jueves, 12 de noviembre de 2015

NO PUEDE SER (55)

NO PUEDE SER (55)

No puede ser verdad
Que exista tanta hermosura
Ya que sin gajos ni ramas
De amor me inflamas.

Y que ocurra un milagro
Delante de mí,
Vistiendo de sedas blancas
Lo amargo de mis ojos.

No puede ser Dios mío
Que seas tan bondadoso.

Yo aquí con tanta queja
Yo aquí en tu amor presa.

Y es que la primavera es sorpresa
Aromando lo frágil de la vida,
Junto a satén blanco
Y esmeraldas vivas.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, noviembre 12/15

CACTUS (56)

CACTUS (56)

No puede existir más hermosura
Que tu rostro salido del dolor,
Es ahí en donde perfuma la vida
Y es ahí donde se entretiene el chupaflor.

Y del valle lo reseco,
De su sombra la víbora
Sin corretear aguarda paciente
Bajo sus espinas.

No cabe más belleza
Ni se apronta más perfume,
Más por la miel de sus adentros
La mariposa danza y danza.

La abeja supera su vigor
Arrancando todo el oro bendito
Santificando un cirio
Encendido por su amor.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, noviembre 12/15

EN EL DESIERTO (57)

EN EL DESIERTO (57)

Y que no te asombre mi amor,
Que no te lastimen mis espinas,
Porque han parido entre las rocas,
Su más íntima primavera...

Que no te juzgue el tiempo
Por lo tanto que has herido,
Más bien espera en silencio
Un brote bendecido.

Luego, un minuto de silencio
Por la sed que no se calma,
Y ese corazón reseco
Que a pesar de todo florece.

Es que en el desierto
Todo es pureza,
Pues aquí el tormento,
Se convierte en entereza.

Resucitan lágrimas de un muerto
Sobre las arenas secas
De un mágico desierto.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 12/15


DÍA 12 DE NOVIEMBRE/15 (58)

Mis padres y nuestro palacio


DÍA 12 DE NOVIEMBRE/15 (58)

Increíble, hace 4 horas intento dormir, decidí que para que ardan los ojos, mejor me levanto a escribir esto que me desvela.

Creo que hoy será mejor que ayer, debo hacer una confesión para que  los que han invocado esas energías perversas que me acosan, se puedan desatar y salir de aquí, y en estos pensamientos creo que dormí un segundo, para despertar con un calor intenso, agua, y más agua apagando esos incendios interiores, oraciones que me dijo la vidente para que pudiera dormir, un anillo para protegerme, y recuerdo que ese día, esa noche en especial me dio rasquiña, como si me hubiesen restregado chiles mexicanos en la mano derecha, y todo ardía, rascaba, quería arrancarme ese anillo de mi dedo, pero lo más sorprendente, es que buscamos el más brillante y bonito, desperté con ganas de mirarlo después de una noche muy regular y estaba negro, el brillo era una oculta estrella, y sentí mucho miedo, pero después pensé que debía afrontar cada cosa con valor, me dijeron que mis padres estaban aquí, ellos sabían lo que sucedía, pues estaban en un plano superior y tenían la misión de protegerme y ayudarme.

He soñado con mi madre  orando a mi lado, luchando contra esas energías, siento que no puedo gritar, ¡Padre nuestro que estás en el cielo!, y ella levanta un crucifijo con su mano derecha, pero a mí no  me salen las palabras, voy con ese grito ahogado, y al fin, poco a poco, puedo decir la oración, con enorme esfuerzo y ayuda de mi ángel, quien no abandona su barca, ni siquiera porque sus ojos palidecieron en una mañana de silencio, con un paso a la penumbra, ese último paseo, para saber que sólo 4 personas estábamos ahí. No era amiga del ruido y las multitudes, sino amante del silencio y la meditación, me había dicho muchas veces que no gustaba de reuniones, que se había acostumbrado a su rancho, a ese presente de hijos en su casa, y que su vida era Dios y todo lo que pudiera servir a quien tocara a su puerta, su alegría inmensa arreglar su bolsito y armar viaje para la finca, allá rejuvenecía y se volvía la más hermosa matrona del universo.


Mi madre también tuvo enemigos, alguna gente no la quería, otros por culpa de tanto hijo rebelde en la calle, hasta German dio guerra, y eso que todos le llamaban “el bobito”, pero bobos fueron todos los que se rieron de él y lo hicieron enojar. Más de un problema, angustias, carreras, maldiciones, envidias, y también tuvo que luchar contra demonios y cosas perversas que le ocurrieron, todo lo atacó con enorme paciencia y sumisión, dedicada de lleno a orar, pues bendecía a todo ser que pasaba por su puerta.


Entre mis recuerdos está, que asomada en la reja, veía pasar a un vendedor de cualquier cosa, y lo bendecía, llegaban los recolectores de basura y también. Elevaba los brazos y con una sonrisa miraba al cielo:



¡Señor, gracias por este día maravilloso!, bendice con tu poder y gloria al joven que acaba de pasar, a ese muchacho que vende aguacates en vez de estar en una universidad, a ese anciano que vive de las miserias de otros, debiendo estar en un asilo, abrigado y protegido, Dios mío, de manera especial por Angie, la chica gordita de enfrente, ¿qué será de esa muchachita?, no la veo hacer nada, ¡hay tanta pobreza en ese hogar!, ¡se ven tan tristes y apagados!, dales señor esa oportunidad que necesitan, ese trabajo al esposo de Martha, esa oportunidad al hijo del señor de la esquina, que ese caballo encuentre una parcela, que ese perrito halle una mirada de amor, y así con esa sencillez propia, ella veía a Dios en todos los ojos, me abrazaba y me pedía que más fuerte, ¡un abrazo con ganas!, ¡qué pueda sentir ese corazón!, ¡ánimo mija, todo cambiará!, ¡tenga fe en Dios!, oremos, y nos salió en esa navidad de hace muchos años, la oración del sembrador, así a tientas me gustaba abrir la biblia, y ella me seguía la cuerda. ¡Está bien! /decía, esa vid no produjo frutos, pero vamos a darle otro chance, ella amaba a esa vid, y esa vid se abrazaba de ella, porque tenía una carga interior que no dejaba que floreciera, ni produjera frutos, no habían asuntos correctos,  se hacían reuniones, y al pollo más sute todos lo agarraban a pico, y esto entristecía su semblante.

Antes de morir, la vi muchas veces en el patio con una gran tristeza, orando y escuchando música antigua en un programa favorito de una monja bogotana, y me gustaba estar ahí, ahora no sé hacia donde correr, no encuentro camino y regreso a casa, porque aquí en medio de todo, está la vid y está el trigal.


Recordé de anoche un cumpleaños, Diego cumple 21 años, su padre abandonó la barca por una verdadera bruja, una cubana muy perversa a quien he visto en sueños practicando de su maldad, por eso dejó a sus hijos cuando más necesitaban de sus abrazos, por esa mujer tan hiena decidió adoptar a otros hijos, como un león con una historia rara, y sus niños que tanto lo amaban y sentían su protección, han tenido que ir y venir de casa en casa como mendigos y la suerte cruzada.

No hay camino, y si hallan un sendero y providencia pareciera asomar, su lucha es trunca, pero como católicos “poco practicantes”, de rosario en mano y mucha lengua rodante, así vamos, señalando, criticando, hablando en cada reunión de otros, sin ver esas goteras y muchas veces necesidades, por andar arrastrando por el piso a los más inocentes.


Pero de anoche, sentí que no tengo deseos de hablar, quedo muda, no sé qué decir, creo que estoy acostumbrada también a ésta soledad, que soy un ermitaño en verdad, y entonces decido abrir la boca, han servido a todos y lo mío que es un básico perro sencillo no llega, pero tampoco puedo expresar nada, pues se me grita: ¡de tanto vivir sola se volvió amargada!, y entonces ésta espada penetra profundo, se atragantan los bocados y el tiempo corre, quiero ir a casa, deseo retornar a mi rincón, aquí el mar besa mis rocas, aquí puedo decir lo que siento y nadie me dice nada, y voy sacando cada espina, casi que con dulzura.


No fue una buena noche, debo dormir en el día, amanezco con la boca seca y paso con ese tarro helado en el pecho, instintivamente sorbiendo poco a poco para que no se reseque la carne.


Se aproxima navidad, la época más triste para mí, y siento que todos correrán, el hombre de la casa venderá algunas de sus vacas y ese “no tengo”, se repetirá como un villancico, por otro siglo, en tanto va sumando, para que sus vacaciones sean maravillosas, al lado de esa mujer que se robó mi alegría,  y ojo que doña Hipocrasia no invente vainas raras, porque las dos conocemos bien otra historia, pero ya no me interesa, sólo deseo el bien a mis enemigos, pero esos “amarres”, no son míos, se los han ganado por envidiosos, ahora mismo desato cualquier cosa, no quiero que a nadie le suceda nada malo, soltando me libero, y me crezco, soy un águila yendo a un picacho, ¡qué hermoso se ve desde aquí todo!, ¡qué divino el Magdalena!, hermosa mi anaconda,  ¡véanla de qué manera corre caminos y besa laderas!


Y sigo pensando, tengo mi árbol de navidad en la puerta, él sólo muda sus hojas, mi bendito árbol tan hermoso y agradecido, hasta con él se metieron, lo arrancaron casi de raíz, pero a punta de lágrimas se volvió inmenso, como desafiando a todos, y ahí está, un gigante árbol de mamón que se llena de muchos frutos para las ardillas y la gente que no tiene un árbol, pero siempre ve cargado el ajeno.


Aquí estoy, recordando al escarabajo pelotero, a ese transformador de porquería en esencia, corriendo cuesta arriba con su balón, jugándosela toda, inventando alas de metal a su pequeña existencia, bajando y subiendo con energía, sin cansancio, derrotando al mundo tan lleno de mierda, para jugar con la vida y dar ejemplo.



Así lo veía, me sentaba de niña por mucho rato, a ver a éstos pequeños que parecían de metal brillante, con ese cachito único, como si fuera el unicornio de la historia, luchando por sobrevivir. Me parecía un verdadero ejemplo, y tomé de él esa energía que me roban en la noche, para seguir jugando mi propio juego, meteré gol, y cuando suceda, todos estarán viendo y preguntándose: ¿cómo lo hizo?

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 12/15