Publicado
por Raquel en 09:00
Miércoles,
16 de octubre de 2013
EL
SERBIO 3 [56]
Sin
muchos detalles, después del primer día, han pasado 7 en el crucero con el Serbio,
no quise traductor, y el mesero resultó para sorpresa mía, un antioqueño más
vivo que el carajo, quien seguía de soslayo nuestra historia de amor, y reía a carcajadas cuando me veía tomada de la
mano de un hombre tan alto, y en un momento pasó y me dijo al oído: cuidado con
el viejito porque ya se ha despachado como a 20.
¡Claro
que comprendí sus palabras!, pero me hice la loca, hasta ahora no había pasado
nada de nada, sólo miradas, pequeños roces, y caminar de la mano, para darme
cuenta que no era viejo, es que la ropa tan apretada que me habían puesto, lo
hacía ver así, era más joven que yo, pero le gustaban las señoras como yo, ¡qué
le vamos a hacer!, por allá la gente no piensa como la de aquí, que sólo
quieren muñecas de silicona para pasar el rato, él me quería por lo que era, y
eso lo demostraba con sus detalles y miradas.
En
regular español me dijo: ¿te casarías conmigo?... Mientras veíamos los dos
hacia el infinito, cuando las gaviotas en pleno vuelo se abrazaron y sus picos
se unieron en un extraño rito que nunca había visto.
Su
pregunta no me sorprendió, pues a eso había viajado, por eso me arriesgué tanto
a dejar una vida, una familia, abandonar los sueños de otros por correr tras
los míos, que estaban atorados en letras, y fantasiosas carreras del día a día.
Aguanté
5 segundos para hacerme la interesante y rogada ante él, y con mi rostro
encendido como una amapola le dije: ¡siiiiiiiiiii!... -parece que grité muy
fuerte, pues la gente alrededor se quedó viéndonos con extrañeza.
En
un instante se quedó viéndome a los ojos, y sin pensarlo dos veces, ya estaba
pegado de mi boca, y yo de la de él…
No
me desvanecí como el primer beso, sentí una lengua que se movía como buscando
algo dentro de la mía y un sabor a vino, cosecha Chateau lafite rothchild, no
sabía qué carajos era, porque para mí estaba mejor el guarapo de mi tierra,
pero parecía que era muy fino y costoso, algo dijo el mesero antioqueño cuando
trajo el vino con su elegancia y risa burlona: /éste vino viene referido de los
vinos de burdeos, y se produce en Médoc, para que la dama se ilustre un poco,
una botella de éstas alcanzó récord de subasta en la casa Christis, y costó más
de 166.000 euros.
¿Y
a mí qué carajos me importa?, no se hubieran gastado tanto dinero en éste
pinche guarapo, ¿por qué no me trajiste un sabajón bien helado?, del que
fabrican en El Poblado?. El antioqueño
ésta vez no pudo aguantar la carcajada y el Serbio se pegó a nuestra risa, sin
saber de qué hablábamos. Estaba feliz con que lo hubiera aceptado como esposo.
Le
pidió al antioqueño que se quedara un momento para que tomara unas fotografías,
y del bolsillo de su chaqueta sacó una pequeña caja dorada, me pidió que
cerrara los ojos, /traducido todo por el antioqueño, y cuando el mesero me dijo:
¡ya, abra los ojos!, ¡no joda usted sí que es de buenas con éste man, cipote de
anillo la mondá!
Y
al abrir los ojos ahí estaba, un anillo blanco, parecía de plata, y una piedra
de esas que venden en San Andresito que brillan mucho,/ le sonreí, dije que
estaba hermosa, y él mismo la colocó tembloroso, en mi pecosa mano izquierda,
no lucía mucho en mi mano un poco arrugada, de uñas cortas y sin esa lozanía de
la juventud, pero él tomó mi mano como si fuera una joya. y la apretó contra su
pecho.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 16/13