sábado, 21 de abril de 2012

EL DON DE LA VIDA 2


Mi amada madre en Venezuela.

EL DON DE LA VIDA 2  L4R


La vida maravillosa, bella y efímera…, cómo quisiera cada día amanecer deleitándome;  pero tantas veces sufrimos aún para morir, cuántas otras la alegría llega y se va con las manos cansadas de cargar flores, y se pierde y languidece; y pensamos en un nuevo día de nuevo sin importar el anterior.

Aquí estoy sol radiante; aliento temprano de mi corazón, aquí renovando el agua de mi fuente; pidiendo por tu luz sobre la vida de quien amo, alentando ese cuerpo tan querido y con deseos de vivir.

Qué extraño se siente rogar por la vida, cuando muchos se marchan a voluntad; sin preguntar siquiera si alguien quiere cambiarla por la suya…, cuántas veces aburridos de lo que nos toca, no apreciamos cada segundo como un don maravilloso de aliento, de luz, de miradas hacia lo grandioso de la existencia.

Vuela el colibrí temprano a libar las mieles de las flores, tan fresca la mañana, tan cálido el canto de las aves sobre los robles;  tan nutridos los colores que la brisa acaricia con su cantar; donde las palmeras radiantes y altaneras, se levantan queriendo alcanzar el sol con sus alas.


Y yo aquí; con mi angustia retratada, más feliz,  porque hoy era mañana… y aquí estoy;  y ayer ya no existe; y espero de nuevo otro día radiante con la luz nueva penetrando por mi ventana, con fuerza y ánimo; con alegría de vivir deseando paz y salud en los cuerpos y en las almas.

¿Qué soy sin ti señor;  que todo me lo regalas y sólo cobras con mi vida que te pertenece?… ¿quién soy yo para pedir tu ayuda?... Más eres todo lo que existe, todo lo que canta y brilla sobre éste planeta, eres éste respiro y ésta mirada; mis manos, lo que escribo te pertenece porque yo no soy nada… no soy nadie… ni siquiera un grano de arena sobre éste mundo; más tú… rey de sol y de brisa; de aliento y de vida, me tienes en cuenta y te fijas en mí y en mis anhelos…

Cada mañana que me levanto; cada noche que me recuesto cansada y olvidada, recurro a ti… donde parecieras no estar; pero al cerrar mis ojos y dejar que el silencio cubra mi cuerpo,  te encuentro;  y de nuevo el regocijo y el deseo de vivir y la tristeza marcha en alas de golondrina, y mis ojos te ven y los tuyos se deleitan en tu maravillosa creación; y una cascada de colores baja desde el cielo y te muestras noble y puro, como un arco iris que cruza el espacio y se sostiene, y desaparece cuando el ocaso pinta de nuevos colores el cielo azul.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 1/12