jueves, 7 de mayo de 2015

OJOS [47]

Jueves, 7 de mayo de 2015

OJOS [47]

El tipo me invitó a pasar con una sonrisa extraña, y seguimos, había un patio enorme, un solar con muchos árboles, era un bonito bosque, pero estaba lleno de tubos como bocas de dragones dispuestos a nuestra inmundicia, él fabricaba con cemento para esas cañerías de antes,  ahora los hacen en caucho o pvc, pero él no me invitaba a ver su bosque, sino aquello que parecía una enorme serpiente de colores, amarillo, negro, matizado, ojos azules, dorados, negros, ¿cuántos había?, un número no recuerdo, pero eran muchos, diría que más de 25, y todos tenían esa mirada abierta, sus ojos enormes viendo hacia la nada, y mi estupor fue tan grande, que palidecí, la impotencia y rabia me hicieron salir de allí presa del pánico, ante las carcajadas de éste hombre, pero sí recuerdo su nombre: Víctor, era un gigante, un bobo grande y acaba ropa, de los que está lleno éste divino planeta.

Cualquier día, muy pocos después de éste suceso,  estaba por ahí pensando en nada, como siempre, escuchando en el parque el canto de los pájaros, viendo pasar campesinos con bultos y bultos, y en sus rostros esos afanes y angustias que todos percibíamos, en una época de mucha violencia en su contra, y de poca solución a sus problemas.

Me gustaba ese pequeño parque tan lleno de vida, en aquél pueblo donde encontré un amor, pero también se fue, y nunca más volteó su mirada, era un "tigre", decía él, pero se fue y me dejó tan solo el corazón en la mano, para recordarlo, y escuchaba el pito del tren, cuando me contaron que lo habían encontrado en su cama, no fue un tiro lo que recibió, sino varias puñaladas, imaginé que "ellos" regresaron vestidos de hombre y castigaron su crueldad, también tenía una mirada extraviada, nadie cerró sus ojos, y lo más extraño de todo es que no robaron ni un centavo, todo quedó intacto, en medio de una sábana roja con tendencia a ennegrecer por el calor de otro día.

Había poca luz en el parque, aprisa decidí caminar a donde Felisa, por esa calle del chico que vi desnudo, y al segundo, pendía de un árbol, meciéndose como un gajo de flores secas, más en un  minuto corría con desespero, tenía mucho miedo.

No sentí nada por la noticia, ¡era raro!, tal vez me estaba volviendo humana, ni siquiera piedad.

Me asustó el camino y la oscuridad de este día, divisé  al muchachito del árbol como una sombra que me perseguía, y en ésta carrera, aparecieron sus pequeñas lámparas, parecían luciérnagas iluminando mi camino, ¡era extraño!, pero ahí estaban ante mí, jamás se borrarían de mi pensamiento, los 25 gatos y sus 50 ojos viendo al infinito, y sentí muchas deseos de llorar y seguí corriendo, pronto llegaría a casa, y estarían todos ahí en espera, y la vieja Felisa con un gran jarro de limonada en las rocas.

¡Hola!, ¡cómo estás Barbarita!, ¿le contaron del viejo Víctor?... ¡lo mataron como a un perro!

Y entonces respondí: ¡se lo merecía el hijueputa, por mata gatos!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 7-05-15
Publicado por Raquel Rueda Bohórquez en 16:36