Raquel Rueda Bohórquez
Compartido de forma privada - 10:30
AHORA [153]
Hace un rato soñé con mi ángel, fue tan real y maravilloso que percibí su
perfume, el último que le regalé en navidad. Lo recibió con tanta alegría, era
un muchacho genial, dulce con todos, amable y feliz. Imagino que esa fue la
razón para que Dios, pues estoy segura de la existencia de algo más grande que
todo lo que existe, se lo llevó, porque había cumplido con lo que tenía
que hacer aquí.
Tenemos por costumbre alabar a las personas que marchan o vuelan, o mueren
primero que nosotros, pero él era un chico diferente, se tomaba el tiempo para
hablar con los muchachos, sus amigos, para él todos eran sus amigos, su
familia, les aconsejaba lo malo que eran los vicios, les pedía un cambio, por
ellos mismos, por sus seres queridos, les decía que la vida era un regalo de
Dios y siempre hablaba de Dios como si lo conociera.
Sus expresiones finales en facebook como: Gracias Dios mío por todo lo que me
has regalado, gracias por ésta felicidad que llena mi vida de sonrisas, por mi
novia preciosa, por mi familia, mis tías, por todo éste mundo de ilusión,
porque culmino mis estudios, porque pude arreglar mi dentadura y hubo dinero,
con mucho sacrificio pero cada cosa se solucionaba en el camino.
Le dolía mucho la cabeza ese día, y fue al médico, siempre aprisa, porque
trabajaba y todo era así, corriendo, al trabajo, a su almuerzo, a la
universidad, y en esas prisas encontró una amiga que brindó su último almuerzo,
la viejita de la tienda, la última
llamada a mi hija Verónica, y unos momentos antes, sus ruegos para que lo
acompañara, pero ella tenía que ir también a la universidad, alcanzó a llamarla
minutos después, ella ya iba en el bus: "Viñu, te quiero,
olvidaste algo y te lo envío ahora", fueron sus últimas palabras.
Ya en la clínica con nuestra madre ella lo sabía, me había dicho: Anoche soñé
con el chico de la estrella negra, no recuerdo cuál era, pero ya no está con
nosotros. No lloren por los muertos porque ellos ya no sufren, y también me
dijo: "Mañana habrá un gran partido de fútbol y asistirá mucha
gente", era el sepelio de mi sobrino, asistió demasiada gente, muchos
ramos de flores, amigos del colegio, de la universidad, del barrio, gente que
lo lloraba porque amaba a todo el mundo y lo expresaba con ese inmenso cariño.
Hoy lo soñé, desde ese trágico accidente un 3 de mayo de 2012, estuvo un
momento aquí, para sentir que no desaparecemos, simplemente cambiamos de sitio,
de lugar, y podemos trasladarnos por el mundo con el pensamiento.
A mi muchachito todavía lo lloro, no he podido superar su partida, era como mi
hijo y no quiero imaginar el dolor de sus padres, de mi hermano Juan Carlos, quien
era su mejor amigo, con quien salía abrazado por la calle, ¡mi viejo!/le decía,
y eran tan jóvenes que parecían hermanos.
Sólo quería desahogarme y compartir algo, soy una llorona por naturaleza, de
esas personas que se achican cuando hablan, la voz se convierte en la de una
bebé, se ahoga mi corazón y no puedo hablar, entonces aquí, con una página en
blanco, mis dedos hablan por mí, más de la cuenta muchas veces...
Mi muchacho no se ha ido, vive en el bosque, en un lago transparente, vive en
cada uno de nosotros, en un ave que surca el cielo, en una mariposa que pasa
por nuestro lado, en el canto de un sinsonte en la más elevada palmera...
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 7/13