miércoles, 28 de agosto de 2013

ORUGA [9]

ORUGA [9]

Conocí a una oruga de muchos colores, casi pisoteada la encontré en el camino y con cuidado, pues parecía amenazante con tantos brillos y luces, con una pequeña espiga la dirigí a su destino.

Más la oruga necia regresaba, levantaba su rostro ante mis ojos, anillada sobre sí misma, con un brillo demoníaco me decía: ¡Vete a la mierda! /a veces las orugas son groseras y  le respondí: ¡Para allá vas desagradecida oruga fea y soberbia!, ¡vete y enróscate en cualquier hoja, ya que no aceptas consejos ni te dejas guiar!, entonces:  ¡jódete!...

La oruga me miró con esos ojazos endemoniados una vez más... /¡Vieja ridícula! ¿Acaso pretendes que una oruga hable contigo?, ¡bah pobre!, ¡me das lástima, por tanta arruga y  pestaña postiza que te veo!

En éste punto estaba a reventar, pero como soy tan noble, soporté.  En mi interior la oruga me causaba pena, entonces me senté en un tronco a ver qué hacía...

Simuló estar dormida, y al rato, con paciencia, se empezó a mover, pero cuando vio que me reía, se enfureció tanto, que doblada sobre sí misma y con ese poco de patitas que parecían de caucho, pretendió alcanzarme, /¡espérame, ya verás!... ¿Ahora te ríes de mí?...

- ¡Sí!, le respondía- ¡Muévete gusano, pareces lombriz en verano!

Empezó a moverse tan rápido que aterrada quedé, en una hora había recorrido unos cuantos centímetros, y al fin, al llegar la tarde, apenada le aconsejé: ¡Toma el sendero que te corresponde, oruga, no seas necia!, en algún momento, algo malo te puede suceder. Tu madre te dejó en una hoja fresca, ¿acaso tenías que salir de tu árbol a buscar aventuras?, por tu bien vete a casa, al bosque, porque alguien te puede dañar...

-¡No iré a casa!, ¡ya estoy adulta!, ¡mira qué gorda y grande soy!, pero creo que tengo mucho sueño, ¡ayúdame por favor que no me puedo mover!...

Con suma paciencia la tomé en mis manos ésta vez, ya no le tenía miedo, me di cuenta que ni pelos que asustaran, ni venenos, ni dientes que mordieran, y en una gran hoja donde había muchas uvas la dejé.

¡Gracias!... y perdona mi grosería, creo que tenías razón, y ahora ¡ahhh! tengo mucho sueñooo!, /con su mandíbula brotando pequeño hilos, una casa empezó a tejer.

Desprevenida estaba, pero luego un pequeño colgajo gris vi prendido de la hoja- ¡Qué raro!, ¿fue capaz sin tener la inteligencia que poseo, de fabricar una cárcel para dormir?, ¿o será que está muriendo y fabricó su tumba de una vez?

¡Tendré que averiguarlo!... y me quedé por varios días viendo la pequeña casa que no se derribaba ni por el más fuerte huracán.

Cierto día, estaba muy cansada de esperar y resolví que ahí la dejaría, pero  algo me llamó la atención...

Esa antena... ¡qué raro!...
y al momento,
un pequeño rostro de colores,
al rato, ¡oh Dios, al rato la veo aparecer!...

¿No eras acaso la oruga que del camino recogí?
¿No eres quien durmió y su ataúd fabricó?...

Su respuesta fue danzar,
era una princesa azul ante mis ojos...
/¿o sería el príncipe soñado?

Sin responder a mi inquietud,  
visitó el jardín…
Sin reír de mí,
se deleitó con cada luz
sobre la higuera.

Sin llorar,
se quedó viéndome de nuevo,
sin vacilar,
se enredó en una nube de colores
y marchó,
con la gracia
de quien lo ha vivido todo
en un instante.

Cuando el día presentaba su primavera,
¡mi amiga mariposa me abandonó!...

¡Jamás imaginé
que un gusano
tuviese tanto valor!.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 28/13

AHORA [10]

AHORA [10]

Ahora, en que  las luces de la noche son niñas coquetas en el cielo, enmudecida una vez más con ésta tristeza que me vuelve vieja, que se pega a la piel como una garrapata para chupar de a poco mis alegrías pasajeras...

Me ahogo por estar siempre encerrada, parezco ir y venir de  león en su jaula, soy  lora pegada de su oxidada casa, en círculos interminables que no la llevan a ningún sitio, tal congoja me hace gritar, así recuerdo tus labios violeta, y en medio del silencio escucho un grito que se ahogó en tu mirada.

Quisiera que no salieran más lágrimas, pero viene una tras de otra, quisiera siempre reír para olvidar las penas, ¡más no sucede  nada!, soy un foco encendido, una llamarada que de a poco me deslíe, deseando marchar lejos de éste infierno, donde ahora me queman los pies esos pequeños dragones casi invisibles, que desean devorarme viva y acabar con mis penas.

¿Para qué llorar?... Todas las enciclopedias han estado ahí, alguien pretende enseñar sobre el dolor, pero se queda también con sus palabras mezcladas. Es un vino barato sobre mi mesa del que todos tendremos que probar en algún momento.

Un tanto de alcohol quisiera, pero hasta eso se llevan las manos locas, hasta mis borracheras deseadas las toman.

Los sueños parecen de abeja sobre una flor de plástico, entonces de nuevo deseo gritar, me levanto de la silla y sacudo toda la peste que me sigue. ¡Pobres llagas encendidas!, en tanto, los hambrientos se llenan con mi sangre de a poco, inyectan su veneno y me consumen…

¿Ahora qué hago?... No sé hacia donde ir desde que no estás...
Pareciera que la única puerta sin cerrojo fuera la tuya, que el único amor sincero se fue mientras dormía.

Mi niña mariposa ¿qué hago?...

Entre mis letras de cada día busco un consuelo. El asilo de siempre para mí, es a donde pueda estar contigo, pero mi ánimo retorna al ver un ave, tan solo por eso regresa mi deseo de vivir y apago la cerilla, para encender de nuevo mi corazón que empieza a palpitar cual vagón, y arranca sobre una invisible carrilera, en búsqueda de ese nicho tuyo, abrigado y tierno.

Un elíxir para sanar heridas son éstas letras, alivio a tanta huella tuya, a tanto poema que palpita por salir con las mismas palabras retorcidas, parezco enredadera sobre un roble, esperando del sol divino una caricia.

 Elevo al fin la mirada, así lo hacías, para buscar en lo invisible una razón.
Agacho el rostro con pena, al recordar la espada traicionera sobre tus llagas... 

Recuerdo que un crucifijo herido fue tu vida, que tu cuerpo fue una llaga donde se ensañaron muchos, más siempre, de Nazareno tenías brillo en los ojos, y tu dolor fue donado en oración para borrar los pecados de otros.

¡Qué rica!, ¡qué valiosa joya eres madre!

Desde ahora mi Santa preferida, mi ángel que duerme conmigo cada noche y me despierta, con un susurro de brisa, al creer que duermo, más solo ensayo a cerrar los ojos para siempre.

Espérame un poco...¡tan solo un cuarto menguante!...  ¿O será que  en luna llena, si mi ermitaño cambia de casa, estaré contigo por una eternidad en tu palacio grande?


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 28/13