LA MADERA [47]
Se
corta en menguante,
la
savia está abajo tocando sus raíces,
en
creciente se eleva hasta sus gajos,
pero
hay podar cuando la sabia esté abajo
no
le entra comején ni polilla,
para
que comprendan de vieja sabiduría
transmitida
entre leñadores
de
boca en boca, de flor en flor
como
los besos olvidados de mi amor.
La
madera es como la vida misma
si
la cuidas, será fuerte y soberana,
pero
si la abandonas a tus caprichos,
comején
y plagas harán festín,
y luego ni silla ni aserrín.
Toco
madera para escuchar su voz
amarro
dulcemente las cuerdas de una guitarra
y
al templar, escucharás a su alma cantar
en
un rincón donde nace un artista.
El
tambor es la piel del cordero templado al sol
pero
sin la madera, ¿quién escuchará un son?
Madera
dulce y ligera, fuerte y pesada:
donde
estés sé que has llorado,
lágrimas
de tu pecho se han regado
en
un desierto donde habita el olvido
con
gritos silenciosos
que
claman ser escuchados.
Arriba
de la cuesta, ¡madera del alma mía!:
cambia
los hilos de un arpa
para
que cantemos al llano
nuestra
gran melancolía.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 20/15
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