, en mi vida me hubiese subido a semejante lío en otra barca, ¡ni más faltaba!, con éstas ganas, y la cabeza  caliente para aguantar más vainas, no creo que daría para más, pero aquí estoy, vivita y coleando más fuerte que ayer, dándole el rostro al buen tiempo, porque el malo había pasado mientras dormía.

Hoy no había nada especial, estaban organizando fiestas y más fiestas, parecía que la gente no tenía más nada que hacer, me dediqué a escribir poesía, pues la verdad no tenía algo mejor qué inventar en el momento. 

El antioqueño preparaba los detalles para la boda, sería algo formal, sin tantos invitados, y desde Colombia vendrían sólo unos cuantos familiares, pues no había cama para tanta gente, ésta vez quería todo privado, sin tanto chismoso, ni personas por ahí pendientes de si era virgen, si no, si gritaba, si no gritaba, si caminaba bien al siguiente día o no, porque esas pendejadas parecía que ahora habían pasado de moda, y bueno, la verdad 54 años y pensando todavía como una niña, pero no había tenido todavía nada en privado con el Serbio, aunque las ganas se veían saltar como las sardinas, al paso de la enorme barca que me conducía por éstos sueños tan maravillosos.

Las gaviotas estaban en alborozo buscando descansar un poco y habían encontrado en proa bocados que la gente lanzaba, como una manera de entretenerse, ya que todos estaban un poco asustados por la experiencia de la noche anterior, de la que me perdí todo, y no quería escuchar nada, pues nadie dañaría mi viaje.

A lo lejos, los alcatraces subían y bajaban y siempre en su pico algo llevaban, ¡bonita vida la de éstas aves!, parecían tan libres en medio del oleaje, abrían sus enormes alas sin que nada pareciera dolerles, pero sí les dolía, a veces no salían más, algo en ese fondo azul las hacía perderse en las profundidades, sólo un oscuro profundo, y ya no eran más.

El Serbio se había acercado, estaba un poco apenada, pero él simplemente acarició mis cabellos y pasó su brazo sobre mis hombros, y así nos quedamos largo rato, viendo hacia el infinito, en silencio, sin más ruido que el cantar de las aves marinas, y el bullicio de las olas.

El antioqueño como siempre, tan atento, llegó con unas “margaritas”, ya las conocía, no eran flores, con Sonia y David habíamos ido a tomar unas cuantas, o sea que aquí  no se reirían de mí, porque ya sabía que esas grandes copas, contenían una limonada con un poquito de trago, y una rodaja de limón o una fresa, y en el orillo untado con sal para que la gente crea que es mucha vaina, y clavarlos con un precio bien alto.

¡¡jajajaja!!... te jodiste antioqueño, le dije mientras tomaba la copa y pasaba la lengua con delicadeza por el orillo de la misma, y daba un pequeño sorbo a la tal margarita, limonada envainada con licor.

El antioqueño no dijo nada… ésta vez lo vi como raro, ya no tenía la sonrisa picarona del día anterior, ¿será que como me vio desnuda se ha enamorado de ésta princesa?... Digo, digo… porque vería mis pechos como uvas pasas al sol, o tal vez las cicatrices que mostraban que ahí había pasado algo más que un bisturí, sí… algo le pasaba, hoy no quiso sonreír ni molestarme, como en días anteriores, su seriedad me tenía un poco perturbada.

Estaba muy cansada, el Serbio me acompañó a mi camarote, nos quedamos un rato ahí, hablando de la vida, mientras le ayudaba a quitarse la chaqueta, ya le había transmitido que me gustaba cuando se quedaba con una guayabera blanca y una pantaloneta de flores bien sueltecita, y sandalias, ¿para qué se embutía en esos trapos?, relax amor… relax…  pero no comprendía nada de lo que decía, y sólo sonreía para decirme al oído:

Ерес невероватна жена, ако богота сазнао не тргују за ове века курве, волим да превише жена, не зато што су ваше груди или ваши покрети, али, зато што изгледају мале кад си са мном, а велики када водимо љубав .

La verdad el traductor era pésimo, entonces traduje a mi manera para mis amigos;  me había regalado un portátil pequeño y él mismo escribió, pero  traduje a la perfección.

“Eres una mujer increíble, si el antioqueño se enterara no cambiaría a la mujer  por esas putas de siglo XXI, me gustas demasiado mujer, no tanto por tus pechos ni tus movimientos, sino, porque pareces pequeña cuando estás conmigo, y grande cuando me haces el amor”

Me dejé besar y acariciar, ya no me importó el  mundo que me rodeaba, con todas sus mezquindades y tristezas, en éste segundo lo había olvidado todo, estaba pensando que no me casaría dos veces,¡tal vez si lo tuviera de amante y pudiera viajar con él a donde quisiéramos…!

Ésta pregunta rondaba mi cabeza, cuando el antioqueño apareció con una bandeja paisa, langosta a la termitor para mí, y para mi mor, una cazuela marinera, con guarapo y chicha de maíz, la combinación perfecta  ¡jajaja!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto/13