RÁFAGAS DE VIENTO
Escuchando una melodía me atreví a preguntar al viento:
¿Puedes contarme si Dios existe?, porque a veces tengo dudas, y entonces una
ráfaga helada golpeó mi rostro, me sentí ahogada, como si alguien aprisionara
mi cuello, encendido mi rostro casi a punto de volverme una violeta y exclamé:
¡Dios mío!, ¡me ahogo!, y al gritar empecé a respirar de nuevo, la ráfaga entró
y salió de mis pulmones, y entonces bajé el rostro y doblé las rodillas.
Hoy estamos sensibles, pensando que Dios nos regala cada día
tanto, y a ratos somos ingratos. Creemos que la gloria y los ídolos son los
hombres y las cosas, besamos una vasija de oro, un vehículo fino, un traje
elegante, ansiamos una joya preciosa, cuando todas las joyas brillan a tu
alrededor y no las ves porque vives ciego, y tus ojos destilan fuego, tus manos
sólo desean poseer y arrinconar tesoros
que son basura para el planeta, y tú mismo fabricas cerraduras que te guardan
en una prisión armada hasta los dientes explotando en los débiles y quemando tus alas en una tan ansiada libertad mal pensada.
Hoy me dijeron que era glorioso quien escribía y regalaba,
¡ojalá que lo hubiera dicho el poeta de la esquina!, el que vive arañándole a
la vida un instante y recoge cartones sucios que no reciclamos desde casa, para
que su tarea sea menos sucia, estamos en castillos de oro reclamándole a otros
lo que no hacemos, nos cansamos con los discursos repetidos, con los sabios que
no padecen hambre, con los pobres de corazón que sólo hablamos y decimos que el
mundo debe cambiar, pero estamos llenos de odio, y vivimos como vacíos en el
espacio donde se acumula la peste y la podredumbre del alma.
Pero me llega una ráfaga de viento que me invita a dormir,
el día ha terminado, moriremos un instante si el sueño nos llama, y esperaremos
a que mañana sean menos los niños muertos, que se acaben las armas y las
guerras, un sueño casi imposible, pues el hombre ha sido la condena para el
planeta, hemos sido un castigo para el mar, y una sombra oscura para el bosque.
¡Bienvenida seas, ráfaga de viento!, que no sean balas que
se estén disparando ahora contra inocentes, y que todo el que dispare un arma, caiga
por su propio peso, será uno menos, pero falta, falta limpiar el aura del
hombre, y abonar senderos con buenas brisas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 13/14
