viernes, 12 de diciembre de 2014

AMARILLAS

Mis mariposas. Amarilla. Raquel Rueda B.

AMARILLAS
Ese día vi a mi mariposa amarilla
Nunca quiso abrir sus alas la coqueta
Como un caballito a la espera de un ángel

Posó, mientras con deleite observaba
Cada línea y cada curva de sus alas.


¿Qué día era?
Una gran inundación
Me encontré en la soledad de un bosquecillo
¿Que me atraía tanto de éste lugar?
Una extraña fuerza con la cámara lista
Y al fin... ¡mariposas!, 
Estaba lleno de hadas el jardín.

Enrojecí como las amapolas
Doblé las rodillas ante tal belleza
Cientos de ellas pasaban y pasaban
Y una que otra se alineó ante mi espejo.

Un flash y robé su esencia
El alma navega entre los lirios blancos
¡Mira madre!, las encontré danzando
Una orquesta escondida entre los verdes
Una lágrima guardada entre mi falda.

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, diciembre 11/14

EL NIÑO MARIPOSA (Cuento)

Mis mariposas. Raquel Rueda B. 

EL NIÑO MARIPOSA (Cuento)

Hubo una vez un niño que pasaba y pasaba cuentas, contaba y contaba rocas en el camino y las juntaba...
Hubo otra vez una oruga, que se arrastró sin importar qué colores llevaba, o qué historias contarían sobre ella, algunas veces pisoteada, otras, alguien la tomaba para llenar su pequeña panza, pero como oruga era magia, hubo una que otra perla que pudo arrastrarse hasta destino más halagador, vencida ante una flor quiso en el envés de una hoja fabricar un castillo, para soñar con días y años de ricas fantasías, en tanto copiaba del aire versitos para regalar al mar...

Cierto día, el niño pasó por ahí... ¡eche no me joñe!, -pensó el niño- ésta vaina no la había visto... parece un pequeño castillo de arena, pero ¡qué raro!, ¿un castillo que no tiene entrada ni salida?, he visto muchas cosas en mi andar, caracoles con sus casitas al hombro, tortugas con sus alacenas a tiro, ermitaños con sus castillos prestados pero felices recorriendo los ardientes arenales de la vida, pero ésto... y viéndolo bien, tiene vida, porque algo más que la brisa mueve ese mágico interior, creo que me quedaré aquí día tras día a ver qué ocurre.
El niño veía cómo las palomas se amaban, un salto, ¿qué harán?, un beso, una elegía, un poema... ¡qué bonitos!, se parecen a mi amor, a ese amor que tantas veces he soñado al despertar con el sol -pensó el niño-, después se quedó viendo cómo caían las hojas, imaginó que eran personas como él, y quiso conversar en silencio con ellas, se paseaban de aquí para allá, tenían alas, muchos sueños descubrió con cada una que caía, algunas vieron el sol de frente, otras soportaron los duros días, los inviernos y veranos, otras, estuvieron abajo, muy abajo, pero fueron las más favorecidas, porque las que estaban arriba dieron todo por ellas, y entonces ellas agradecieron, en tanto los gajos encontraban algo más de altura.
En éstos pensamientos olvidó el castillo en el envés de la hoja, y se puso a conversar con una mariposa: ¿oye mariposa azul, de dónde has salido que estás tan brillante y feliz?, la hermosa niña batió sus alas y empezó a danzar de flor en flor, de hoja en hoja, y el niño corría apresurado detrás de ella, sin saber que muy cerca estaba un precipicio, y voló, voló con ella... ¡tengo alas!, decía el niño cuando vio que mariposa azul le seguía, y sobre una roca fueron encontrados, había muchas flores rojas... ¿de dónde habrá salido éste bosque?, ¿quién sembraría éste cardo en medio de una roca?, ¿quién tocaría las alas de la mariposa para que se convirtiera en un niño y fueran felices los dos?... ¡qué mundo raro éste!, pensó Dandy, que iba como un loco viejo con sus harapos a tiro... ¡algún día seré como ellos!, eso me lo dijo Dios, ¿sabían que Dandy se cree Dios?... y cuando veo sus ojos tan brillantes en medio de tan oscuro espejo, me lo creo...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 11/14