martes, 21 de mayo de 2013

SOCORRO (51)

SOCORRO (51)

La súper abuela,
no se cambia por ninguna.
Entre sus amores nuevos,
la veo llorar con la luna.

Nada pasa por azar,
es el consuelo que nos damos.

A pesar de lo que hablamos
y que todo parezcan pesares,
mañana, serán sonrisas y cantares.

Te veré calzando
escarpines rosa y azules,
completo estará el corazón
ante tan preciosos tules.

Y que le rime el Cucho
aunque permanezca en hamaca
pues ya tiene sus cariños,
que le harán brillar la chapa.

Espero el sancocho e pueica
para llegar a tu casa
a celebrar tantas cosas
como en la vida  pasan.

Y a brindar cada día,
sin que nos asombremos.

Camino… camino de la vida,
que a todos nos toca un poco
un rato abrojos, al segundo espinos.

Otros tendrán que callar,
en éste sendero largo y tendido
que con sombras o sin ellas,
nos tiene marcado el destino.

Feliz día comadre…

Raquel Rueda Bohórquez
21 5 16



VOLANDO (52)

VOLANDO (52)

Hoy es mi día para agradecer.
Hay tanto en mi corazón que a ratos lo olvido,
por cada suspiro en mi pecho, 
por cada dolor que permite continuar otro trecho.

Extiendo mis alas y te busco en la oscuridad,
te llamo a pleno día, aunque me lastime el sol.
Mi confianza en ti no me deja caer,
mi fe en ti me permite avanzar.

Chillo de día y de noche...
Hay una roca pesada dentro de mí,
una congoja que no puedo evitar
y en medio de todo quiero sonreír.

Mis garras tienen el filo de la vida,
sus tibiezas me sostienen, 
sus carreras me avisan de un mañana
y promete mi pico dulces consuelos
aunque a ratos esté apagada.

Regálame tus ojos negros...
Te haré ver el horizonte violeta.
Agradecido callarás y te pondrás frío
y volaré de nuevo llena de contento.

Déjame enredar en tu pequeña choza mis alas
contigo me sentiré cobijada.
Ahuyenta falsas miradas y palabras
y déjame volar... volar... volar siempre,
con mis torpes palabras.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 21/13






LA VOZ DE MI JEFE (53)

LA VOZ DE MI JEFE (53)

Aquí atan los hombres, y nos encadenan. 
Dios desata con la muerte y nos libera.

De nuevo me someto a sus rayos divinos, 
a ese dorado que nos llama.
Me atengo a su voluntad cada día 
aunque a ratos reniegue.

Lago azul que tornas en dorado, 
un beso del sol derretido entre tus aguas
habla de la majestad de los colores, 
de ese desconocido ser que se muestra entre todo, 
en el paisaje, en la lluvia, en el brillo 
que a ratos olvidamos. 

Ahora, sometida estoy a la brisa, 
a éste tiempo que me toma de rodillas un tanto pálida, 
con tanta hambre que pareciera que agonizo, 
y tanta sed, 
que me sacio en el  oasis de tu palabra. 

Un rayo misterioso tiene la fuerza de tu voz, 
como un águila herida que se deja caer
y resucita en un segundo con algo entre sus garras, 
para volar de nuevo con sus alas extendidas, 
sin pavor ni horror, 
pues le esperan sus niños en acolchado nido. 

Silencio un instante, 
la voz de mi Jefe es de respeto.

Calla un minuto y escucha... 

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 21/13





MANTIS (54)

Mantis religiosa morada.


MANTIS (54)


En traje violeta me dispongo,
mis manos en oración
por el primer alimento del día,
el corazón obligado a perdonar, 
aunque no sea fácil;
la boca en silencio, cerrada 
para no decir todo lo que guardo.

Escucho a Cortázar y Él me llena de motivos.
Vuelo despacio en mi jardín inventado.
Muchas flores guardan un cariño para mí,
llegan a escondidas y los recibo,
dejo un espacio para las que tal vez...

¿Quién vendrá ahora...?
Esperará una oruga a ser mariposa,
y en el instante en que mis ojos la divisen
en oración de nuevo, buscaré un aliento.

Sin prisas me estacionaré en cualquier rincón
aguardando por un mañana mejor.

¡Ha retornado!...
El movimiento de una hoja,
un leve suspiro que tiene su perfume
y ya no soy, me entrego a su voluntad.

Mi vientre se llenará de perlas de colores,
mi vida multiplicada estará por ahí
con las manos dispuestas, 
y el alma tranquila al fin.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 21/13 

TE BUSCO (55)



TE BUSCO (55)

En la soledad de mi aposento, si a mirar el cielo me atengo y creo que eres la estrella  luminosa que me acompaña y permanece como una lágrima colgada de mis ojos.

Te busco en el camino recorrido, en las frases que dejaste en una pequeña y deshojada libreta donde tus huellas se estampan con pasos cansados, abrumados de tristezas.

En el sinsonte cantor que se robó un ocioso, que trina en cualquier ventana, en el vencejo que busca una primavera sin hallarla, y en mis propios agobiados pensamientos.

En el mar azul, donde a veces despiadado me castiga. De sus aguas mansas tal vez uno que otro arrullo, pero de sus turbulencias, mi vida.

¿En dónde no he de buscarte madre?, te buscaré en el último ocaso, donde me entretuve con las caracolas de la playa y olvidé darte la mano, pues me llamaba el sol, y esas extrañas voces lejanas que murmuraron amores que no fueron.

Te busco ahora que no estás… te extraño y deseo partir, pero mis manos sólo dejan caer una que otra letra al descuido, esperando que mi viaje sea un sueño placentero sin más pedir.

En la alondra que descansa un momento en una rama, en el colibrí que pasa veloz y un abanico de sus alas me regala, pero que marcha raudo como ha llegado.

En el amigo que marchó tras las brisas de mayo, en la sombra que me descubre viéndome al espejo, y cree dibujarte con la misma triste sonrisa, con las manos ansiosas de una caricia y los labios en espera de un beso.

Soy un potrillo buscando en tus aguas un consuelo, en el recuerdo de tu presencia por mi casa, en un traje guardando tu perfume, en el sueño de un mañana donde estemos…

Y al buscar tanto, me he perdido entre las olas de mi impaciencia. ¿De qué manera calmaré éste dolor de ausencia que cada día quiebra mis alas?  

Los miro a todos, escucho voces que con sus dagas me inflaman, me hieren, y entonces me pregunto: ¿para qué existo?...

No vale la pena seguir soñando alegrías, si ellas se fueron contigo, si marcharon entre tus brazos en incierto día. Ahí esperaba un viaje al mirar nubes pasajeras, y ver salir el sol cada mañana a buscar rosas blancas en un huerto lejano.

Pero fue a mí a quien dejaste pálida, tan blanca como un cirio esperando por el brillo de tus amados ojos que ya no lloran, se tallaron  en el verano de mi existencia, se fueron tras las estrellas de la noche, errantes, tristes,  lejanos...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 21/13