PALABRITAS,
DICIEMBRE 2015 (25)
1
Le pedí a
Dios un amor,
Y me regaló
a mi madre,
Luego dije
que tenía mucho frío,
Me dio entonces
sus brazos
Para abrigarme.
No me sentía
bien
Quería correr
de aquí para allá,
Hasta que al
fin me estacioné
En su dulce mirada,
Y ahí estaba
mi bosque
Tan buscado,
Ahí todo lo
que me había sido negado.
2
Ese fue otro
día, 5 o 6 años de balbuceos y palabras cortas, todo era negro, eso recuerdo,
todo ardía como si apuñalaran en medio de mis piernas, pero fue una espada más
larga que la maldad, y perdoné, pues era una niña que todavía no tenía
conocimiento del odio.
Ahora
recuerdo, y ese nudo como un volcán a punto de explotar, hace estación en mi
garganta, para darme cuenta que no he pasado de esa edad, y que busco en el más
escondido rincón, un arma para fusilarme.
3
El cobarde
empuñó un arma para matarme, agarré entonces un lápiz y lo herí hasta suplicar
que no escribiera más su historia, porque cuando corrí, no lo hice por cobarde,
sino que de valiente salvé mi vida de sus garras, y me levanté de las cenizas,
ante ese denigrar salvaje, que marcó mi pequeña novela y me dejó una herida
salvadora en el alma.
4
Nos
maduramos a las patadas, se notan las arrugas, y las gallinas hicieron camino
cerca de nuestra mirada, es la joda de ser mujer y de vivir pensando en los
huevos del gallo, tan de aire, tan de purina...
5
Sólo con Él
me puedo expresar libremente y jamás negará mis peticiones, menos, estará
pendiente para criticar. Estoy aquí con mis espantos, ¡no son tan malos!, al
menos, no me han herido por la espalda, ni han envenenado mis sueños.
6
No comprendo
nada, pero no sé, mi corazón se vuelve grande, todo me huele a paz y libertad,
hay sonidos de cascadas y ríos vivos que pasan, y hojas que caen y caen,
guacamayas que llevan nuestra bandera, jacintos azules que esperan, árboles que
pueden tocar el cielo y bendecir con sus frutos y hojas a la madre tierra .
7
Si pudiera
en éste vuelo corto de mi vida, atrapar algo para mí, me gustaría tu amor... Si
en un valle en medio de sonidos de tambores, con esa fragancia a flores, de tu
mano, ala con ala, pluma con pluma, y amarnos, aferrados de nuestras garras, en
círculo, girando y girando, y luego, que el mundo siga su curso.
8
Recuerdo que
esa primavera se marchitó ante el amor, y el poder del otoño, renovó tu propio
huerto.
9
¡Es raro!,
pero el repique o la cantaleta de una gota de agua sobre una roca, nos permite
ver la mayoría de veces, el diamante que guardaba su interior, o la esmeralda
que esperaba dentro de ella, para que pudiera ser adivinada.
10
Hace un
minuto, vi a un poeta danzando en mi árbol, luego subió a las tejas, era negro,
tan intenso su color que parecía azul.
De platino y
oro se volvió, al momento de pasar el sol sobre su cabellera, parecían plumas,
¡lo que tú quieras!, y el poema extendió como un árbol sus ramas, dejó que un
beso de nieve le tocara y cantó, mirando hacia el cielo, declamando su oración
de la mañana me visitó, y marchó luego...
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 25/15