sábado, 23 de febrero de 2013

LA VOZ DEL VIENTO [15]

 LA VOZ DEL VIENTO [15]

¡Qué calidez tu voz!
¡Qué fantasía tus labios!
Dulce remanso tus brazos,
ardiente flama tu pecho.

Muero por saborear tu piel,
encadenada estoy a la lluvia,
a los diamantes que bajan del cielo
al sonido mágico del cantor.

Admira el ponto azul, ¡es tan bello!
¡Mira correr la cristalina corriente!
Baja de la montaña con su larga cola,
es una linda serpiente,
una niña de claros ojos
tan verdes y hermosos,
que puedo verme en ellos.

Sobre las gigantes ramas un cóndor,
sus ojos dorados observan el horizonte.
¿Abrirá sus enormes alas?
¿Qué dices mi cielo?
¿Vendrás  para verle de nuevo mañana?

En las rocas anidan dos tórtolas grises,
se confunden entre el musgo parecido a ellas,
las barbas de nuevo tocan el piso,
¿cuál será la razón de que hoy,
todo es más bello?

¿Has escuchado?,  los guaduales se hablan,
se entregan suaves notas de amores,
se acarician con sus ramas,
se extienden cual gráciles gaviotas
y regresan de nuevo,
antojadas de olas que danzan con ellas,
al paso de la tormenta.

En medio de mis fantasías te veo, una vez más.
Eres un oscuro diamante sin tallar;
un bello lirio en el desierto,
otra flor que ha brotado en el rescoldo de una roca,
tan sutil y hermosa, que parece hablar;
me dice en un susurro de su aliento
que su perfume será mi amor,
 y su corazón, un dorado consuelo.

¿Es el brillo de un lago lo que veo?
¡Qué triste!, termino de abrir los ojos,
¡voló el águila y no la vi!

El lago azul tan plácido eran sus ojos,
mi sonrisa eras tú, pero no estás aquí,
has marchado.
Eres el huracán sobre otra corriente,
otra barca gigante me ha quitado lo más amado,
mis  luceros estelares los observo ahora

navegar felices en la quietud de un lago…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/13

MI AMANTE [16]

MI AMANTE [16]

No es tristeza lo que tengo,
es que a lo lejos está el sol de mi madre
y estoy aquí, viendo su retrato en otros rostros,
en nubes pasajeras que se lleva la brisa
y transforma en flores danzantes
que cambian cada segundo,
pero ahí permanecen...

No es soledad lo que siento,
es que me acompaño de mí,
soy tan buena amiga que me amo
y tan buena hermana que me consiento.

No es que esté acomplejada,
miro al espejo, y esa mirada me asombra;
¡tan brillante!, tan mía… ¡tan de ella!...

Entonces, me doy cuenta
que no soy de aquí ni de allá,
sino de una tormenta, de un ciclón,
de un vendaval que pugna por volar.

No, no soy nada, soy parte de todo,
y esa carcajada del espejo
es mi propio payaso,
¡tan feliz a ratos!,
¡tan triste siempre!,
tan solitario,
que me hice amante de su brillo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, febrero 23/13 

CORTAZAR [17]

CORTAZAR [17]


¿Quién eres tú, mi amante cantor?
Tus manos tocan cada fibra de mi corazón,
siento en el teclado al suspirar
que tus besos son para mí.



Eres una tibia melancolía desde que sale el sol,
un remanso en mi pasajera vida
si un clic deja abiertos mis sueños,
y se extiende tu melodía por mi casa
igual que el incansable trino de un ruiseñor.



Eres el colibrí que abre pétalos de rosa
dejando en mi vientre su pico goloso,

acariciando mieles olvidadas,
permitiendo el sueño del instante
al penetrar el sol por mi ventana.


Cortázar, tus manos, tu teclado,

tu ausencia presente en un pentagrama
que mi corazón reclama.


¿Acaso importa,
si has dejado un poco de tu alma

que navega en poesía por mi estancia?

Gracias a ti nace un poema
Y gracias a éste amor invisible
Una nota tuya,
es el beso más esperado.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/13






RECORDÁNDOTE [18]

RECORDÁNDOTE [18]


Recuerdo que nunca te lo dije: ¡te quiero!
No creo recordarlo, ¿o sí?,
pero un tibio abrazo con el frío de la tarde añoro,
creo que fueron todos tuyos, ¿o los míos?
¿En dónde quedó la frágil huella de tu límpido espejo?
¿En dónde los rastros de tus manos?



Una biblia vieja guarda tus ojos,
se desgranan tus perlas por los míos
recordando que te dejé vestida cierto día
esperando mi retorno, ¿en dónde estaba?...



Más al tocar a la puerta de madera

con tu timidez de siempre,

el ruido ahuyentó a la paloma de mi huerto,
la niña huyó del mundanal ruido
dejó algo único y suyo: una pequeña mesa redonda 
donde quedaron todos sus tesoros,

con la imagen de María.


¿Qué haces?... ¿tendrás tiempo para mí?
Lo perdí escribiendo poesía, ¿es poesía lo mío?
No lo sé, pero es el vicio que has dejado en mi existencia
tan tuyo y mío, ¡tan de las dos!, las cómplices amigas
que guardaron sus secretos,

para ocultarlos en el brillo del sol.


¿Qué hago?, es la pregunta tuya de cada día,
sólo un poema madre, un verso, una elegía, un refrán;
un algo incomprensible que nace de mi alma,
es un ramo de gardenias que bordo para ti.



En el instante en que sus cristales no pudieron ver mi sueño,
el suyo se elevó, pero me dejó un leve balbuceo: “el sol… el sol…”
con la maña de querer volver cualquier cosa un verso,
que hasta el final, con gracia declamabas,
pero ya engalanada de rosas blancas,

eras de Dios…


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/13