domingo, 21 de julio de 2013

LA LIBÉLULA/A Pablo Rueda [71]


LA LIBÉLULA/A Pablo Rueda [71]

No sabe la libélula
qué le depara el nuevo día.

Abre el cristal de sus alas,
tornasol bajo la lluvia,
al beso de aguas claras.

Una noticia bella trae hoy:
el dolor se aleja y ella me rodea,
me susurra un verso blanco,
la melodía del mar canturrea
y marcha en silencio.

Se vistió de azules, de verdes,
de blancos tan blancos,
que se confundió con la brisa
y un aliento a luna llena,
beso de madre que viene y va
retorna sobre la prisa
que la trajo a mi alar.

Su imagen  es de vida:
¡No te preocupes!...
¡Nada te afane! /repite

Confía en el poder que no se ve,
abre los ojos a lo nuevo y lo descubrirás,
y en un rato, cuando no haya pesar ni angustia,
pasaré de nuevo por tu casa
para que sientas mi veloz paso
con un alma dentro del corazón.

Me pide para ti éste nuevo día
un poco de asombro
ante raudo viaje por tu estancia,
siendo portadora de buenas nuevas
y alegrías inmensas que retornarán.

Soy yo… /tu madre libélula…
Un ángel convertido en buena noticia
que regresa a casa para tocarte,
y sientas mi presencia en tu dolor
que mañana, ¡será sólo un recuerdo!


Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, julio 21/13  

UN NUEVO DÍA [72]

UN NUEVO DÍA [72]

Nada  más bello que un nuevo día,
ni más cálido que un rosal.

Nada más dulce que los ojos de un bebé
ni más admirable,
que el nacimiento de un manantial.

Hoy es maravilloso todo,
saber que estás y que estoy.

Transitar por el mismo sendero
buscando el descanso del sol.

Me alienta un colibrí sobre una flor,
un nuevo brote de girasol.

Me anima el canto de un mirlo negro
y el son de la lluvia al caer.

Es la oración matutina del Rey
siempre radiante de amor
en el espejo pálido se queda
y en su cobija duerme
con los payasitos del mar.

¡Tan áureo me besa y calienta!
Tan hermoso se aleja
para brillar en otros cerros
y amanecer jubiloso en otro mar.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, julio 21/13  

AL MAR [73]

 AL  MAR [73]

¿Qué puede ser más espléndido que el mar?
Mi novio me trae voces de torbellino,
de sus entrañas me regala perlas;
de su alma, una vorágine de blanca espuma.

Lo veo danzar cada segundo,
la sal de la vida de su esencia sucumbe
cual gotas que caen de los ojos
y luego desnuda ante su majestad.

Siento miedo de su profundidad.
A ratos me asustan sus lúgubres noches
si la gris bazofia quiere arroparlo,
pero se enoja, se vuelve huracán violento
y vomita con rabia toda la cochambre.

He descubierto que estoy con él,
quiero un baño de sal marina.

Admiro la paciencia de una casa prestada
que parece tener velocidad.

Un caracol con pisos de mármol
y destello de joyas en su interior
es el eterno canto al amor.

Palpita dentro de sí
con su propia esencia
que entre las olas  viene y va,
cargando con el ermitaño curioso
feliz en su palacio prestado.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, julio 21/13