domingo, 12 de julio de 2015

LA PLANCHA VIEJA [77]


LA PLANCHA VIEJA [77]

De aquéllas manos
que una vez desarrugaron la vida,
¿quién recuerda hoy a la viejita de la esquina?,
¿a mi vieja mama con los arrumes de trabajo?

El rostro se torcía como fierro entre las llamas,
/y decían las abuelas:
¡Qué no te de la brisa!,
y en verdad sucedía.

¡Cuánto calor y lidia para nada!,
apariencia no más, entradas y salidas,
pero por aquí no pasaron manos de hombres,
en ese ayer, el trabajo de la mujer era servil:
preparar, comer, abrir las piernas al anochecer.

¡Pero de la plancha vieja toca dejar memoria!
Hay un respeto, un olor a vino añejo purificado en el fuego:
el alma de mi abuela, quien usó de carbones encendidos,
pero cuando el genio inventó la luz, vino ésta,
que prendía y apagaba, quemaba y encendía la mirada
al terminar duras labores, cuando rayaba el sol.

Y en una despedida, dejaba un camino de ancianas
que caminaban de lado, con su rostro cansado
de tanto desarrugar trapos ajenos.

Quedó el polvo del ayer sobre el de hoy,
un recuerdo escrito en un rincón,
combinando el ocre de mentiras
con  el color de las hojas secas
que caen de mi árbol,
¡agotadas y  vencidas!

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, julio 8/15

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