viernes, 20 de septiembre de 2013

HABLANDO CON EL BOSQUE [53]

HABLANDO CON EL BOSQUE [53]

Le pregunté a los robles amarillos, y hablaron;
me dijeron que mudaban sus hojas,
como las aves sus plumas.

Hermosas vienen del norte,
surcan un cielo azul que no se traslada,
pero el bosque cambia en cada estación
para ser el mismo cada mañana.

Una flor se parece a otra,
más es única su belleza,
su perfume semeja  un hada entre las cascadas
que en su cándido danzar desaparece,
para quedarse por siempre con el mar.

Un lago pinta mágicos destellos para ser el mismo,
con las mismas aguas…
Se repiten tonadas que parecieran ser  iguales
con el aguacero del día, y la sed de la tarde.

¿A quién culpo de mis desdichas?
 /dijo un ave que por ahí pasaba,
y la cigarra respondió con sus agónicos chillidos:
¡al viento, al que das la cara!

Seguí entre todos los caminos,
una flor de loto, tan frágil en su charco oscuro...
Tan feliz, sin parecer nada,
tan contenta de su amor puro...

Anida un jilguero en débil rama,
más el fuerte huracán no la quiebra,
es la sabiduría del pequeño
como las enseñanzas de un águila
y la arrogancia de las palmeras.

Caminos y bosques retornan ante la lluvia,
pequeños brotes, ¿los dejarán ser árboles?
Cada día es menos verde el mundo,
y más grises las montañas.

Un olivar aparece ante mis ojos,
ricas  uvas que se tornan doradas,
un colibrí asoma bajo una rama,
un amor advierto en mi ensenada.

Préstame una lira para llorar como el viento,
dame un arpa para cantar con ella.
Prisa llevan hoy las garzas,
afanadas e inquietas las advierto.
Buscan un verde entre mundos de cemento
para anidar sobre los alares.

Caminos de la vida,
senderos apacibles ¿en dónde están?
¡Búscalos más lejos de todo!, arriba del cóndor...
Más allá del sol o de la luna de hoy,
que más dorada estará.

Y por casualidad
hallé una mariposa saliendo de su celda,
me pareció ver la trinidad en ella,
existe Dios y no hay preguntas,
sólo respuestas cuando feliz la vi
cruzar la cuesta.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 20/13

ABEJA [54]


ABEJA [54]

Abeja era mi reina
bordando cometas para el cielo,
arrugando lágrimas en días aciagos
y contenta así mi niña, con sus desvelos.

Néctar y panal unidos
mi reina entre paños húmedos,
¡cuánto dolor causó tu partida!,
entre solitarios suspiros de niña dolida
entregándose sumisa a su destino.

Violetas tus pechos amanecieron
así tantas flores aún en el desierto,
bendecir el día como la noche,
y clamar a Dios
por un descanso en tu camino.

¡Hoy me duele todo!,
tengo agitado el pecho,
y la fiebre me consume,
ardo como una llama encendida
que de a poco expira.

Mi abeja pequeña, ¡tan flor como néctar!
Entre todos los senderos espinosos
elegiste ser como ellas, tan pequeña,
bondadosa sin ser reina,
princesa que entregó por la vida todo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 20/13


VALIÓ LA PENA [55]


VALIÓ LA PENA [55]

Siempre estamos pensando en ese día
el de nuestro regreso a casa,
tampoco tengo miedo, pero no quiero todavía,
no hasta que descubra un amor que palpite
cual toche entre los platanales.

Valió la pena cada día vivido…
Vale cada dolor de cabeza en el camino,
cada lágrima que desnuda el alma,
y vale descubrir una pequeña flor blanca
que será teñida de púrpuras, mañana.

Una cerca que no atrapa nada
pues el viento sigue entre todo,
un otoño nuevo que nos deshoja,
dejándonos tan desnudos como un roble.

Y aquí no ha pasado nada…
Un nuevo día hermoso,
la lluvia que vendrá en un momento,
la ilusión de amarte en un instante
y el náufrago que desaparece,
entre la corriente.

Vale la pena una sonrisa,
cada abrazo al caminante desnudo.
Valen los insultos pues nos limpian,
y entre todos los escombros del camino,
me quedo conmigo, que valgo mucho,
me importan los ojos mientras vean,
y los labios si con un beso
nos bendicen.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 20/13



ÁNGELES VERDES [56]

ÁNGELES VERDES [56]

¡Son tan indefensos!, pero aquí pareciera que a nadie importan, las acosan, construyen cada vez más mundos de cemento y ellas no tienen más opción que llegar a la ciudad, buscar cualquier rincón, hasta un sifón de alcantarilla para esconderse, salir de vez en cuando a tomar el sol, no reaccionan al instante por el tema de sangre fría o caliente, pasan los vehículos por encima, les abren las barrigas  para tomar sus semillas, y así las dejan hasta que mueren.

Es una vergüenza que todavía pase gente con tiras de sus huevos vendiéndolos como pan por las calles, y que haya compradores, sabiendo de dónde provienen y la manera como los sacan.

Con una cuchilla abren sus vientres, como si no sintieran dolor, y les hurtan los huevos, ante sus despavoridos ojos, y así las sueltan para que mueran, sin amor, aterradas de ese ser que en vez de ayudarlas y protegerlas, les quita el don de la vida, y roba a sus hijos para convertirlos en excremento.

He visto mucha injusticia, el pueblo clama, mientras cada día atropella más a nuestros ángeles.

Ojo a la factura, a esa le tengo miedo, una persona que maltrata a un ser indefenso, ¿qué clase de ser humano es?

Algunas veces he tenido que meterme entre las rocas y sus vidas, es doloroso pero real, para esto sí leyes severas, ya que muchos lo hacen como burla pues tienen sed de sangre.

Un vehículo nos adelantó cierto día, porque mi hermano frenó para no matar a una de ellas que corría desesperada, y quien venía detrás de nosotros aceleró, con el propósito de matarla y lo hizo, la dejó herida en el camino, sangrante, mientras nos hacía pistola con las manos y reía a carcajadas.

Cada rato encuentro una, ya quedan pocas por aquí, la mansa que recibía bocados de fruta pero se enojaban porque daba comida, ¡en mi jardín no!, y el pobre debía cruzar la carretera para acercarse a mi jardín,  un macho gigante y hermoso, también lo atropelló un vehículo, corría de casa en casa buscando refugio y como si fuera un asesino, todas las puertas se cerraron, hasta las del corazón.

Cierto día, frente a mi casa, cerca de donde vivo, una mujer adulta, hombres y niños armados de rocas y palos, atacando a un dinosaurio de 30 centímetros, y él herido y atormentado no sabía a donde ir, lo hice espontáneamente, los regañé por lo que hacían, sin importar sus insultos y la tomé, se dejó como un cordero, y la subí a un árbol, después la vi con los ojos viendo al cielo, ante la impotencia y rabia que da, al advertir que el hombre va perdiendo la razón de ser humano, para convertirse en una bestia malvada.
No hay temor de Dios, la gente anda ocupada en tanta vanidad del mundo, han olvidado que no estamos solos, nuestros ángeles nos acompañan, y también éste mundo es de ellos, mientras el instante de la lluvia,  el momento del arco iris...

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 20/13


MAR AZUL [57]

MAR AZUL [57]

Inquieta estoy ante tus olas,
burbujas de amor entre las rocas,
un dolor aqueja y es la espera
por ti decido volar y te alejas…

Besan sin temor, siendo coquetas damas
van y vienen para morir en la orilla
de una dorada y tibia cama,
en tanto la mía espera…

Mar azul,
mi sábana preferida son tus ojos,
tu mirar parecido al cielo,
ahí te copias con rayos de luna
y dejas en sus aguas un lucero.

Se agita el interior, es ardiente flama.
Que no se calme tan pronto el vendaval,
hay una mariposa que te llama,
unos labios anhelantes de los tuyos.

¡Mira pronto desde tu lejanía!
Una palmera del ayer suspira,
son besos de sal entre sus ramas,
son lágrimas, perlas vivas.

Y anhelando  un beso tuyo
esperaré una invitación,
para desnuda entregarme a tu amor
azul mar, sin despedida alguna.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 20/13 



AL SON DEL VIENTO [58]


AL SON DEL VIENTO [58]

No estaba sobre mis verdes ramas
sino sobre su corazón herido;
y entonces, busqué afanoso
en donde construir mi nido.

Volé hacia donde creí encontrarte
y de nuevo ramas secas,
son niños muertos bajo un lecho de rosas
y sentí llorar en vez de trinar
para seguir buscándote…

¿En dónde has quedado amor?
¿Nuestro pequeño nido quién derribó?
¿Acaso no era un paraíso soñado?
¿Quién regalaría tan malvadas manos?

Vamos a buscar un rincón bajo las rocas
sin temor a la víbora y al depredador,
tal vez allá, cerca de las olas
viviremos un día mejor.

O entre las nubes un descanso
si en búsqueda de un manto verde,
desteñidas violetas translúcidas
tan pálidas como el viento, tan tristes,
que nadie escuchará nuestro lamento.

Y a pesar de todo, amor mío,
a pesar del crudo invierno y el huracán violento,
tal vez un rosal oculto entre las sombras,
hará volar perlas doradas,
ante nuestro asombro.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 20/13