¿QUÉ DÍA ES HOY? (35)
Me dijeron que hoy era viernes, un desdén a gritos vomitó mi
sueño dulce y otro aroma no tan religioso me desveló, hasta correr a un
aposento más santificado.
¡Quieto ahí!, que no se muevan las pantorrillas ni los dedos
busquen la humedad… ¡Córrase!, deje dormir que la carne está cansada de no
saber de caricias y así se quedó, ahora le da pereza conocer el sabor de la
tristeza luego de tanto espanto y gemidos de buitres sobre la herida tigresa.
Ya no hay humo en el cigarro, los huesos duelen, la carne
ajustó bonito y no siente sino fervor por las mañanas con el canto del mirlo, y
en la noche por el brillo de las luciérnagas que se fueron todas, porque la
tierra era pequeña para tanta luz.
Leí que la lepra es un misterio, pero que hoy se puede
detener la magia que hacía bajar la cabeza al noble y musitar plegarias al
ignorante, que apartaba el dolor con indiferencia. ¿Qué pensaría?, veo en el
oscuro foso de la mente, lágrimas de madre, dolor de hijo, escombros de padres
bañados de sudor, y en la distancia, sin que nadie los adivine, doblan sus
rodillas y ruegan por el favor de la muerte.
Ayer fueron tratados los vivos como si fueran muertos, sus
heridas mutilaron hasta el alma, ¡qué tristeza!, se cultivaron poetas en las
esquinas más lánguidas de la historia y escribieron con sal y sangre los poemas
más bellos y nostálgicos, sobre los perros que llegaban a lamer dedos y que con
amor se juntaban en sus regazos, dando calor a los temblores fríos en medio de
la angustia y el desespero, pero fueron ellos, los perros, los que jamás los
abandonaron, ahí estuvieron aún después, y seguirán estando pegados de
nosotros, dándonos oportunidad de amar, enseñándolos la tarea mágica que nos
tiene aquí zumbando como abejas en un ausente panal.
La dignidad del hombre se fue, no hay recuerdo de las
catatumbas ni de las pestes, pero sí se habla de las palomas y las ratas que
llevaban la invisible tragedia oculta entre sus carnes y sus alas, ahora se
cambiaron por bombas que cultivan pesar y llevan la muerte dentro.
¿Qué día es hoy?, ¡no me importa!, inicia a cantar mi amor,
acaba de llegar y está en el mismo árbol que cobija mi existencia, canta en la
mañana, son las 2.11 pm y ahí está, es su oración para recordar que no interesa
el tiempo mientras haya un mirlo cantando en un árbol.
Las brisas refrescan mi ahora, es un siseo de serpiente
entre las hojas verdes y otro que baja despacio, conmoviendo el jardín con
hojas secas que dan brillo a la tarde, en tanto Lucía prepara un café, eso
creí, pero tiene las manos llenas de rosas rojas de seda y ganchos que
adornarán el rostro de una mujer cualquiera.
Sobrevive, es lo bello de este día, sobrevivimos a pesar de
todo, comemos esperanza, nos alimentamos de poemas y carcajadas, y al fin dejó
de llorar por un cobarde, al fin se colocó las botas y se puso los huevos que a
un macho le faltaron, para continuar con su vida y abrazarse a esa gran
bendición de hijos que le fueron dados en el jardín de la existencia.
¿A quién bendigo entonces?, no hay necesidad de bendecir a
nadie cuando el Rey nos ha bendecido con otro día y otro canto. Parece el mismo
de hace años, mi amado mirlo que deseó la libertad y se fue volando y volando,
lejos de la mezquindad de vida que le di por desear adueñarme de su arpa.
Hay una lepra que sí es peligrosa y se pega, es la
indiferencia; es la rabia que guardamos, ésta es la gran mentira, “escribe muy
bonito, pero hay mucha mentira en lo que escribe”, esto me lo dijo una persona,
¿qué mentira será?, porque no la descubro, desperté adivinando y creo que
interpreté mal sus palabras, la mentira es que manifiesto demasiada felicidad
cuando en verdad me siento cansada y dolida, ¿pero, qué me puede decir alguien
de mí?, nadie me puede conocer más que yo, ¡no miento ni en una sílaba!, dejo
que mis dedos escriban y no pienso demasiado, lo que sucede es que hay una
enfermedad acusadora en las mentes, siempre estamos ahí parados frente a otros
queriendo adivinar su estado con solo verlo a los ojos, ¡qué raro!, a veces creía,
ya no creo sino en las flores que brotan en mi jardín y en la oruga que se
arrastró cierto día para dañar las hojas de mis rosales, ¡pero se jodió la
condenada!, porque en un instante ya tenía alas y luego me contentó haciéndome
gracias de aquí para allá, es en lo único que he creído, en la trinidad dentro
de la mariposa y en la gloria de sus alas, que mansamente se dejaron llevar del viento.
¿Alguien me puede decir qué día es hoy?
Raquel Rueda Bohórquez
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