miércoles, 15 de noviembre de 2017

SANTURBÁN

SANTURBÁN

¡Increíble, Dios mío!, no sé a dónde iremos a parar, tal vez hemos perdido la patria potestad, la nacionalidad, ¿de dónde soy ahora?...

Ya ni los árboles le pertenecen a las aves, ni el agua a las cascadas...

Soy la poesía que llora desde adentro ante esta mascarada. ¡Dios ayúdanos! no sabemos por quién votar, tenemos las esperanzas quebradas como un vaso de cristal.

Negocian la vida, vienen por las tripas de mi madre, le arrancan el alma sin piedad y destruyen la belleza de los páramos.

Vienen arropados hasta los pies, pero hay otros desnudos que no disimulan, dicen que para “ayudar al pueblo”, pero la ambición los corroe como el comején a la madera seca.

Santurbán es un sitio sagrado, el agua le pertenece al mundo, a los animales, a las plantas, ¿después, cuando vengan con sus dragones y sus leyes consentidas, quién nos protegerá de la demencia que abarca el poder y en él se queda?

¿Por quién hemos de votar si no creemos en nadie? La confianza ha sido burlada, y entretienen a la gente con tonterías, para que nadie ocupe el pensamiento en lo que vale y ellos poder trabajar a sus anchas, como si le arrancaran la miel a las amapolas y mataran a la juventud lentamente.

¿Quién desea jóvenes felices, quién añora juventudes inteligentes?, que seamos ovejas para que puedan esquilar hasta los pensamientos, así ellos pueden abarcar y abarcar, porque creen que serán eternos.

Alguna vez voté por ti, y otra vez lo hice de nuevo, ahora soy la nieve en la montaña, lo he visto todo, pero el cambio no se ve, sólo se crecen los ambiciosos que desean comer y comer y nada es suficiente, porque la ambición es la maldición que pasa de generación en generación, tomando hasta la vida de los inocentes y pisoteando los anhelos de los pobres.

¡Dios mío, ayúdanos!, ellos tienen armas y poder, y muchas veces quienes debieran protegernos nos acosan y siguen sus leyes perversas, nosotros somos los pájaros que tratan de volar, pero en el vuelo se cansan, pues los árboles caen y las tumbas se abren cada día más y más.

Esto será un legado a la muerte, a la vergüenza, si nadie detiene la demencia del ambicioso y pone un freno a esa serpiente con alas que abarca la tierra y nos devora con ella.

¿Después de Santurbán qué viene?

Raquel Rueda Bohórquez

15 11 17