martes, 5 de febrero de 2013

JUVENTUD [75]

JUVENTUD [75]

Juventud: ¿en dónde has quedado?
¿Tus miradas, tus sonrisas locas?

Danzas de alegría sin creer en nada, 
pechos que te amaron, labios que te besaron,
lenguas que tocaron la tuya con ese vértigo de placer
que nos hacía cerrar los ojos.

¡Qué pena creer que ayer se esfumó temprano!
Que la mariposa azul voló muy tierna,
sin abrir sus alas a la primavera,
para comprender los aromas de la vida.

¡Cómo lastimas a veces!/ igual lo hacía,
nadie me indicaba un camino, sólo viejos locos
imbéciles que se creen sabios,
mientras  bella la mariposa
con la boca sedienta de mieles,
dibujaba carmines para copiar en tus labios
adivinados en un pañuelo blanco que guardé.

Pálida amapola hoy pareces
amarillo color cansado,
piernas flojas y vencidas,
auras que mataron primaveras
mientras los otoños se descansan,
abaten sus pieles sobre un viejo sillón sin brazos.

Ave encantadora:
¡Si pudiera atraparte dentro de mis ojos
cual ámbar en la montaña,
si pudiera calzar sandalias rojas,
regresar a pechos de pomelos dulces,
esmeraldas en mis ojos brillantes para verte ahora,
con el corazón doblegado para amarte!

Se esfuma la vida cual neblina en el camino,
la piel torna en quebradizas alas
que al sonar del viento desaparece,
en un abrir y cerrar de ojos.


Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, diciembre 25/11

VOLANDO [76]

VOLANDO  [76]

Sobre la peña más alta
donde tú norte me persigue,
abro mis alas un poco tímida,
un batir de brisa me alienta
y ésta angustia no termina.

Tiemblo ante el sol…
Su imagen de ayer la olvido.
Con un suspiro sobre mi traje
me aviento sin pereza por lo mío.

Alguien lo enseñó, cierra los ojos,
avanza sin miedo que  te cubro,
estoy a tu costado, arriba, abajo,
con un beso te aliento a continuar
para que planees sin esfuerzo alguno.

Me abandono, es mi hora,
lo que busqué de otros fue una mentira,
y lo que me das es lo verdadero.

Sacudo levemente la cabeza,
busco vida entre los morichales.
Cual flecha disparada te persigo,
y con mis dagas te aprisiono.

Un poco me duele a mí también
pero es mi destino obligado, la muerte,
sombra tibia que se encoge;
el calor de mis pichones aguarda
sobre un lecho de rosas.

Cierro los ojos y te busco…
Sobre la cima más alta esperas,
mis abanicos livianos ya no temen,
el corazón deja de latir
y el miedo es asunto del ayer.

Un chillido me habla de amor,
y ella, mi madre de traje blanco
hermosa gaviota nacarada,
sobre la roca más enorme que la montaña
se agita con alegría y espera…

No hay temores, a Él me abandono…
Conoce cada uno de mis suspiros,
me alienta a continuar, despacio, sin prisas.

El tiempo, sobre una cuerda floja
parece decir que un mañana cercano
mis alas se parecerán a las suyas.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, febrero 4/13