martes, 9 de agosto de 2016

¿QUÉ DÍA ES HOY? (35)


¿QUÉ DÍA ES HOY? (35)

Me dijeron que hoy era viernes, un desdén a gritos vomitó mi sueño dulce y otro aroma no tan religioso me desveló, hasta correr a un aposento más santificado.

¡Quieto ahí!, que no se muevan las pantorrillas ni los dedos busquen la humedad… ¡Córrase!, deje dormir que la carne está cansada de no saber de caricias y así se quedó, ahora le da pereza conocer el sabor de la tristeza luego de tanto espanto y gemidos de buitres sobre la herida tigresa.

Ya no hay humo en el cigarro, los huesos duelen, la carne ajustó bonito y no siente sino fervor por las mañanas con el canto del mirlo, y en la noche por el brillo de las luciérnagas que se fueron todas, porque la tierra era pequeña para tanta luz.

Leí que la lepra es un misterio, pero que hoy se puede detener la magia que hacía bajar la cabeza al noble y musitar plegarias al ignorante, que apartaba el dolor con indiferencia. ¿Qué pensaría?, veo en el oscuro foso de la mente, lágrimas de madre, dolor de hijo, escombros de padres bañados de sudor, y en la distancia, sin que nadie los adivine, doblan sus rodillas y ruegan por el favor de la muerte.

Ayer fueron tratados los vivos como si fueran muertos, sus heridas mutilaron hasta el alma, ¡qué tristeza!, se cultivaron poetas en las esquinas más lánguidas de la historia y escribieron con sal y sangre los poemas más bellos y nostálgicos, sobre los perros que llegaban a lamer dedos y que con amor se juntaban en sus regazos, dando calor a los temblores fríos en medio de la angustia y el desespero, pero fueron ellos, los perros, los que jamás los abandonaron, ahí estuvieron aún después, y seguirán estando pegados de nosotros, dándonos oportunidad de amar, enseñándolos la tarea mágica que nos tiene aquí zumbando como abejas en un ausente panal.

La dignidad del hombre se fue, no hay recuerdo de las catatumbas ni de las pestes, pero sí se habla de las palomas y las ratas que llevaban la invisible tragedia oculta entre sus carnes y sus alas, ahora se cambiaron por bombas que cultivan pesar y llevan la muerte dentro.

¿Qué día es hoy?, ¡no me importa!, inicia a cantar mi amor, acaba de llegar y está en el mismo árbol que cobija mi existencia, canta en la mañana, son las 2.11 pm y ahí está, es su oración para recordar que no interesa el tiempo mientras haya un mirlo cantando en un árbol.

Las brisas refrescan mi ahora, es un siseo de serpiente entre las hojas verdes y otro que baja despacio, conmoviendo el jardín con hojas secas que dan brillo a la tarde, en tanto Lucía prepara un café, eso creí, pero tiene las manos llenas de rosas rojas de seda y ganchos que adornarán el rostro de una mujer cualquiera.

Sobrevive, es lo bello de este día, sobrevivimos a pesar de todo, comemos esperanza, nos alimentamos de poemas y carcajadas, y al fin dejó de llorar por un cobarde, al fin se colocó las botas y se puso los huevos que a un macho le faltaron, para continuar con su vida y abrazarse a esa gran bendición de hijos que le fueron dados en el jardín de la existencia.

¿A quién bendigo entonces?, no hay necesidad de bendecir a nadie cuando el Rey nos ha bendecido con otro día y otro canto. Parece el mismo de hace años, mi amado mirlo que deseó la libertad y se fue volando y volando, lejos de la mezquindad de vida que le di por desear adueñarme de su arpa.

Hay una lepra que sí es peligrosa y se pega, es la indiferencia; es la rabia que guardamos, ésta es la gran mentira, “escribe muy bonito, pero hay mucha mentira en lo que escribe”, esto me lo dijo una persona, ¿qué mentira será?, porque no la descubro, desperté adivinando y creo que interpreté mal sus palabras, la mentira es que manifiesto demasiada felicidad cuando en verdad me siento cansada y dolida, ¿pero, qué me puede decir alguien de mí?, nadie me puede conocer más que yo, ¡no miento ni en una sílaba!, dejo que mis dedos escriban y no pienso demasiado, lo que sucede es que hay una enfermedad acusadora en las mentes, siempre estamos ahí parados frente a otros queriendo adivinar su estado con solo verlo a los ojos, ¡qué raro!, a veces creía, ya no creo sino en las flores que brotan en mi jardín y en la oruga que se arrastró cierto día para dañar las hojas de mis rosales, ¡pero se jodió la condenada!, porque en un instante ya tenía alas y luego me contentó haciéndome gracias de aquí para allá, es en lo único que he creído, en la trinidad dentro de la mariposa y en la gloria de sus alas, que mansamente se dejaron  llevar del viento.

¿Alguien me puede decir qué día es hoy?

Raquel Rueda Bohórquez
9 8 16




EN MEDIO DE LA MONTAÑA (36)

EN MEDIO DE LA MONTAÑA (36)

Hay un jaguar que muere cada día, el hombre avanza y avanza, ellos tienen hambre, pero su hambre termina en medio de una bala que se dispara con tino en medio de su gran belleza, sin doler siquiera que nos crecimos demasiado por ambiciosos, nos hacemos dueños de la tierra, pero nada nos pertenece, ¡ni siquiera la vida!

El amado rincón de los sueños, cual si fuera blanca la vida, quedando zurdas las manos con eficaz ardor, pero me atengo a ellas y en su nobleza me consumo.

Siguen ahí la luz de una vieja lámpara que el óxido corrompe y viola, más su belleza es la corola de una flor que no se vence con el tiempo y entre su mágica luz, otro día implora.

Se derrite en la mesa la vela de los pedidos mágicos a María, al santo del momento que en otra ocasión no recordaría. En su falda, un río muerto se ha estacionado con figuras fantasmales, más no hay arenas para correr, ahí se estacionan los versos del hoy y del mañana, ya veré si ha de acontecer que haya un despertar, con aromas a incienso y mirra, a palo santo y canela…

Se ha evaporado, ya no existe tal cirio y su llama parece llorar entre el vestigio de humo que baila tangos, y después, en medio de una serenata de chasquidos acuosos, se va, se va…

Pienso ahora en el jaguar moreno de otros tiempos, en sus ojos verdes, su gran alzada; tiene manos que acarician y labios que saben besar, brazos fuertes que ante la lluvia, de improviso se convierten en alar para cobijar la carne y bendecir los deseos; anhelo me devore, y sí, nos devoramos a versos, nos perdemos en medio del seco pasto que bordea el río muerto, que dejó el llanto del cirio sobre la mesa.

Sus ojos son el lago más dulce que he podido adivinar, no quiero cerrar los míos, en su profundo mirar mis estrellas se pierden y acudo al temblor de su pecho en el mío, a su voz mansa como las olas besando las rocas.

Sus niñas parecen girasoles en ámbar, huele a fiera salvaje, parecen zumbidos de miles de abejas que pican por doquier, pero no duele ni inflama la carne, sólo enciendo y apago, nos encendemos en medio de un temblor de montaña, nos revolcamos cual lava bajando tibia y sosegada, y nos quedamos así, viendo hacia las sinuosas lomas que vienen.

En medio de tal felicidad, el paisaje continúa, jamás termina el amor; el hombre lo acaba pero él brota, él gime y llora dentro de una perra con hambre; el amor se expande como una bomba por el universo aunque el hombre lo quiera matar.
Pienso en el ave que ha perdido su árbol, en los perros asesinados en cualquier sitio, en el hambre existiendo árboles como la moringa y muchos más.

 ¿Cuánto tendremos que decir, para que el hombre entienda que mientras la naturaleza exista, la escasez es una perversidad? ¡Se la inventaron!, a propósito ha creado la penuria a causa de las guerras, para echar la culpa a Dios de los males que ellos causaron.

Quiero volar muy alto, más alto que las nubes y ver desde arriba lo que existe, contagiarme de magia y fantasía, sin estar nunca más triste por la obra del hombre que destruye la belleza. ¿Qué puedo hacer?, estamos luchando contra seres sin alma que ríen de la poesía, y mientras no exista amor por ella, es como estar muertos en vida.

Pasó el tren, nadie gritó, no pudo frenar, y nos vamos poco a poco, /eso creemos/ porque el mundo y la vida continuarán aquí, por más bombas infernales, por más odio sembrado, por más envidia y maldad que deseemos implantar, el amor sobrepasa todo entendimiento humano, porque Él estará por toda la eternidad pasando por aquí o por allá.

Se fue el marica, ¡hey marica!... ¡No te vayas!, no hubo mano que detuviera a ese inmenso dragón, y el ave surcó el cielo en medio de un gran estupor, se volvió mujer en un mundo de alas y espejos.

Ahora todo me sabe a mar, a boca de jaguar dentro de la mía, a inocencia corrompida, a mujer, a madre que se fue en el barco de la mañana, pero sigo amando, continúo soñando que estoy entre las garras de mi fiera de ojos de caramelo, en medio del ruido de otro día.

Raquel Rueda Bohórquez
9 8 16