No hay peor catástrofe que un enemigo
oculto, es como una serpiente que en nuestros sueños aparece siendo pesadilla y
espada, pero hoy es Domingo y como ayer, mi vida está en manos de mi Rey.
¿Quién me puede alcanzar si me tienes
cargada?, amanecemos tristes sin conocer el motivo, es una enfermedad que nos
va comiendo poco a poco, pero en un rato vendrá como la brisa su contento,
bandada de pájaros azules iluminando toda pena, borrando cada herida, pues van
hacia la copa de un árbol donde un amor espera...
Limpio mi boca, me hizo un mal amigo
besar de nuevo a mi madre tierra, tiene sabor a pan fresco, toqué el fondo de
una roca, ¡tanta confianza tenía!, ¡Dios de amor!, ¿por qué no confié mejor en
ti?
Después de cada resbalón y caída, su
mano me ha levantado, no importa que todo se oxide, que parezcan no florecer
esperanzas en mi valle, que una traición tras otra, parezcan comedidas
prostitutas, no interesa lo que suceda conmigo, me alimento de luz y es rico,
no me espanta, como éstos días de sombras que corren por mi casa, parecen niños
asustados buscando un camino, oro por ellos, ¡que se vayan!
Un sendero de rosas diviso, energía
que flota en el ambiente, perfume a miles de flores, campanitas de navidad
suenan, corro por mi café caliente con el corazón renovado; no siento
cansancio, mi amor se lo ha llevado, y eso, que el día apenas comienza...
¡Cuidado con esos amigos que mudan
piel como las cobras!, un día te adulan, otro te maldicen, y murmuran de ti
días y siglos, con una fijación que permite que otros crean sus mentiras.
¿Alguien ha sido odiado sin motivo?, ¡qué
triste se siente!, parece que nos desangramos y tenemos hambre, la garganta se
ha secado, punzadas sin explicación penetran nuestro corazón, y la cabeza
siente espadas que penetran hasta la mirada.
¡Dios!, tú que conoces mi vida, en
tapete blanco he puesto mis quejas, hoy te pido espantes a todos los que tanto
mal me hacen, se han quedado hasta con mis lágrimas, se han robado el
hilo con que bordaba flores blancas para mi madre, y vendrán por la aguja
también, para con ella punzar mi alma.
Aquí estoy, siento secos mis ojos,
tus dedos parecen besos de brisa, hay un retorno a la primavera y llegan las
aves doradas a trinar en mi árbol, felices parecen cantar, pero sé dentro de
mí, que están llorando; sus cárceles mínimas las separan de la libertad, pero
aquí dentro de mi propia prisión, mi pensamiento me hace libre, surco el cielo
y retorno al mar, y el azor desea hasta mi sombra, pero tú le confundes,
y él se aleja, como una nube gris de mi camino, para despejar la magia de tu
sol sobre el estero pálido de mi vida.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 20/15