MI
ESPEJO [87]
Me vi al espejo una vez más,
no es la piel rugosa lo que me vuelve triste;
ni son las tantas canas, ni las ganas vencidas en mis manos,
ni es el alcohol que alguna vez probé de labios ajenos a los míos.
El olor impregnó mis sábanas, /¡huele a puto borracho!
Me
quedé cual vino sin ser probado,
y
el deleite del placer se perdió conmigo
ante tanto hastío de vida.
No miente, pero es mi amigo,
sabe que no son vanas las muecas,
que mis lágrimas escurren a su antojo
y de tanto llorar, se han secado los huertos interiores,
no brotan cascadas de mies dentro de mí,
ni se apetece un traje agotado de esperar sus manos.
Observo las montañas de mi cuerpo,
las
ensenadas, donde alguna vez,
cierta noche pasaste, diciendo que me amabas;
pero al instante, una feroz carcajada todo derrumbaba.
A ratos odio mi propio espejo, deseo arrancar de raíz el tiempo
pero me pregunto si existe, ¡es todo tan extraño!,
el reloj marca implacable cada segundo, pero nadie lo ve…
Es tan invisible la vida misma, el aire que respiramos
pero sin él sería imposible un beso, una carcajada, vivir.
Apuesto a que mi espejo me conoce, ¿pero lo conozco a él?
Copia la sombra que me sigue, tan negra y triste,
me retrata cuando quiero sonreír, o ante una mueca,
mientras el verdor de las primaveras
se
va al acercarse el verano,
que
implacable arderá en las rocas,
me
viste de sonrisas,
pero
en mis ojos no se adivina brillo alguno.
No detalla los girasoles sonrosados de mis pechos
ni un vientre que se volvió un cerro viejo y desgastado,
trapo viejo que nadie usó, y se quedó esperando una caricia.
Marcharon
las fantasías con mis otoños de hoy,
abrazadas a una lágrima, acompañando a la siguiente.
No puedo devolver ese tiempo inexistente
que me convirtió en una rosa de verano,
¡tan ausente del amor!, ¡tan alejada de tus besos!,
y el señor espejo se ríe de mí, y yo de él.
No basta una mentira, ni que el vino esté sobre la mesa;
ni basta su fiera y arrogante mirada.
Un puño quebrará esa sonrisa multiplicada como un eco
entre los quebrados trozos de existencia, que se roba el tiempo,
el implacable sonar que se esfuma en mi sombra
dentro de aguas extrañas,
en un pequeño lago deseando brillar al fin.
¿Acaso existo?, ¿qué será lo que me asombra?
Otra vez adivinando mi boca, descubro tus labios,
observo al cerrar los párpados en éste lapso implacable
que al abrirlos, pareciera llorar un lago.
La vieja luna de mágicos destellos le hace el amor,
la piel curtida de esperar, toma asiento,
para
dejar pálidas letras en una blanca pared,
siendo
el cristal, ese lugar extraño
donde
mi sombra brillará por siempre.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 2/13