martes, 12 de agosto de 2014

CARDOS


CARDOS


¡Si empinarme contigo pudiera! 


Pero nos alejan las rosas, 
nos separan los corazones de otras,
para quedar en versos el sentimiento
y en elegías el deseo.


Si al toque de tu espada en mi flor
¡pero nada!, ni espina ni rosas.

Vivir condenada a mirar a otro lado
sabiendo que siempre desviabas tus ojos
hacia otras curvas sinuosas,
y otros senderos ajados. 


Te vi en el desierto buscar lo que aquí abundaba.
Fueron flores viciosas apestando a perfume,
en tanto a mí, ni siquiera me tocabas.



Pero ahora, de tanto herirnos nos matamos.
Se acabó el amor, 
se fue hacia otros lagos,
y mi pensamiento dice 
que la providencia es buena conmigo;
otro amor ha llegado. 


Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, agosto 12/14 

BURKAS

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Imagen: Internet

BURKAS

Quisiera saber qué hay tras ellas
Pues al imaginar la belleza mostrada
Todo tiene un sentido,
Pero también hay una razón oculta
Que no puede entrever mi propia mirada.

La belleza guardada para ellos
Un sentido incomprensible a nosotros
Pero razonable a muchas mujeres
Criadas al estilo del viento
Que sin ser visto, no puede ser tocado
Sólo él decide a quien besar.

Más el perfume de las flores del bosque
Es donado a muchos
Que sienten el placer  de un jardín cultivado
Y las flores adornadas para un amor perseguido.

No puedo censurar lo que no conozco
Pero lo hacemos, nacimos como un espejo de agua
La desnudez desde el nacimiento
Y la misma para morir.

-Qué nos llevamos- ¡nada!
La belleza se va, se quedan las cosas
Otro volverá cenizas el sudor  de ayer.

Por tal motivo, guardo para mí un secreto
El mismo que la burka tiene para ellas
Y el mismo que tienes  por tu fe.

!Pero no me gustan!
Parecen sepulcros
Donde viven ángeles sin rostro,
-por qué no las usarán ellos-

Está dicho que todo lo escrito
está amañado,
como las cárceles 
donde la belleza se oculta
con negro tocado
la mujer se condena por su hermosura
sin que parezca pecado. 

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 12/14



LA CASA (CUENTO)



LA CASA (CUENTO)

Cierta vez, en algún punto del universo cuando las olas declamaban un poema junto a la brisa, un niño solitario se arrodilló cerca de unas rocas, pues algo que había encontrado le llamaba mucho la atención.

Parece una casita de cristal, ¡tan linda!, y dentro de ella pareciera un ángel danzar, lleva una torre, como un pedestal y debajo de ella, ramitos como hilos de plata extendidos, que llenan de tinta el mar para pintarlo de azul.

Quiso el niño tomarlo en sus manos, con una caricia que nada significó, porque parecía moverse de un lado a otro con lenta malicia, hasta que el niño su inquietud no aguantó, y apresó la casita de cristal en sus manos.

El niño al instante inició a gritar ¡noooooooo!, esa tinta azul no pinta el mar es mentira, quema mi piel y ahora ardo en fiebre, -qué hago-, -será que moriré  lentamente-, ¡Dios santo!, y no pedí permiso a mi madre, y si acaso me voy hacia donde está la luz al final del camino –quién le hablará por mí-.

Un ermitaño que por ahí pasaba con sigilo, le dijo algo al oído, y el niño lavó la tinta y regó de su propio líquido salado en su mano, y al momento sonrió.
¡Sabes tantas cosas ermitaño!, -quién te enseña todo esto, y como es que vives en casa prestada en vez de tener la propia-

-No todos tenemos la dicha de tener casa, al final de la vida, todo es prestado, hasta tu propia casa donde el alma habita, pero el mar es generoso y cuando los caracoles se van lejos, dejan en el fondo del mar sus cofres,  para nosotros, porque su generosidad va más allá de sus propias vidas.

-Pero tu casa es fea por fuera, y tienes que mudarte siempre de hogar, en cambio yo, tengo una casa muy grande y busco entre las rocas alguien con quien jugar, pues mis padres siempre viven ocupados, y entonces prefiero vivir como tú, fuera de ella rogando la tibieza en otros lugares como el que aquí me encontró.

-Dices que fea mi casa-, te equivocas niño, nunca mires por fuera lo que abunda por dentro, si te detienes un instante, en mi hogar hay frescura, y quien lijó su interior, lo hizo con gran  maestría, parece mármol del más fino, o una ostra extendida, dejando matices de colores para que un hada vestida parezca, en tanto, yo ni me entero, pero sigo cambiando de casa cuando otra más grande me espera.

El cristal no es lo que parece, si se quiebra te puedes herir, pero si lo dejas quieto en su lugar, será como tu alma, límpida y pura, más si la ensucias perderá su brillo y el filo escondido será navaja en tus dedos, como daga mortífera, no es una casita, ni lo que hay en su interior es un ángel, es tan solo otra vida esperando su viaje, y sus hilos de plata son su protección.

Nada es feo, la belleza es sólo la manera que tenemos de ver las cosas, pero si te detienes un poco, dentro de la roca encontrarás las más lindas joyas, si quieres pulir las de tu alma, sólo mira el interior de las cosas, porque lo externo se corrompe, y como el leño al fuego, lo único bello son las llamas danzando, y la brisa, cuando llega por sus leves cenizas.

El niño se alejó con una sonrisa, le contaría a mami todo lo que el ermitaño y su casita prestada le enseñaron, tenía que pedir permiso para salir, ésta vez la providencia estuvo de su lado, pero afuera siempre hay peligro, la próxima vez, le diría a sus padres que cuando no estuvieran trabajando lo trajeran de nuevo, para hablar otro rato con ermitaño, que tenía mucho para enseñar, y él, demasiado por aprender.

Raquel Rueda Bohórquez
Barraquilla, agosto 12/14




AMANECE



AMANECE


Un día nuevo con repetidas flores
un aroma en el ambiente lleno de amores.



Una tristeza ajena
se ha ido un cantor
y en el alma quedan
huellas de su amor.

Amanece y estamos aquí
no hay palidez como ayer
encendidos mis labios
roja mi piel. 

Gota de aceite
de un árbol cayó
fue el aura de una orquídea
cuando un colibrí la besó. 

Y escucho su canto
-será para mí-
ya nada confunde
mi pecho turquí. 

Pasando tan solo
un toche trinó
y un ave mañosa
de aquél nido marchó. 

Acércate niño
que muy triste estoy
un día diez tan solo
y la mariposa amarilla
un halo divino
en mi hogar dejó. 


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 12/14

AQUÍ


AQUÍ

Hubo algo hace días tan solo
Como si una estrella se hubiese escapado del cielo
Y mi corazón dolido anhelara  su  brillo
Cuando providencia lo estrelló de frente conmigo.

Aquí hubo algo extraño,
De lo alto cayó sin prisas
Con la dulzura de una hoja sobre la grama
Y la violencia de un amor contenido.

Despejé dudas y miedos –por qué no-
-A quién debo dar cuentas de mis instantes-
Toqué una puerta para decir: te amo
Pero era de acero fuerte,
Y no pude ver la luz de adentro.

Sin buscar llegó…
-Eres acaso adivino de mis íntimos deseos-
Abriste mi cárcel a una ilusión
Cuando estaba pegada de mis añejos desvelos.

Si puedes amarme sé que también
Si puedo aferrarme cual hilo a inmensa locura
Lo haré por tu piel, me extenderé por tu cuello,
Y dejaré miles de flores hambrientas de sol al final.

Aquí estás, como una libélula
Trayendo un mensaje oculto en el cielo
Como una flecha disparada que no hiere
Has llegado de lejos, muy lejos,
A plantar una esperanza en mí.

Aquí sucedió algo incomprensible
Cuanto más triste y dolida estaba
Y mis ojos se hicieron prisioneros de la nostalgia
Con una roca ahondando en el alma,

Un brillo de solo un instante
Y todo cambió, al estar en mis ojos un manantial.

Acierto tan solo eres, mi niño
Descubriendo regalos perdidos
Encontraste un amor para mí.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 12/14